martes, 21 de mayo de 2013

Muerto.

la foto de Tony

por Antonio Enrique Rojas, Tony
El Cementerio ha muerto, viva el Cementerio. Los muertos duermen ahora sus sueños óseos en camas mojadas, pues la bahía ha decidido sepultarse, y comparte los panteones, mondando hueso por hueso, vida por vida de sus inquilinos originales.

En los panales colgados de la murada, las larvas que anidan en los nichos, regurgitan la miel de los recuerdos. Observan con miedo la colonización del agua, nuevo cadáver que no da abasto para todas las tumbas, tratan de desgarrar el óxido de los sellos de hierro para escapar los primeros.

la foto de Tony
Los visitantes casuales husmean entre las lápidas careadas y se topan con temblorosas imágenes de visitantes casuales que husmean entre las lápidas careadas. Polizones de un bajel de tierra y mármol que naufraga con paciencia milimétrica, ofenden con su vida a la muerte. 

El esqueleto de un cementerio es bocado de hierro y mármol demasiado amargo para los carroñeros, que se mantienen alejados, deseosos de picar los ojos de los Cristos torturados en cruces quebradas, abandonados por sus Marías y sus Magdalenas que ahora juegan con los rompecabezas de las lápidas.

La capilla, resucitada a medias, trata de mantener el servicio dominical pero nadie escucha las palabras que gotean de las tumoraciones del cemento. Los ángeles se aprestan a levantar vuelo, los santos cierran los ojos dispuestos al nuevo martirio, la bella durmiente renunció a la magia de los besos, las cruces se vuelven ateas en la peor de las horas, amén, pues nadie contestó a sus gritos de ¡Elí, elí…!

La muerte de un cementerio es suma de finales.  

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