Luego que Julita Osendi, Rodolfo García y algún que otro especialista
deportivo de los que se encontraban aquella noche en el plató "echaran a
pelear" al fútbol y al beisbol de la manera más patética y ridícula
posible, curiosamente, han sido estos dos deportes, ya sea colectivamente o por
algún destello personal, quienes le han dado recientemente a los amantes del
deporte en Cuba, algún que otro motivo para festejar.
No voy a demeritar la labor de los saltadores con pértiga, o los brincos
del nuevo "portento" del triple cubano, o la labor del vallista
Ortega - incluso el reciente triunfo de Dayron Robles con la 8va mejor marca
del año ha sido una buena noticia -, ni tampoco el fenomenal performance de
Leinier en el Grand Prix de Grecia. No puedo hacerlo. Quizás también aquí la
labor de las chicas de Veitía también puedan sumarse a la alegría, pero la
verdad es que exceptos estos destellos - lo de Leinier fue una explosión - el
panorama deportivo cubano se diluyó ultimamente
en el culebrón de Dayron - ahora más que nunca con la salida a escena
del malo de Juantorena - y los dimes y diretes del conflictivo siempre, y siempre
eterno 32: Víctor Mesa.
Si parecía poco el júbilo por el triiunfo en el Torneo de Rotterdam - amén
de la duda acerca de la calidad de ciertos contrarios a los cuales se enfrentó
allí nuestra escuadra de beisbol - un Yasiel Puig tan gigante como el gigante
al cual Meñique rindió a sus pies, empezó hace un mes a destronar records en
las Grandes Ligas Americanas. Para colmo
de bienes - permítanme la licencia - un Yoennis Céspedes, el día 15 de Julio,
se convertía en el primero cubano, nacido y forjado deportivamente en la isla,
en ganar un derby de jonrones en la Gran Carpa del beisbol.
Pero de estos dos, por razones ridículas no se habla en la prensa deportiva
de la isla, aunque en toda Cuba, sottovoce o allegro vivace se hable del tema
en la calle.
De estos otros que hablaré ahora, los marginados futbolistas cubanos, no se
habla mucho. En Cuba, curiosamente, los amantes del más universal de los
deportes, parecen agruparse en masa por los clubes extranjeros. Real Madrid y Barcelona, son los clubes de
ensueño en Cuba. Messi y CR7 son los ídolos futbolísticos en el verde caimán.
El fanatismo ibérico - o la herencia gallega - es un puzzle mágico en la mente
de los cubanos que no reconocerían en la Habana a un Yenier Marquez haciendo la
cola en el Coppelia de 23.
Pero hace unos meses, unos caballos locos, con pelados extravagantes,
clasificaron por vez primera a una Seleccion Sub 20 a un Mundial de Fútbol,
coincidiendo con el momento en que la Seleccion de Mayores, lograba
inobjetablemente, por su parte, clasificar para la Copa de Oro 2013 a celebrarse
en ciudades americanas en este mes de julio.
De nada nos servirá el triunfalismo, y que salte un ingenuo, micrófono en
mano a decir que vamos por el camino correcto en el fútbol, porque
indiscutiblemente el camino, por cuestiones que perfectamente pueden ser
mejorables, se ha vuelto tortuoso y nebuloso. Cuba, antes, era un equipo mejor
y mientras equipos del área han dado saltos cualitativamente superiores,
nosotros vamos - no nos ciegue la pasión - con el pasito de la bibijagua de un
lado al otro de la cancha consumiendo los noventa minutos reglamentarios.
De nada nos servirá decir - si hablamos de beisbol - AL FIN DERROTAMOS A HOLANDA... el camino, en todos los deportes y
manifestaciones deportivas pasa, no hablo catibia, por una modificación trascendental
en aspectos a los cuales parecemos temer agarrar por los cuernos, quizás por
apego a una filosofía arcaica, o quizás por un miedo intrínseco a una ordenanza
divina.
Mientras eso no ocurra, o mientras ocurra, me alegran mucho estos pequeños
alegrones. A Puig y a Céspedes, indiscutiblemente se les debe dar el crédito de
poner una vez más, el nombre y el prestigio del beisbol cubano bien en alto. A
los chicos del fútbol, esa gran pasión que llevo dentro, les espera más..
quieren más, y debemos darles más.
Mientras, me alegro que aquellos da(r)dos arrojados aquella noche en la
Televisión, se hayan despetroncados abismo abajo. Si Cuba no tiene mejores
resultados en el fútbol, o en el beisbol, - ahora también se nos ha sumado el
volleyball al descalabro - no es culpa de un antagonismo pecaminoso y
fortuitamente condenado a enviar a morir a sus practicantes en el Coliseo
romano. Ni es por la culpa de unos atletas traidores o que andan deslumbrados
detrás de los cantos de las sirenas. Son los Césares, los que ciegos, a menudo
bajan el dedo pulgar para decidir quien será el afortunado que dejará su casco
clavado en las arenas del tiempo y de la historia.
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