lunes, 4 de febrero de 2013

AL LECHERO NO LO MATARON POR ECHARLE AGUA A LA LECHE.


Tengo un amigo que en dos ocasiones me ha dicho, un poco en broma un poco en serio, que si tengo miedo de subir o no subir algún escrito. Hace poco le comenté, casualmente después que fuera asesinado, en la puerta de un restaurante ruso, el más grande de los capos de la mafia rusa, de que no se trata de tener o no tener miedo, sino de intentar decir sin ofender, y de actuar midiendo nuestros actos para que luego no nos veamos forzados al arrepentimiento, lo cual nos llevaría al ridículo público o a mucho más. 

Desde que comencé con esto de escribir en internet, primero en facebook, y luego en diferentes blogs, he tenido que toparme con diferentes personajes, casi todos, demasiado valientes para este mundo virtual de intercambio de palabras y frases. A la gente, desde distancias tan grandes acortadas por los cables de internet, ya no les basta con manifestar su opinión, sino que ofenden al contrario con una tranquilidad espantosa y con una valentía más grande que la de Antonio Maceo o la del conocido héroe, representado por Mel Gibson en mi filme favorito Corazón Valiente. 

De lo que muchos se olvidan es de las consecuencias que pueden derivarse de estas palabras sueltas y de estos arrebatos públicos que a veces tenemos, y de que si antes dije en la línea siete de que son grandes las distancias, también es cierto que se acortan en un dos por tres y que después de ofender si piedad, cualquiera puede tocarnos a la puerta del hogar, aunque sólo sea para asustarnos o para hacernos reflexionar por nuestra actitud.

Y no se trata de temor, no se trata de decir o no decir lo que pensamos, se trata de una ética que debemos respetar, unas normas elementales de convivencia que debemos seguir, para que las cosas sean analizadas de otro modo y para que a nosotros mismos se nos vea de otro modo. Es cierto que de todas formas, siempre que digamos lo que pensamos nos ganaremos enemigos, pero es mejor que exista el respeto aun en medio del combate, a que el combate se convierta en una masacre a la ética.

Se ha demostrado que incluso aquellos que han gobernado con hierro, no tratan a todos con el mismo hierro, sino que han logrado mantenerse con vida porque saben hacer excepciones  porque respetan a quienes tienen bien cerca, y porque en medio de las peores situaciones, intentan hacer amigos fieles que le sigan aun cuando su vida esté en juego. 

De niño escuchaba decir a los viejos aquello de que “Al lechero no lo mataron por echarle agua a la leche”. Cuanta sabiduría encierra este viejo refrán. Te diría que no lo mataron por echarle agua a la leche, ni siquiera lo mataron por bocón, lo mataron por decir que le echaba agua a la leche.
Resumiendo de algún modo, que podemos incluso rompernos los huesos en una bronca terrible, sin tener que ir al facebook o a cualquier otro sitio a pregonar nuestra victoria o a informar de lo ocurrido difamando del adversario. Pensemos que no se trata de valor o temor, pensemos que cada vez que por cualquier motivo hagamos esto, ESTAREMOS DICIENDO QUE NOSOTROS, LE ECHAMOS EL AGUA A LA LECHE. 

Escrito de Liber Y. Barrueta Martínez 

No hay comentarios:

Publicar un comentario