Se fue el martes. Tras sí se llevó un furgón de esperanzas, de motivos para futuras caricias. Un pensamiento de su cuerpo sudado sobre el sudor de otro cuerpo. Un forcejeo de amor aguantado por un tiempo lejos de toda prudencia. Iba, con su mente absorta, cuajando el modo de poner en práctica tantos arrebatos prometidos. Analizando las miles de variantes posibles de como quitarse y que le quitaran la ropa. O incluso casi sin quitársela, en la escalera. Camisa quitada ya, detrás de la puerta. Todo quitado ya, en el cuarto. Sí, el uno-dos-tres que palos más chéveres. Un deseo convertido un realidad. Un reloj que ya no era reloj. Un almanaque sin más fechas encerradas.
Se fue, y me dejó con la mentira, la duda, el odio y un celo que retuerce lo poco que me queda de quererlo. Se fue, diciéndome que no se iba, sino que se alejaba; que era temporal, que regresaba pronto y yo me recosté en un sofá como esa Maja Desnuda de Goya, bien puta y coqueta recién estrenándome unas ganas nuevas de encontrarlo, maquillada con las horas que me quedarían, contando los sonidos del carro de mi vecina en la mañana y en las tardes cuando va y regresa del trabajo. Quedé a expensas de un silencio-hiedra en las paredes de mi casa. A merced de un bandido o un piropo, de un acosador o uno que antes no tuvo el valor de decirme lo que sentía por mí. Me quedé a expensas de ese ordenador que no se apaga, de esas luchas por temas políticos y de esos disparastes machistas o feministas que parecen chistes. La política también es un disparate y un chiste.
Me quedé a expensas de la muerte de Chávez y sus repercusiones. Me quedé leyendo al enjuiciador fortuito, al detallista mimético, a la estrella del circo. Me quedé a merced de un talento malgastado, de alguien que se arrepintió haberse ido. De otro que no dice nada, pero llena su portal de fotos del macho que le gusta. Me quedé sola para conversar con ese amigo al cual tengo que amordazarle la boca. Quedé al pairo, como goleta inconclusa y con par de slices de pizza sobre la meseta de la cocina.
No lo lamento. Se que él, por allá, llevará esa culpa a cuestas por haberme mentido, ese rollo de papel que necesitará escribir y recitar de memoria para convencerme del porqué de su mentira.
Llegó el miércoles y la sombra de un estás? se hizo dócil. Su cara, que no es su cara, sino un bombillito verde, no se encendió. No fue como un semáforo. No hubo transformismo ni periodicidad. Ni rojos ni amarillos intercalados. Cero. No hubo mecha. Ni pólvora. Fue un vacío. Un ente entre la hierba, un quizás estoy pero no lo sabes. Entonces fue que quedé a merced de mi cadera semi torcida, de mi hambre por el sexo que evocan sus palabras, en lo que él dice y yo asimilo, entre lo que yo respondo y el me intuye, entre lo que nos adivinamos y soñamos. Entre la espera a que el amigo común nos propicie un encuentro.
A veces, no siempre, esquivamos la crítica. Buscamos el modo de parecer que no somos nada, o que sí, pero ínfimo. Él es como el café expresso a punto de deslizarse por mi garganta - discúlpenme los amantes del negro líquido - me sabe amargo casi siempre, pero me gusta. Yo soy como una geisha en una cuartería de la Habana Vieja esperando a mi esposo quien es administrador en un mercado agropecuario. No me importan los términos en que nos juzguen, ni siquiera en los que él me juzgue. Yo soy, simple y llanamente lo que él quiere que yo sea, dejándome saber sólo, lo que él quiere que yo sepa. Por mi parte, sigo sin definirme en mi alcance. No se que soy. Es difícil no saberlo. Sobre todo después de lo que ocurrió aquella noche. Creo que fue un jueves.
El viernes tropecé con la verdad que sospechaba. O sea, su mentira. Debo darle gracias a la geografía... - o tal vez a mi navigator - pues choqué contra lo que quería. Contra quien conocía solo de oídas pero jamás había visto ni en fotos. Tenía forma de mujer y maneras de princesa. No sabría explicarlo. Quise darle las gracias. Quise darle el pésame. Quise felicitarla. Quise compararla. Pobre. No sabe que tras ese manto de perfecciones en la pose y en la lengua, existe un ser que ella a pesar de sus quince años de matrimonio desconoce. Bueno, ok, acepto, es lo que yo creo, porque es lo que él me ha dibujado, o como él se ha dibujado. Tal vez ante mí él es solo un boceto y ante ella es un lienzo impresionista. En fin, no me importa. Mi misión es otra. Mi lugar está detrás de la pantalla y pendiente a que no se vaya la corriente. Vuelvo a recordarme de Chávez y el petróleo que viene de Venezuela.
No hubo sábado. El sofá me fue tan incómodo que decidí salir con unas amistades. Una licencia que me tomé. Nada peligroso. La madre superiora - mi PC - no se pondrá brava si lo sabe. Creo que lo sospecha, pero no habla. Entonces me acordé de Zuckerberg y de como comenzó toda esta mierda. El comentario de él sobre aquel que era mío. Mi juicio intentando aniquilar el suyo. Una gracia. Un chiste. Unas buenas noches diferentes. Un ¿por qué no nos vemos y hablamos frente a frente? O un ven a mi casa que quiero presentarte unas amistades. Entonces fue que me recordé de mis ojos gastándose en la penumbra de todas las noches hasta las 3am, de mis acentos no puestos a causa de este teclado "americano" y alguna falta de ortografía por haber faltado a las clases de español en el Pre . Entonces fue que ví que sí, que no estaba, y que no era un sueño. Entonces fue que me di cuenta que estaba cansada y volví a recostarme en el sofá. La misma pose. Senos afuera pero con el short puesto y claro, ese pelo negro y rizado sobre mi frente. Mirando al display como un pintor que espero, inexistente, sin brocha y paleta. Entonces fue que ahora desperté.
Ya hoy es domingo y ha vuelto el ciclo infame de su ausencia.
muy hermoso!!!! ME ENCANTO <3
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