He cometido muchos robos en mi vida pero minúsculos todos.
Pasta de dientes al socio en el Pre, un par de fish stick a la tía del comedor de la Beca si se viraba de espaldas, un par de bolígrafos por aquí, un poco de hojas blancas para la Tesis por acá; más bien, y debo reconocerlo, han sido actos rateros. Fachos de poca monta. Debilidades en el alma; fisuras en la honestidad, perfectamente entendibles, justificables y perdonables si eres sorprendido.
También recuerdo que me faché un par de vasos de mantequilla del Comedor de la U1 cuando estaba en la ESVOC y además, un bombillo que alumbraba la chapa de una guagua, aunque este último no llegué a fachamerlo del todo, pues me cogieron con él en la mano, feliz y contento, de haber comenzado a conseguirme los hardwares necesarios para tener mi primer dancing light. Eso fue por allá por el 83.
Hurto como tal entonces no creo haber cometido, a excepción de uno que cometí durante años y años, al principio bien atapiñadito sin que nadie supiera nada, luego confiando en algunos que yo pensé eran de mi confianza, hasta que la cosa se supo pero como era un tipo encojonao y a todo el mundo se le jodía la computadora y el informático de la pincha no estaba para arreglar, sino para fumigar, la gente, temerosa de perder fotos y correos, acudían a mí, a salvar su preciado tesoro de las garras del desastre.
En fin a nadie le molestó durante mucho tiempo que yo me hubiese fachado una IP.
La internet llegó al Cayo por la Oficina de ETECSA. Era para los jefes y el enganche se hizo con el bunker de Pupo y Maiker, los informáticos.
- La cosa está mala flaco, tú quieres meternos en candela, me decían pero mi sed por saber vino desde el día en que un espermatozoide de mi padre fecundó un óvulo de la pura mía. Imposible renunciar a querer, a saber, a conocer, a utilizar. Imposible.
Con la IP fachada navegué por mucho tiempo. Aprendí todo lo que quise y pude, que fue bastante. Pupo, cuando le traían alguna computer con virus, prefería fumigarlas, o sea, reinstalarle el Windows y quien no anduviese piano alertando al negro de la necesidad de conservar las fotos y los contactos y alguna que otra pajarería personal, pecaba. Así fue que poco a poco me fui ganando mi clientela, yo era el primer eslabón en la cadena de contra-vectores, al extremo que cuando llegó el Sasser al Cayo, dediqué una noche a informarme, hasta que encontré el dichoso parche que pro tempore, nos salvó del descalabro. Salí diez días de vacaciones. Al regreso, había un caos en todas las computers con XP, pero la compu mía era inmune y todos querían saber porqué ella no sucumbió, mientras lidiaban, ingenuos, en fumigaciones a mansalva. Solo yo conocía el remedio y aplicarlo y ganarme un mayor respeto fue la misma cosa.
Elisa quedo asombrada y agradecida de haberle salvado sus cosas, pero no tenía un pelo de tonta y sí de bastante incondicional ante lo mal hecho, y supuso, de modo cierto claro, que haberme fajado contra el Sasser no era cosa de suerte y si de tener la pulpa clandestina.
Hasta ese día duró mi IP fachada y cualquier otra posible forma de conexión a la red de redes. No importaba que lo dedicara a sanos propósitos. No. No importaba que lo usara para bien, y no para mandar postalitas desde gusanito.com o consultar horóscopos, o leer los chismes de la farándula. No. Yo no estaba en la lista de los elegidos. No era Neo. Ni nunca lo sería.
Así fue como me convencí que lo que decía David Blanco en su canción era como un himno de resignación para los pobres y desposeídos: TENGO PARA DAR, PERO NO TE TOCA
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