Christian, con h. Es su marca personal y la defiende a capa y espada. Quizás porque, precisamente, su forma de ser y su personalidad han sido las dos grandes bazas con las que Christian Gálvez ha contado para hacerse un lugar destacado en el mundo de la televisión. Empezó a estudiar magisterio y nunca terminó la carrera. Tampoco tiene estudios de comunicación audiovisual y, a pesar de ello, es uno de los comunicadores que está más en forma en la televisión actual y tiene un Premio Ondas bajo el brazo. El autoaprendizaje fomentado en la observación, la curiosidad y la perseverancia le llevó primero a formar parte de la plantilla de Caiga quien caiga y, más tarde, a capitanear dos de los programas de más éxito en Telecinco: Pasapalabra y Tú sí que vales. Esa experiencia televisiva y de superación personal es la base de su libro Tienes talento, con el que, partiendo de su querido Leonardo da Vinci, da claves para que la gente pueda descubrir lo mejor de si mismo, y aprender a explotar y a canalizar el talento. Para él, “la fuga de talentos tiene que ser siempre una opción, no una obligación”. Gálvez tiene claro cómo le gustaría que le recordasen: “un tipo con espíritu renacentista, con más inquietudes de las que supo abarcar, apasionado de todo aquello que arrojaba un poco de luz y cuyo único rival era él mismo”.
-Empecemos con su Leonardo da Vinci. ¿Cuándo descubrió usted al genio renacentista y qué le atrajo de él?
-Lo descubrí por primera vez en el instituto, pero creo que había algo más de lo que nuestros ojos veían. Da Vinci puede ser uno de los personajes con los que la historia ha sido más injusta. No sólo fue el pintor renacentista que pintó La Gioconda. Fue a través de la curiosidad, de la observación, y a través de un viaje a Italia en el que descubrí muchas cosas, que me di cuenta de que Leonado hacía de todo menos pintar. Lo que sucede es que, de vez en cuando, pintaba (Sonríe).
-¿Tiene muchos nexos en común con él? Y ya le avanzo que no le estoy llamando genio…
-No creo que lo sea, no. Además, él tampoco se llamó genio a si mismo nunca; nosotros decimos que es un genio con una perspectiva de 500 años. Me siento identificado con él porque yo hice magisterio, estudié educación primaria, pero lo abandoné por luchar por un sueño. Nunca me formé como comunicador o como periodista, ha sido a través de la curiosidad, la observación, la demostración y la perseverancia, que son los métodos que utilizaba él, que he conseguido llegar hasta donde estoy.
-Autoformación pura y dura. ¿Es usted tan perfeccionista como aseguran que lo era él?
-Bastante, diría incluso que rozando la testarudez.
-¿Sus compañeros de productora le siguen considerando un líder?
-Sí. Lamentablemente hay dos tipos de líderes en una misma persona: el que uno quiere ser y el líder que ven los demás. Muchas veces no suelen coincidir.
-En su caso, el papel de líder fue asignado por los demás…
-Yo era el productor ejecutivo. Nunca me he considerado un líder como tal, pero sí que me considero un tío que rema para adelante. Me gusta construir un proyecto en equipo, y más si trabajas en algo que te apasiona. Eso, en los tiempos que corren, es un lujo.
-¿Qué cree que separa un genio de alguien que tiene una habilidad o un talento?
-Para empezar, el tiempo. Tus coetáneos no te van a decir que eres un genio; nosotros somos especialistas en ensalzar a los genios y luego tirarlos por un precipicio. La genialidad es una perspectiva en el espacio y en el tiempo. El talento lo descubres tú y la genialidad la descubren los demás, y normalmente no te lo dirán nunca a la cara.
-Asegura en su libro que no es ni mejor ni peor que otros presentadores, simplemente diferente. ¿En qué radica esa diferencia?
-Hablar de mis diferencias significaría poner en jaque las virtudes y los defectos de los demás. La única diferencia que quizás sí que te puedo decir es que, en televisión, siempre me he considerado un actor secundario, nunca un protagonista. Soy de los que piensa que el formato siempre está por encima del presentador; pienso que soy el claro ejemplo de presentador que ha recogido premios por grandes programas que antes han presentado otros grandes comunicadores.
-¿Por qué cree que se fijaron en usted, a pesar de no tener ningún tipo de formación audiovisual?
-Gracias a la curiosidad, la observación y, sobre todo, a la autoformación, conseguí hacerme un hueco en Caiga quien caiga. El programa era a la vez escuela y experiencia, fue la teoría y la práctica en un curso intensivo. Cuando me llamaron para hacer la prueba final de Pasapalabra fue porque era yo, tenía una personalidad propia, y, en dos años y medio, logré pasar de ser el chico del CQC a ser Christian Gálvez. Vieron que tenía facilidad para comunicarme con las personas y de generar empatía. También te digo que hoy, con una perspectiva de seis años, pienso "¡quién tuvo el valor de decidirse por mí!" (Sonríe).
-¿Pensó o le hicieron pensar en algún momento que no servía para la televisión?
-Siempre. Te lo hacen creer tus compañeros, la competencia, los foros de internet, etc. Al final, he tomado la determinación de prestarle atención sólo a las críticas constructivas. Las destructivas me tienen que resbalar mogollón…
-¿Qué aprendió en Caiga quien caiga?
-Lo que cuesta sacar tres o cuatro minutos de gloria en televisión. La gente veía los cuatro mejores minutos de un momento muy determinado. Para ello podías haber trabajado una hora y media, o 20 o 30 horas. Aprendí cuánto hay que sacrificarse para lograr esos minutos televisivos.
-Cita en el libro a su amigo Javier Labandón, de el grupo El Arrebato, quién asegura que la fama no te cambia, sino que te descubre. ¿A usted le ha cambiado más que descubierto?
-Sigo manteniendo los mismos amigos de la infancia y creo que son ellos los que deberían hablar. Intento ser siempre yo mismo, para bien o para mal, a quien le guste bien y a quien no, me da igual. Tengo cosas buenas y malas, como cuando la perseverancia se convierte en testarudez (Sonríe).
-Cuando sucede eso, ¿es su pareja quien le equilibra de nuevo?
-Sí. Almudena es la que me tiene que aguantar más y la que me hace ver las cosas desde otra perspectiva. Hay que confiar en los que te quieren y, sobre todo, saber escuchar, que es una de las cosas más importantes que aprendí en Caiga quien caiga. Nosotros íbamos siempre preparados con una pregunta de coña, pero el éxito estaba en la repregunta que hacías dependiendo de lo que te contestasen. Hay que saber aprender a escuchar a tu entorno y entender que no existe el fracaso porque todo lo que haces es reciclaje.
-En CQC solían hacer las preguntas incómodas. ¿Hay que ser valiente para ello?
-Bastantes trabas y muros nos pone ya la sociedad como para ponernos nosotros más. Había que intentarlo sabiendo que a veces conseguías cosas y otras veces no.
-Son seis años haciendo un programa como Pasapalabra que ya tenía una tradición anterior de la mano de Silvia Jato. ¿Cómo se motiva ante el reto de intentar ser creativo y gracioso con una fórmula que está tan trillada?
-Primero, con la hipoteca, después con el prestigio o el reconocimiento que te da presentar un formato como este, y luego ser consciente de la que está cayendo. ¡Cómo no te vas a motivar! Tengo la gran suerte de que cada día son concursantes y famosos diferentes, y muchos de ellos ya son incluso amigos.
-¿Está usted obsesionado con las palabras?
-No es una obsesión, no. Hice magisterio y ahora enseño, pero de otra manera (Sonríe). La mayor motivación es ponerte la lista de audiencia por la mañana y ver que la gente está ahí. ¡Hay gente que quiere que sigas haciendo eso! Eso es lo mejor.
-¿También piensa, como Risto Mejide, que la suerte es para los mediocres?
-Sí, porque no creo en la suerte. La suerte es para los mediocres, así que yo prefiero desear éxito. Aunque el éxito es una consecuencia, no un fin. Para mí, la suerte no existe, yo creo en la preparación más la oportunidad.
-¿Cómo gestionó los fracasos que también ha tenido en cine o en televisión?
-Al final, yo lo comparo todo con las historias de amor. Para estar feliz con quien estoy ahora, he pasado por muchos fracasos en mi vida. Si a mí me preguntas si volvería a pasar por todos ellos antes de llegar a lo que tengo ahora, te diré que sí. Los fracasos, tanto en la vida profesional como en la personal, siempre los he llevado hasta el extremo de defender la palabra honor. Si un programa de 13 capítulos es suprimido al quinto, yo voy a presentar ese quinto programa como si fuera la final del Mundial y jugara España. Primero, porque me pagan para ello, y segundo, porque muchas veces, que una cosa vaya bien o mal, tampoco depende del trabajo que tú estás haciendo. La gente debería tener más en consideración la palabra honor.
-No nos suelen preparar o formar para el fracaso. ¿Nuestro sistema educativo debería enseñarnos a afrontar esos momentos más duros?
-Faltan muchas cosas en nuestro sistema educativo. Hubo dos errores en el sistema educativo del pasado que ahora no se han subsanado. Uno fue que nos dieran a escoger entre ética o religión, pienso que las dos son obligatorias; y pienso que debería ser obligatorio estudiar historia de las religiones, no religión. Esto nos ayudaría a conocernos un poco mejor, ya que estamos acostumbrados a disgregarnos. Pienso que en el colegio nos engañaban cuando nos decían que sólo teníamos cinco sentidos. Se dejaron el sentido común, que es el que da sentido a todos los demás, y te prepara para el fracaso. Si nos preparasen de pequeños para ello, todos seríamos muchísimo más felices porque no tendríamos miedo al qué dirán. Eso ya lo hacía Leonardo en su tiempo.
-¿La búsqueda de audiencia en televisión está por encima del sentido común?
-Desgraciadamente, muchas veces sí. Por suerte, a mí no me salpica porque ni debes, ni puedes, ni quieres manipular un concurso. Si hablamos de la televisión en general, esas cosas pasan, no nos engañemos.
-¿Es de los que le dan extrema importancia a la palabra justicia?
-Siempre. Cuando veo que algo es injusto me enfado mucho, y cuando lo hago sólo me falta ponerme verde y quedarme en calzoncillos.
-¿Cree que se ha hecho alguna injusticia con algunos de los concursantes de Tú sí que vales?
-Sí, alguna vez he salido enfadado. Pero mi trabajo no es evaluar, mi punto de vista es tan subjetivo que me resulta muy difícil decir si alguien lo ha hecho bien o mal porque yo no sé hacerlo. Te puedo decir si me ha gustado o no. A veces, alguna valoración me ha parecido injusta, pero me tengo que callar porque mi criterio es muy subjetivo.
-¿El ser humano tiene algo de maldad hasta el punto que nos gusta ver como ponen a parir a los demás?
-Si, pero no hablo sólo del programa. En la vida real nos encanta ensalzar a los ídolos para luego convertirlos en arcángeles. Nos encanta. También te diré que en la época en la que ahora estamos viviendo, la gente quiere más buen rollo, le gusta ver como hay personas que triunfan y que cumplen un sueño.
-¿Estamos necesitados de referentes?
-Sí, que no de ídolos. Lo noto cuando me paran por la calle para preguntarme si se han llevado el premio. La gente quiere ver si se ha hecho justicia con algún concursante y se ha llevado un premio después de tantos programas.
-Si usted se tuviera que presentar a un programa como el Tú sí que vales, ¿qué haría encima del escenario?
-Nada, porque no me presentaría. Me miraría al espejo y sería consecuente con mis talentos. Pienso que los talentos que ahora mismo pueda tener no son juzgables.
-Nos confiesa en su libro que es una persona con muchísimas inquietudes, más de las que puede asumir. ¿Qué recomienda hacer con una situación así?
-Primero, saber dónde están los límites de cada uno; segundo, visualizar dónde se va a ver cada uno en unos cinco o diez años. Es el método Grow, que explico en el libro: las metas, la realidad, los objetivos…Tengo muchos proyectos; muchos de ellos los veo un poco utópicos a la hora de imaginármelos, y hay otros por los que lucho aunque no tengan que ver con televisión. Tengo una serie de obligaciones que son inapelables y luego hay otras cosas que me hacen ilusión, como escribir sobre Leonardo u otros proyectos literarios que tengo en mente. Intento abordarlos con pasión, perseverancia y, sobre todo, con mucha paciencia, porque nunca sabes por dónde van a salir. Lo que sí que le diría a la gente que tiene muchas inquietudes es que rememos todos en una misma dirección y que intentemos convertir la fuga de talentos en una opción y no en una obligación.
·······················
Compra el libro en Amazon.es:
Tienes talento: Descubre cómo sacar lo mejor de ti mismo de la mano de Leonardo da Vinci
Tienes talento: Descubre cómo sacar lo mejor de ti mismo de la mano de Leonardo da Vinci (versión kindle)
No hay comentarios:
Publicar un comentario