Por Boris L. García Cuartero
No soy un pelotero en potencia, sino un simple aficionado que cuando juega el team Cuba lo quiere ver ganar y lo mismo ocurre con mis Elefantes de Cienfuegos. Sería incapaz de dar aquí una valoración de estrategias o tácticas beisboleras, siquiera citar muchos nombres por temor a equívocos… me gusta nuestro deporte nacional y lo sufro o lo disfruto como cualquier cubano.
Tampoco soy tan tonto como para pasar por alto el comentario parcializado de los narradores, las malas decisiones de los árbitros –y no en esas jugadas de pura apreciación-, sino en aquellas que evidentemente se favorece a uno u otro, y lo digo aún a sabiendas de ser poco objetivo; pero entre lo peorcito de la serie Villa Clara vs Cienfuegos está la decisión arbitral y por supuesto, las malogradas conferencias de prensa al final de cada partido y en este caso peor me siento, pues trabajo en televisión.
Puede que sean desacertadas las decisiones de Iday Abreu –lo dicen aficionados que quizás pudieran dirigir un equipo de pelota-, a lo mejor es correcto tocar la bola cuando se le orienta al bateador hacer su función: batear, incluso, pudiera ser demasiado arriesgado mandar a robar cuando alguien de fuerza está en el home; que nuestros muchachos no han bateado lo suficiente y pasan y pasan las oportunidades sin anotaciones, todo esto es parte del disfrute y la querella por ganar…
Pero lo inaudito es que malas decisiones arbitrales –en esta o cualquier otra disciplina, ejemplos hay más que suficientes- contribuyan al éxito de uno o el otro equipo, y está pasando. El beisbol tiene sus reglas y entre esas está la omnipresencia de quienes deben impartir justicia, solo queda en compensación la reacción del público, que les irrespeta con la cubanísima rechifla o un hijo de puta a coro, como desafío al buen hablar, preconizado por la Real Academia Española de la Lengua.
Ambos conjuntos –y parciales- han sido víctimas y victimarios. En ese momento claro que la protesta es airada, más si corre por las venas la sangre que nos caracteriza y no justifico la indisciplina, mucho menos la violencia, pero de que jode, jode y los muy HP siguen tan tranquilos como si nada, es más botan del juego a Masantini el torero, por obra y gracia de ese reglamento que les hace omnipotentes.
Otra de lo peorcito son las mal llamadas conferencias de prensa. Falta de profesionalidad en la conducción, evidente escasez de luz en los lugares donde se realiza, chapucerías en el audio –con micrófono en vara a la vista de los televidentes- y para colmo personas incorrectamente vestidas completan el deslucimiento, trasmitido para Cuba y el resto del mundo, cuando debiera darnos vergüenza tal desatino… ¿quién las organiza? ¿nadie al siguiente día se propone rectificar los errores? ¿o es que el “lo mismo ocho que ochenta y ocho” ya no nos basta para lo interno, sino que también lo amplificamos más allá de nuestras fronteras?
Un colega del medio apareció en la más reciente en camiseta y al filo de las doce de la noche, el despistado “moderador” no pone una en darse cuenta de que está al aire y para completar sus desatinos, insistió una y otra vez en el decline cienfueguero al derecho universal de responder o no preguntas, como para sancionar la honorable posición –creo yo- asumida por la dirección de los Elefantes.
Nada, que el “chucho” en el cuarto juego fue para los cienfuegueros, por el “regalo” que nos hiciera el árbitro de primera, en el quinto episodio tocó a los villaclareños, por el episodio visto y revisto en TV en la tercera base, robada dos veces para el corredor –una por él y otra por el juez de la almohadilla.
Cualquiera que sea el ganador su afición lo disfruta, el resto es historia de la imperfección humana, unas veces por equívocos inconscientes, otra porque el hijoeputímetro anda a mil. Elefantes o Naranjas nos merecemos la victoria, en buena lid, los primeros por ser los mejores en la Serie y los segundos por la larga espera del título.., pero coño, que sean los atletas.
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