Charmaine, mi colega de trabajo, está enamorada y no hay nada de extraordinario en una mujer, en cualquier ser humano, por enamorarse; lo que sucede es que Charmaine es haitiana, no habla español y está enamorada de un cubano que no habla creole. Aclaro, el cubano no soy yo. Me gustaría hablar creole. Charmaine es preciosa, tiene una sonrisa escandalosamente eterna, parece divertida y tiene un cuerpo parecido a aquellos que dibujaba Wilson, y una piel como según dice la literatura era la de Cecilia Valdés.
Eduardo no sabe de este enamoramiento. O quizás sí, pero se hace el bobo. También hay que reconocer que Charmaine no es la única que está enamorada de él. Hay varias. Él es bello, alto, de espaldas anchas y con muy buena labia. Un tipico cubano. Le encantan las fiestas, es muy buen bailador de salsa y a menudo, cuando me cuenta donde estuvo la noche anterior, Charmaine me pregunta luego que era lo que me contaba y yo, hijo de puta, le añado villas y castillas a la historia. Me divierte hacerlo. Incluso le he dicho a ella que él ha dicho. Tan lindo, me comenta ella y yo reafirmo: Oh sí, hermoso.
Charmaine me recuerda una amiga cubana, de hecho, me recuerda a varias, incluso me recuerda a mi mismo, pero sin pipi, claro. En mi época de estudiante universitario no fueron pocas las que se enamoraron de mí, pero yo andaba muy concentrado en mis estudios y con un poco de temor aun por el sexo. Me gustaban las flaquitas por un tema de maniobrabilidad, y cuando aparecía una seis pies simplemente me hacía el chivo con tontera. La Pisabonito quiso violarme, no lo logró, pero esa es otra historia.
A veces creo que debí estudiar para cura, psicólogo o terapista de familia. No se que gracia divina ilumina a las del sexo opuesto a contarme sus historias, incluso a, en aras de ser entendidas, facilitarme sus correos electrónicos y password de facebook. De esos tengo como cuatro o cinco, y confieso que no me he divertido, aún, en hacerme pasar por alguna de ellas. Pero a esta amiga cubana a la cual hacía referencia, se la tengo pronosticada. Resulta ser que su Adonis, no se anda con tapujos a la hora de proclamar que mujer que le pone el ojo, le encaja la bala. A menudo proclama haber tenido treinta y dos relaciones cibernéticas y haber colaborado en más de cinco ocasiones con líneas aéreas en la compra de pasajes para quienes quieren conocerlo. El chico es duro. No le gusta moverse de donde está. No se que razones alega, pero es firme como una estatua.
Acerca de ello le hablaba a Charmaine no hace mucho, y ella me decía que nosotros los cubanos tenemos cierta gracia que no tiene nadie o un encanto que tienen pocos y que por norma general estamos bastante bien educados. Concuerdo con ella hasta cierto punto. He conocido y supongo que aun seguiré conociendo, personas en Cuba que no tienen ni gota de encanto y no saben quien fue Wilfredo Lam. "El proceso", por su parte, también se encargó de lanzar al ostracismo a otros cubanos grandes como Memé Solís y borrar de los libros de records, nombres como el de José Ariel Contreras. Esa, es una materia pendiente que aun tenemos, y no viene mucho al caso en esta historia.
Charmaine ayer me preguntó si todos los cubanos eran así, como Eduardo, pendejos para las mujeres y yo le aseguré que no, que al contrario, y ella con cierto aire de extroversión y desespero me pidio que la ayudara. Me gusta ese mulato, me dijo, y estoy al irle encima, y yo no pude menos que pensar si Charmaine no se estuviese ya cubanizando aquí en la Florida ésta pues su frase me sonó a cubana empecinada en lograr su macho.
Charmaine es una chica deliciosa, incluso creo que un par de tragos, ayudarían a Eduardo a decidirse. En eso me concentraré esta semana, en unir a esos dos y si él no quiere, bueno, quizás Charmaine cambie de rumbo, y enfile sus cañones al otro cubano que queda en el trabajo: Yo. Vamos a ver que tal me va. Luego les cuento.
(Escrito por Robero Ariel Lamelo Piñón)
(Escrito por Robero Ariel Lamelo Piñón)
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