El Estado cubano destina unos 29 mil pesos diarios para hacer llegar la merienda escolar a los alumnos de la secundaria básica en Cienfuegos. El programa, además de propiciar el balance calórico necesario a los muchachos, les retiene en los centros de enseñanza en sesión completa de clases y es una ayuda inestimable para los padres trabajadores y familias de bajos ingresos o en desventaja social.
Como todo proyecto, tiene defensores y detractores. Los primeros ven en la gratuidad otro de los beneficios de la sociedad socialista, pues reparte a todos por igual un alimento basado en yogurt de soya y pan con distintos embutidos o queso; para los segundos, además del despilfarro, está la insatisfacción de los estudiantes, que a esa edad demandan más por encontrarse en pleno desarrollo, sobre todo porque permanecen mucho tiempo en la escuela con apenas ese refrigerio en sus estómagos –son más los criterios de los padres.
A mi programa Cuentas Claras llevé este análisis. La merienda es repartida con una frecuencia mensual de 21 veces a once mil 986 escolares cienfuegueros cada día, con un costo promedio de 2´49 pesos en moneda nacional, en el horario de las doce meridiano. Luego de ingerirla, continuarán con sus programas de clases, bien de actividad en las aulas o de ejercicios en la asignatura de Educación Física.
Saque usted las cuentas y es Cienfuegos una provincia pequeña. Pero a los libros de asiento económico no va la enorme cantidad de alimentos que se desperdician, porque los adolescentes no la consumen o lo hacen a medias, y es lógico, porque luego de tres años con la misma rutina, algunos rechazan sus componentes, a veces regalados al compañero de aula, otras guardados para más tarde o simplemente a la basura.
Se sabe que otros destinos también tienen estos alimentos, que cuestan al Estado cubano, reitero, y son entregados de forma gratuita. Y es lamentable que terminen como suplemento dietético de animales de corral, como desperdicio o peor aún, fuente de ingresos “por la izquierda” para los inescrupulosos, aunque en las escuelas los comilones tengan la ventaja de repetir una y otra vez, como mismo lo hacen aquellos que viven en condiciones más precarias.
Los padres que pueden, llevan el almuerzo a sus hijos, o los propios estudiantes cargan con su sustento desde horas tempranas de la mañana, para unirlos a la merienda escolar o sencillamente ni tomar el refrigerio. Pero solo lo hacen aquellos que pueden –como ya dije- y el resto qué, cómo permanecer en la escuela sin algo sobre lo cual sostenerse…pues todos los días no hay dinero suficiente para acudir a merenderos estatales o los cuentapropistas, que ofrecen villas y castillas para paliar la vacuidad gástrica y de paso reforzar el negocio…
La merienda escolar es como una cánula abierta en vena si pensamos en términos económicos, pero si hacemos la cuenta en beneficio social, son indudables las ventajas para los bolsillos de la familia que vive de sus ingresos y que de otra forma tendrían que buscar más para la hora del almuerzo. Otros levantan sus manos a favor de repartir precisamente almuerzos a los estudiantes… pero significaría comedores, cocineros, auxiliares y alimentos… en fin ¿almuerzo o merienda? ¿economía o protección social? El dilema tiene respuestas, pero cuál será la acertada…
Por Boris L. García Cuartero
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