Conocí a Gladys una tarde de domingo. Cierto es que no vestía muy bien, vestía normal pero estaba bien maquillada y poseía unos bellos labios. Le encontré cierto parecido con Faye Dunaway, y a cada rato la miraba y ella me devolvía la mirada, mientras yo elucubraba en mi mente la idea de que yo le gusto a esa rubia pero no sabía como hacer para salir de donde estaba y ella ciertamente esperaba a alguien o venía a visitar a alguien.
Gladys era la puta de la Unidad Militar donde yo me encontraba y yo no lo sabía. Era la makinguara, como me dijo luego Leonel. La sacaleche brother, la sacaleche, pero yo era ajeno a esos placeres mundanos por aquel entonces. Me concentraba en portarme bien, salir de pase, ver fútbol y compartir con los amigos.
Las mujeres siempre me gustaron, claro, pero en ese tiempo prefería complacer a mis ojos y a mi corazón con alguna ex-colega del Nueva Creación o del Dimas Martinez y no con una guajirita. Pudiera citar algunos nombres de las que me alegraban el espíritu en esos tiempos pero no viene al caso en esta historia.
Un día, de regreso a Cienfuegos, cerca de las 3pm coincidí con Gladys en la guagua de Pepito Tey. Me saludó, ella desde su asiento, y yo se lo devolví, concuspicente, atorado entre otros guardias desde la escalerilla del ómnibus.
Me invitó a sentarme en sus piernas y yo accedí. Entre ir sentado en los muslos de una dama o ir parado y exprimido como hotdog entre machos sudorosos, preferí acceder a su invitación. No fue lenta ella en depositar mis manos sobre mis muslos, con sus dedos rozando mis entrepiernas y yo comencé a sentir el cosquilleo propio de una erección mientras, rápido, me afanaba en multiplicar mentalmente 365 x 248... pero fue inútil, sus dedos estaban muy cerca de mis genitales y por más que intenté con las ecuaciones simples y las complejas, el logaritmo que se me armó en la cabeza terminó por desarrollarse en toda su magnitud y cedí al encanto de la lujuria. Ella, consciente, aguardó el momento oportuno.
- Tengo los pies entumecidos... por qué no me cargas tú un rato? Ven.
Le dije que se sentara de lado pues quería conversar con ella. Me comentó que iba al Hospital a ver a una tía enferma. Me propuse a acompañarla. El Hospital es atrás de mi casa, le dije y ella sonrió y respondió: Ah que bien.
Fuimos caminando desde la Terminal hasta la Piscina Olímpica y conversando sobre cosas que ni siquiera recuerdo. Su pelo rubio era escandalosamente delicioso y sus labios me provocaban ciertas prisas juveniles en mis genitales y en todo mi sistema nervioso.
- Son las 4pm todavía, de aquí a las 5pm hay tiempo, me dijiste que vivías cerca,... quisiera tomar agua. Dónde es?
Le señalé el apartamento y me dijo: vamos que no aguanto más, tengo un calor en la garganta que me sofoca.
Mi madre había fallecido recientemente y mi padrastro siempre llegaba después de las 7pm, pero ese día quiso el destino que él se apareciera antes. Ya yo me encontraba sentado sobre la cama, y mi lengua andaba, exploradora y lambina, por los senos de la chica.
Fue, recuerdo, una feliz interrupción. Mi padrastro sacó de la chistera una botellita de menta, mientras en privado me decía que era un abusador porque estaba metiéndole caña al seco.
- La menta nunca te debe faltar Robe, esa es la tipa que le afloja las entendederas y las piernas a las mujeres.
Le ofreció que se quedara a comer con nosotros... conversó con ella un momento y le habló que él era, junto a su hermano Miguelito y Carlitos, quienes estaban reparando las iglesias de Pepito Tey, Guaos.. le hablo incluso acerca de él, de mí.
- No soy su padre, pero desde que él tenía 5 añitos me casé con su madre y es como mi hijo. Ella falleció hace poco, pero ésta es y seguirá siendo su casa.
Gladys debió advertir una devoción especial en él sobre mí. Debió advertir algo diferente y cuando cerré la puerta del cuarto no se volvió a desabrochar la blusa.
Me contó entonces que no tenía ninguna tía enferma en el Hospital. Que en realidad había ido a recoger unos análisis porque tenía gonorrea desde hace mucho tiempo y que nunca se la había curado pero que temía ya tuviera sífilis. Que un guardia de una Unidad Militar, hacía ocho años le había robado su tesoro más preciado y la había condenado para siempre a vivir como mariposa de reclutas. Su familia era muy católica y tradicional y en su pueblo todos los hombres la miraban con asco. Que sólo en las Unidades Militares, donde estaban otras personas de otras provincias, era que le interesaba tener sexo. Que un día planificó esta venganza y que a eso iba, a joder a otros. Otros como aquel otro que la había jodido a ella un día.
Se marchó de mi cuarto, de mi apartamento,... jamás volvió por la Unidad Militar. En jerga de guerra "El Carpin" me dijo que seguramente había trasladado su campo de operaciones ahora que yo la había descubierto. Me lo dijo un día, sentados en un surco de caña por allá por Paraíso, a la salida de Cienfuegos, escasos minutos después que nos llegara la noticia de un brote de gonorrea en el Pelotón de los Guajiros de Cruces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario