miércoles, 10 de julio de 2013

Bloguear dentro, bloguear fuera.... delito... libertad.

por Roberto A. Lamelo

      Esto de ser bloggero es un mogollón del carajo. Lo peor es que me lo estoy tomando en serio. Alguno me acusará de trendy, otros dirán que estoy aprovechando ahora que me quitaron la venda de la boca. Alguno se preguntará porqué no lo hice antes, o porqué no hablo en blancos y en negros, o porqué lo hago con tanta policromía... y bien, todos, en parte, tienen una parte de la razón.

Lo difícil de esta profesión - lo más cercana al periodismo que no estudié - según he ido aprendiendo en el camino, es que nunca quedas bien con nadie. No por gusto existe el refrán que reza: no soy monedita de oro... y yo, sinceramente, si me fuera a materializar un poco, a compararme con algún metal de esos, diría que soy de plata - por modestia claro - con un bañito de oro de apenas 14K, el mismo kilate de la cadenita que llevo colgada al cuello, regalo de mi abuela, que en paz descanse. No puedes quedar bien con nadie porque no existe el totalitarismo y la unidad en el pensamiento. 

Ya esa parte la viví - sufrí - durante mucho tiempo, a menudo remando contra la corriente o meando contra el ventilador, aunque ahora, algunos, me acusen de seguir con la tendencia miccionista con connotaciones mucho más graves, o digamos,  contraproducentes con el bajo de mis pantalones y mis zapatos, porque ya el chorrito no lo estoy tirando contra un VINCE,  artefacto con aspas giratorias que en su velocidad máxima, apenas daba fresco; si no porque ahora lo estoy haciendo contra un Samsung, o un Haier... ¡quién sabe!

Lo cierto es que, si exceptúo de este ataque de reproches a mi actividad moderna, mi novela de Peter y Maricela - gracias  a Dios nunca me dio por llevarla a una editorial - siempre escribí cosas con cierto sentido o enseñanza y traté de divulgarlas usando las herramientas que pude.  

En un momento no tan lejano como el 2009 usé mi libreta de direcciones del Outlook Express, en la cual tenía 465 contactos, para divulgar mi obra. Pronto me regañaron bajo el alegato que el correo electrónico no podía usarlo con esos fines, pues era de uso estrictamente laboral y eso - lo que yo estaba haciendo - violaba la Seguridad Informática, aunque en mi centro laboral, los que tenían Internet,  también la violaban ya que consultaban sin desmadre y con tapujos, www.revolico.com, www.gusanito.com, y www.putasfollando.com pero eran jefes y no pasaba nada. Esto lo supe el día que me monté un sniffer en mi computer - violando una vez más la Seguridad Informática,  controlando el tráfico desde cada IP de mi centro laboral y descubrí a que se dedicaban muchos. Fue cuando descubrí que de la totalidad de mis contactos, 65 - digamos - no estaban pa mi onda pseudo-literaria y que los otros 400 contactos restantes tampoco. A excepción de unos pocos, que provenían recientemente de la Universidad, a todos los demás le valía un comino lo que yo dijera o escribiera, si bien a mi, me importaba un soberano grano de arroz lo que ellos pensaran, cosa esta materializada el día que hicieron un concurso de literatura en mi centro laboral y mi obra concursante no estuvo ni entre las que recibieron mención. De la obra ganadora solo recuerdo que no pude pasar del 2do párrafo y yo me precio de bajarme buenos mecates. Ese día, algo frustrado, comprendí que no debí haber concursado sino haber sido JURADO UNICO. Lógico, si se tiene en cuenta que en mi centro laboral no había un periodista, un filólogo, y ningún graduado de Humanidades, a excepción de dos o tres Licenciados en Lengua y Literatura que, es justo aclararlo, no participaron en aquel concurso.

Mi obra, - en específico la que mandé al concurso - estaba algo fuera de los cánones de la literatura socialista complaciente del momento histórico - ¿cúal de ellos? - , y algo díficil de entender, aunque no había que darle mucho coco al asunto para entender al menos que se trataba de un profesor universitario al cual no le alcanzaba su salario en moneda nacional, y un buen día se dedicó a vender, entre otras cosas, pan con minuta en los carnavales y calienticos en el centro laboral de su esposa, un hotel de 5 estrellas. Aclaro, la descripción que hice de la esposa del sujeto, se correspondía exactamente con la de mi Ex Gerente. Tal vez por eso fue que no me dieron el Primer Premio.

También un día, del 2010 creo, quise presentarme a un concurso literario en Cienfuegos. Un amigo que pertenecía al gremio me aseguró que algunas de las cosas que yo le había mostrado tenían "sustancia"  no solo para competir, si no también ganar, pero que para "asegurarme" tenía que "entrar" por la UNEAC, o sea, hacerme miembro, o al menos contar con la aprobración de la institución y se ofreció para presentarme al hombre duro en el territorio. Yo que siempre he confiado en que los intelectuales que dirigen tienen dos dedos de frente, fui al encuentro para percatarme que estaba equivocado: "el tipo"  me dijo que no me conocía - lógico, no dijo nada nuevo, eso yo mismo lo sabía - que tendría que revisar mi obra, que se la diera toda en un disco para el dársela a alguien que le tirara un vistazo . Yo le aseguré que no le daría TODA mi obra, por cuanto, yo no conocía ni a ese alguien ni a él siquiera, ... que podía ocurrir un plagio. El, rápido, ripostó con un ¿quién te crees que eres, que a los 40 años vienes a dártelas de García Marquez? Yo sin gota de miedo le hablé de Gunter Grass y de Saramago; él. asustado, me dijo que para concursar, yo tenía que, primero, pasar por algunos talleres literarios, en los cuales, a la sombra de un naranjal o de una mata de guásima, leyera fragmentos a mis tertualianos entre sorbos de café o un té de cañasanta (esta escena me la dibujé yo en la mente cuando el hombre me habló de esos talleres, los cuales respeto absolutamente) Yo le dije que no tenía tiempo para esos talleres - en verdad no lo tenía - y él me mandó intelectualmente para el carajo dándome la espalda. Yo sin sentimiento de culpa alguno me alejé del lugar, recordándome que en la primera editorial que Coelho presentó El Alquimista, también le habían dado el bate.  

Es por ello que cuando me miro y toco - como Juan - puedo decir que sí, que siempre "hablé" - o escribí - y denuncié, en este caso aunque fuera de un modo tan pendejo como hablar de un teacher universitario convertido en merolico o acudiendo a un encuentro fortuíto con un dirigente provincial de la UNEAC.

En estos años en que aprendí a pensar, siempre fui identificado como problemático, algo revoltoso y desubicado, cuando ellos, casi todos ellos, y por un amplísmo margen eran los que estaban desubicados.

Lo triste, lo peor, es que todavía lo están o lo disimulan. E incluyo aquí con toda la jerarquía que se merece al tipo de la UNEAC.

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