sábado, 9 de febrero de 2013

MATAR LA REVOLUCIÓN Y AL DISIDENTE, INCLUSO AL QUE CRITICA ARRÁNCALE LOS DIENTES.


En política las cosas no son tan sencillas como a simple vista nos pueden parecer. Un discurso genial, una prosa envidiable y una respuesta para todo en una entrevista, la puede tener cualquiera. Cualquiera puede tener un día lúcido, y en un día malo de otro, pegarlo contra la pared, o propinarle un K.O fulminante, pero eso, es mucho más sencillo que adentrarse en el mundo de la política. 

Una de las razones por las que voy aprendiendo a tomar estos asuntos viéndolos desde otra óptica, es porque los golpes enseñan, y no sólo golpes recibidos, sino esos golpes que reciben otros, que después del primer K.O, intentan comerse el mundo, ignorando que cuando nosotros vamos, ya vienen otros de vuelta, y que todo, incluso la política, estaba inventada antes de nosotros nacer. 

En un lenguaje violento se manifiestan algunos, blasfeman algunas verdades y luego confundidos en sus propias palabras, reculan y ponen la marcha atrás, y viven con el temor de represalias que nadie toma contra ellos, más que sus propios fantasmas asustadizos que los castigan después de haber metido la pata. Otros, piensan que son un poco más listos y que al final puede coquetear un poco con un discurso ambivalente, intentando jugar el juego de no definirse en ningún bando, y así poder estar con todos y con nadie, pero también estos últimos, se olvidan de que cuando ellos iban, ya había otros que venían de vuelta.

Matar a la Revolución, tarea de primera línea de quienes se oponen a ella, ha venido a convertirse en una misión donde cualquier peón puede ser sacrificado sin mirar quien es, ni cuales son sus posibles intenciones. Y por otro lado, a aquellos que defienden la Revolución, tampoco les tiembla la mano para hacer desaparecer al peón o aniquilarlo mediante la anulación de su imagen, siempre manchada por los dólares recibido de los reyes, en este juego de movida de piezas sobre el tablero. 

Cuando dentro de Cuba, alguien alza la voz, o manifiesta alguna inconformidad que haga pensar a los políticos de dentro, entonces, sin ni siquiera esperar por el crecimiento de la figura, vienen los de fuera y lo convierten en líder indiscutible de la disidencia, o le otorgan títulos inexistentes, o lo presentan como el posible presidente de una nación, de un país de once millones y donde, por las razones que sean, apenas lo conocen cuatro gatos. 

Sencillamente, lo están condenando a muerte, y no me refiero a una muerte física, sino a la muerte cívica, ni siquiera política, porque en muchos casos, el tiempo efímero de su existencia, no es suficiente para alcanzar esta condición. Y se los intentan ganar con elogios, con ofertas, con entrevistas donde le obligan a tomar una posición clara, donde deben ser más astutos que serpientes para salir de las mismas y donde deben mostrarse además, mansos como palomas, porque de lo contrario, los reyes jamás confiarían en ellos. 

Esto ha ocurrido así siempre, es un juego donde esos que dicen apoyarte, son los que te conducen a la guillotina cívica, repito. Ellos no aceptaron que los Aldeanos dijeran que lo de ellos no era política, no aceptaron que los Aldeanos dijeran que en el mundo entero había problemas, no aceptaron, porque las únicas palabras permisibles eran las de Abajo Castro, Abajo la Revolución, aún conociendo que ellos regresarían, y aún conociendo, de que por derecho libre del pensamiento, y la tan cacareada democracia, cada persona tiene el derecho de pensar y de situarse en el punto político que entienda conveniente, incluso, puede rechazar totalmente todo lo que tenga que ver con política. 

La idea, al parecer, viene a ser la misma de todas las guerras y conflictos, esperar a que los bandos opuestos se destruyan entre sí, para luego, alzarse los que vienen cuando otros van, con la victoria. 
Lo lamentable de todo esto, es el hecho de que en la historia, he podido estudiar con tristeza, como muy buenos peones han sido sacrificados, los ha matado su ego, su simpleza de análisis, los elogios recibidos, el creerse cosas, el desconocer cuestiones elementales que rigen en verdad los países y que van más mucho más allá de esa famosa libertad de expresión, que ahora parece ser el centro de todo. 
Detrás de toda esta libertad concedida, está el fundamento económico que mueve al mundo, y con ese fundamento no se juega, es inalterable. Pongamos un ejemplo sencillo.

El político Antonio, se alza con una victoria y logra situarse con su modelo de corte liberal al frente de un país X. Antonio quiere mejoras para su pueblo, Antonio, quiere la libertad de prensa, cinco o seis partidos, y no a los presos políticos etc. Bravo por Antonio. Pasado un mes, Antonio se enfrenta a una situación que ni él ni su partido saben como resolver. Antonio necesita préstamos, necesita levantar la economía porque de lo contrario, la gente se le morirá de hambre, ya no puede mantener los servicios de salud gratuito, ya no puede mantener las escuelas gratuitas, me refiero a las universidades, ya ese pueblo no se conforma con un salario de 15 dólares al mes, y Antonio no tiene de donde sacar el dinero. 

El partido de Antonio acude a los préstamos internacionales, llámese el banco como se llame, vamos a decirle los reyes, Antonio acude a los reyes y los reyes le dicen a Antonio que lo entienden y que le prestarán el dinero, pero con condiciones. 

¿Y cuáles son las condiciones?

Las empresas deben ser rentables, para eso debes reducir la plantilla, más de la mitad de los trabajadores para la calle. Si Antonio quería sindicatos no gubernamentales, ahora tiene que aceptar que los reyes prestamistas le digan que ni eso, ni siquiera sindicatos pueden tener. Ahora el estado no puede favorecer a empleado alguno, ahora se debe cambiar esto, y lo otro y lo otro etc. 

Antonio entiende que sólo tiene dos opciones, aceptar todo lo que los reyes le dicen, o nuevamente convertirse en un disidente, esta vez, cansado, traicionado, pero claro, con derecho a huelga y dispuesto a recibir los posibles palos, que dolerán más, porque ahora se los dará quien él creyó le apoyaría. 

A esto le sumamos que, el pueblo que antes apoyo a Antonio, ahora se volverá en su contra. 

Más pudiera escribir pero por ahora, es todo. 

Hace unos días me interesó mucho la noticia de que Eliecer Ávila había viajado para conocer el mundo, fue lo que dijo antes de salir de Cuba. Me remito a sus palabras y fueron que por sobre todas las cosas, conocería el mundo, otra realidad, y esto es válido, por supuesto, y ojalá que pueda no sólo conocer la Europa de Suecia y de Inglaterra, sino también la España actual, Grecia, Italia y si le resulta posible algún país de la antigua Yugoslavia, claro que también sería importante, desde donde quiera que esté, y más aún fuera de Cuba,  acercase a la historia de los países de América Latina, a su actual situación, también está África en el mundo, y Asia. 

Sin embargo hace dos días, otro medio internacional informó que el disidente Eliecer Ávila era el primer disidente cubano que abandonaba el país con la reforma migratoria, pero no bastó con esto, en esa primera entrevista a distancia que le hacen, más que interesarse por su vida y esas sanas experiencias que adquirirá con su visita, le preguntan por un mensaje para Alarcón, porque hay que matar a la Revolución a cualquier precio, incluso sacrificando al disidente. Por otro lado, un bloguero izquierdista, al parecer extremo, dijo que Eliecer había sido invitado por fascistas suecos de derecha, es decir, más de lo mismo.

Si dentro de Cuba, algún periodista del gobierno, se atreve a realizar una crítica en algún blog, una crítica que roce el límite de lo calculado como límite, tanto dentro como fuera, antes de que los blogueros del gobierno cubano reaccionen, disparan con un título más provocativo la misma noticia, todos los diarios de Miami, convirtiendo al periodista en héroe, mártir o disidente, pero siempre van más allá, lo llaman, lo entrevistan y lo obligan a definirse.

Por eso amigos, el asunto es mucho más complicado que el de forzar a  la gente dentro de la isla a que digan o no digan la verdad, esto es un proceso, un proceso complejo que requiere de muchas más variables de las que ahora tenemos, hay que contribuir a la formación de una población entera, que aprenda a discernir las noticias sin intermediario. Una población que sepa protegerse así misma, individuo por individuo, familia por familia. 

Hoy existe ese problema en el mundo de internet, los que vivimos aquí, los sabemos bien, sabemos que tenemos que proteger a nuestros hijos y hasta nosotros mismos de todo lo que aparece en la red, y que no es el estado, sino nosotros quienes somos responsables.

Por eso, es irracional forzar la aparición de líderes, es ridículo hacer a los hombres creerse lo que no son, es ridículo fabricar héroes, cuando los líderes surgen de los pueblos, nacen en las grandes crisis, son el resultado de las situaciones extremas y sobre todas las cosas, los líderes crecen, se desarrollan y sólo se les llama por su nombre “líder”, cuando cuentan por lo menos con un grupo de seguidores reales, esos que estarían dispuestos a seguirlo hasta el fin, hasta la muerte si fuese necesario.  

Confieso que hasta el día de hoy, he visto más el intento forzoso que el crecimiento natural.

Hoy tal vez no me des la razón, pero este no es uno de esos escritos para buscar un ME GUSTA de Facebook. Es para decirte, de que cuando tratamos asuntos donde ponemos tantas cosas en juego, debemos andarnos con mucho cuidado, no vaya a resultar que nos ocurra muy parecido a lo que le ocurrió a los mambises y a los españoles, que después de tanta sangre derramada y tanta necedad política, vio Bonifacio Byrne al llegar al puerto, al lado de la bandera cubana, la de los Estados Unidos, y entonces, no pudo más que escribir una poesía, porque ya no había sangre, y el cansancio de la guerra los había dominado a todos.

Hermanos, cada cual hace lo que puede, no sacrifiquemos a nadie, cuando nosotros no hemos sido capaces de hacerlo.

Pero no te equivoques, QUE NUESTROS MUERTOS ALZANDO LOS BRAZOS. LA SABRÁN DEFENDER TODAVÍA.

Escrito por Liber Y. Barrueta Martínez

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