para tí, ... te lo debía. Gracias.
Era jueves, aunque puede ser que quizás fuese sábado. Con seguridad no era domingo. Andábamos todos buscando chicas con la cual compartir la noche. Acaso un baile, una mano más abajo de la cintura, un beso, un sexo fugaz y no te conozco mañana.
Yo buscaba la música, salir de la rutina, escuchar la brisa de la bahía, quitarme la nota en Rancho Luna luego, a las 3am. Una historia para vivir. Havana Club para celebrar. Una conversación placentera. Un chucho. Amigos. Vida. Robarle permiso al reloj y a mi cuerpo. Llegar a la casa, acostarme, y levantarme a las 4 y media. Horas después la oficina, el cuadre del papeleo, los números. Era feliz.
Ese día te conocí por segunda vez. Confieso que no te había visto nunca salvo en algún sueño, o en una imagen fugaz del carnaval pasado. Como equivocarme o confundirme. Resaltabas por encima de todas. Eras diferente. Te expresabas diferente. Caminabas diferente. Tu pelo era diferente. Olías diferente. No tenía con quien compararte, salvo con tu hermana, y tu rostro a las 9.00pm era el clamor de victoria en los bancos del Prado, la disputa y la apuesta por aquilatarte los espacios, por acaparar tus minutos, por violentar tu importancia.
Solo que nos confundimos.
Esa noche tú fuiste a parar al deseo aferrado de alguien que no supo valorarte, mucho menos merecerte. Yo me quedé a la retaguardia, escudando mi timidez tras un par de tragos en la barra del Bar Rojo. Mediando entre tu virgen firmeza y la estupidez cromañona de mi amigo por conquistarte al seco, sin una palabra, sin sacarte a bailar, exigiéndote el empate, de modo pagadero por el viaje de 16 kilómetros, por haberte llevado a la Disco más high de la ciudad.
Fui un tonto cuando quise ser imparcial y me moví sin recriminación hacia un lado opuesto al tuyo. Quise medir, zanjar y resulté torpe.
Te abandoné, tras la caricia de aquella madrugada llena de mosquitos y fría a la orilla de la playa, sin el más mínimo sabor de reproche ni de sal en mi boca. Si acaso una envidia, un desvarío, un que me importa, no la conozco. Nada de mano en la cintura ni por debajo de esta. Nada de sexo fugaz ni temerario o acompasado por las olas o recostado a la mata de uvas. Nada de hipotermia. No hubo nada. Nada. Solo el no olvidarte nunca. El saber que, cuando te reencontré 25 años después, tras comentarios y posts en un muro de Facebook, tenía que pedirte el perdón por aquella noche de tristeza y para el olvido.
Hoy creo, sin miedos, que la vida me jugó una mala pasada ese día. Recuerdo que fue miércoles,.. es posible que haya sido un martes. El único detalle que preciso con certeza de esa noche es aquella canción que nos acompañó la única pieza que jamás bailé contigo: Guardami sono un fiore. Be' non proprio cosi', ridi pure, ma non ho piu' paure di restare...
No hay comentarios:
Publicar un comentario