Por: Yanko Bermúdez Villa.
Hace casi un año
ya, tuve la “suerte” de unirme a ese inmenso grupo de personas que, en algún
momento, abandonamos todo lo importante que tenemos en la vida, solo para
perseguir un sueño que no siempre alcanzamos. Abandoné mi país, mis amigos, mis
costumbres, mi cultura, mi propia vida. Todos los días me pregunto si realmente
valió la pena haber deseado tanto esto, para ahora sentirme así, tan necesitado
de todo aquello que ya no tengo.
Muchos tomamos esa decisión, ahora somos emigrantes.
Todos los países del mundo, me atrevería a asegurar, han pasado por la
experiencia de acoger a un extranjero, o despedir a uno de los suyos, que por
motivos muchas veces ni siquiera relacionados con la política, como el mío,
decidimos dejar detrás el calor de la patria que nos vio nacer.
Allá, en mi tierra,
en mi país, aún tengo familia, una gran parte de ella, la más importante además,
mi hijo. A pesar de todo, he tenido una oportunidad que muchos no tienen, desde
que salí, he regresado varias veces, la verdad es que si no fuera no hubiera
soportado estar aquí y así ya me hubiera quedado allá.
Siempre me golpea sobremanera la despedida,
los rostros de tristeza de todos los que me quieren, eso sin contar con el mío
que no me lo veo, realmente son momentos desesperantes. Es muy duro sentir cómo
tu vida se detiene a medida que caminas hacia la puerta de un avión, que sabes
muy bien, te alejará de ese lugar de
donde ahora, no quisieras haberte ido nunca, y será entonces, pasado un tiempo
que no sabes cuál será, que comenzará a fluir nuevamente esa adrenalina por tu
cuerpo gracias al regreso, por ver los primeros árboles, o las costas de ese
lugar donde encontrarás nuevamente lo que un día dejaste.
Pero el tiempo no se
detuvo ahí, solo lo hizo para ti, para que lucharas en otro lugar por eso que
te llevó a irte, pero para los que se quedan, la vida continúa, y es entonces
que te das cuenta de que ya nada es igual, las cosas no están como las dejaste.
Mucha gente te extrañó, lloraron por ti, te sufrieron más de lo que hubieras
pensado, y eso causa heridas que no curan fácilmente.
En mi caso muy
particular, hay una personita que es quien más me retiene, quien más me hace
regresar una y otra vez, quien no permite que mi mente pase un día completo aquí
donde estoy, sino que insiste todo el tiempo en estar allá junto a él, mi hijo.
Es además quien menos entiende mis motivos, solo comprende que me necesita, me
piensa, y recuerda que cuando termine su día en el colegio y llegue a la casa,
no me va a encontrar, no estaré ahí para ayudarlo a hacer sus deberes, para
jugar con él, o para dormirse a mi lado como en una época hizo, ese “pequeño
man” que cada vez que me habla por teléfono, lo primero que pregunta es cuántos
días faltan para que regrese y juegue con él.
Cómo hacerlo entender, cómo
borrar todos esos momentos tristes de su vida para siempre. Tal parece que es
verdad lo que dice el grupo Buena Fe en su canción, “nunca te irás del todo”,
siempre va a haber algo que te haga querer regresar, algo que te provoque dolor
solo de recordar de donde saliste, en el caso mío muy particular, es que “MI HIJO NUNCA QUIERE QUE ME VAYA”.
A ti mi pequeño,
eterno dueño de mi vida y mis sueños. Te amo.
Hermoso Yanko, muy hermoso, y tan real..... hilmary liriano
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