Juan Francés cree que el sector lobista en España se ha de regular para ser más transparente David Palacios
En la trastienda de la política se esconde la figura del lobista, que participa de forma discreta en el proceso de aprobación de cada ley para que se favorezcan sus intereses. Legítima o ilegítima, es una práctica llena de sombras y sin control alguno en España. Juan Francés fue jefe de prensa del secretario de Estado de Economía Manuel Campa entre 2009 y 2011. Su paso por las altas instancias del Estado le permitió conocer de cerca la actividad de los grupos de presión y ahora cuenta en un libro (¡Que vienen los lobbies!) la relación tan fluida que existe entre estos grupos de presión y los gobiernos.
-¿Por qué los lobbies cuentan con tan poca popularidad?
Existe un aspecto cultural, ya que en España no hay la tradición de transparencia en la relación de los responsables públicos con sus ciudadanos y la gestión del proceso de toma de decisiones es opaca. Los anglosajones son mucho más conscientes que las empresas de sus países hacen una actividad lobística para defender sus intereses; las empresas españoles o italianas hacen el mismo lobby, pero aquí no se dice. La zona de sombra en la que se mueven los lobbies, unido a la confusión de los ciudadanos sobre lo que realmente son, genera esa mala imagen.
-¿Esa opacidad se traduce en prácticas poco éticas?
Siempre se pueden producir irregularidades, pero la gran mayoría de los lobbies que operan en España son legítimos y profesionales y defienden un interés particular ante el poder de turno. Traspasar ese punto sería ya entrar en el tráfico de influencias. Si avanzáramos hacia un proceso más transparente podríamos eliminar todas las irregularidades y separar las prácticas que son lícitas y las que no lo son.
-¿Detrás de la aprobación de una ley se esconde un lobby?
Lo reconocen los propios responsables públicos y los diputados. Muchos veteranos en el Congreso de los Diputados afirman que no conocen ni una sola ley que se haya aprobado en las últimas décadas que no haya sido objeto de una presión intensa por parte de los lobbies. Las leyes las escriben los políticos y los responsables técnicos, pero también intervienen de una manera muy importante los grupos de presión.
-Su influencia se traslada en la presentación por parte de los políticos de informes hechos por ellos mismos…
En muchas ocasiones los diputados pueden estar de acuerdo con lo que les plantea un grupo de interés, pero por falta de medios y de tiempo les piden a esos grupos que se lo escriban en papel. Y lo presentan tal cual, con artículos redactados íntegramente por los grupos de presión. Los lobbies no centran la atención en un partido político en concreto, sino que hablan con todos y en ocasiones se presentan 200 enmiendas, de las cuales 150 son repetidas, aunque las hayan presentado diferentes partidos políticos. También se han dado situaciones donde el Consejo de Ministros ha analizado un informe con el logotipo de una empresa u organización empresarial. Esto es una realidad de la vida política diaria y una de las formas de avanzar en este terreno sería creando una etiqueta que identificara aquellas enmiendas presentadas por los grupos parlamentarios por iniciativa o impulso de un lobby.
-¿Los lobbies pueden llegar a paralizar leyes?
Tienen tanta capacidad de presión que, según las circunstancias políticas, la fortaleza o debilidad del gobierno de turno y la necesidad de recurrir a otros partidos para apoyar una ley es aprovechada por los grupos de presión para manejar la situación y jugar en su propio beneficio y derribar aquellos proyectos que van contra sus intereses. Por ejemplo, estamos viendo como estos días el Ministerio de Industria está desarrollando una legislación en materia de regulación del sector eléctrico. Y está generando una presión y una respuesta crítica muy importante por parte de las empresas del sector.
-¿Quiénes son sus interlocutores?
Tienen capacidad de interlocución a todos los niveles, aunque depende del objetivo estratégico de la campaña del lobby y de los contactos y capacidad de presión. Para una legislación que desarrolla un ministerio en concreto, un grupo de presión puede contactar tanto con el ministro, el secretario de estado, el director general, el subdirector o incluso hasta con la secretaria. Todos estos contactos son útiles a la hora de desarrollar sus objetivos y, dependiendo del perfil del interlocutor, modularán sus mensajes de una forma más técnica o política.
-¿Qué industrias ejercen más lobby en España?
Los sectores más representativos de la economía española, las principales compañías integradas en el Ibex 35 o las organizaciones empresariales son algunos de los lobbies más poderosos porque son los que tienen más recursos y, por tanto, más capacidad de influencia. Pero no son los únicos. Dependiendo del momento político existen otro tipo de grupos de presión sin ánimo de lucro o con intereses más sociales que tienen una capacidad de presión realmente significativa.
-¿La Plataforma de Afectados por la Hipoteca o por las preferentes podrían considerarse lobbies?
Sí, sin duda. El intento de influir al poder que está realizando la PAH es lobby puro y duro. Es legítimo y válido.
-¿Qué formaciones políticas son más próximas a los grupos de presión?
Hay algunos partidos que en los más de 30 años de democracia se han significado por su especial cercanía por los grupos de presión. Aun así, la experiencia demuestra que los grupos de presión tienen capacidad de influir en todos los partidos políticos y no hay un lobby solo con los gobiernos conservadores que desparece con los gobiernos progresistas. La realidad es que los grupos de presión son capaces de ejercer su influencia en todos los gobiernos, sean del color que sean.
-¿Es casual que muchos ministros acaben siempre como consejeros en grandes empresas?
No, en absoluto. Cuando un ex presidente de gobierno o ex ministro ficha por una empresa privada, entiendo que la empresa no sólo les contrata por su agenda de contactos, sino porque su actividad tiene un valor añadido para la empresa. Lo que pasa desapercibo en los medios de comunicación es un trabase que se produce en una escala jerárquica más baja, como es el caso de directores generales, asesores o vocales, que pasan del ámbito público a empresas privadas sin ningún tipo de periodo de incompatibilidad. Lo mismo sucede con los diputados y senadores, que pueden abandonar su acta y al día siguiente montar un despacho y tratar hacer lobby con los que han sido sus compañeros.
-¿Cuánto dinero mueve esta industria en España?
Es difícil saberlo, ya que no hay ninguna regulación ni registro. Por el contrario, sí que podemos tener una aproximación a lo que destinan las empresas en hacer lobby a nivel europeo. Es paradójico, por tanto, que sepamos cuánto dinero destina Telefónica a hacer lobby en la Unión Europea pero no en nuestro país. En EE.UU, las empresas lobistas facturaron 3.500 millones de dólares en este último año.
-La opacidad y falta de transparencia urgen una regulación de este en nuestro país…
Sin duda. Todavía no hemos conseguido avanzar en una regulación en este sentido. En EE.UU., la primera ley sobre esta materia se aprobó en el 1946 y aquí, hace unos meses el presidente del gobierno anunció de una próxima regulación de la actividad. Espero que por fin se haga realidad y así haya más transparencia.
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