POR ROBERTO ARIEL LAMELO PIÑÓN
Me gustaría no sentirme culpable en lo absoluto, o quizás ser otro distinto, más abierto a la contemporaneidad de las cosas que me rodean, pero la verdad es que me es difícil juzgar fenómenos sin elementos suficientes. Apenas dos meses llevo acá en USA y es cierto que he sentido mucho peso encima, demasiado, o ahora, tal vez, poco.
También he sentido la necesidad de expresarme por momentos, de no engañar a nadie, de creer saber cuanto de verdad tenían las palabras de quienes desde Cuba nos alertaban. Yo hubiese querido que las cosas hubiesen sido de otra manera. También quiero, y esto va dirigido a quienes me han sugerido que hable de otras cosas, expresarme sin denuedos, sin ataduras, sin vergüenzas.
Esto es algo que reconozco es necesario. ¿Cómo expresarme sin mentiras, sin temores? ¿Cómo criticar la verdad engañosa o estrafalaria de cada minúscula mentira que nos rodea? ¿Cómo puedo pensar que este pedazo de pan es lo que “me toca”? ¿Cómo puedo creer que aquel tiene más que yo? ¿Cómo puedo contentarme con tan poco; pensar que mi oportunidad está al doblar de la esquina? ¿Cómo puedo soltar esta cruz que llevo al hombro? ¿Cómo debo convencerme que no es más pesada que la que llevas tú, amigo mío desde hace un año? ¿Cómo puedo sentirme privilegiado por una libertad ridícula? ¿Cómo no extrañarte amor de barrio, venerado viejito en la esquina sentado que sostiene un diminuto vaso con ron ahogador de penas? ¿Cómo no recordarte bolero de Orlando Contreras? ¿Cómo olvidarte, grito y mala palabra que acompaña la ficha que se pone sobre el tablero?
¿Dónde esta la maldita justicia terrenal, si acaso Dios debe empeñarse en otras cosas mas urgentes? ¿Dónde estas tú, amigo mío…, que me prometiste lo que no podías y que en honor a la amistad y el cariño que te profeso no debiste prometerme? ¿Dónde está el agua, la luz, el cielo, la tierra? ¿Dónde está la palabra tierna, la mano, el número de teléfono para que llames y te atiendan? ¿Dónde está el cariño de mi padre, de tu tía, de mi hermana, de nuestros abuelos? ¿Por qué me escondes la mentira? ¿Por qué la verdad se me hace tan esquiva?
Yo quisiera escribir de todas estas cosas. Me gustaría poder complacer a cada uno de mis archideclarados enemigos de causa. Prefiero obviar sus existencias, sus perfidias clandestinas, su risa apagada en cigarrillos mañaneros. Prefiero creer que la bondad del futuro comienza por forjarse en cada una de nuestras manos. El pasado está ahí. Referencia cercana a nuestro presente. Materia aprendida. Consejo dado. Piedra con la cual ya tropezamos.
Puedo sentir las diferencias. Puedo incluso expresarlas, pero cada uno de nosotros lleva dentro la razón que le acompaña y yo no soy quien para hablar por los demás. Prefiero hablar por mi, expresar mis dudas, que sé son las de muchos. NO quiero inventarme un premio de lotería, no quiero vivir en un auto y bañarme en casa de amigos, para poder ahorrar el dinero de un viaje de regreso a mi tierra y allá mostrar una prosperidad ficticia que ninguno puede comprobar.
Prefiero ser yo. Útil. Acaso tú. Acaso él. Siempre. Nunca. Todos. Yo Mismo.
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