Pasa con las tetas como con las armas, existen razones de ambos lados para suprimirlas. Y no se trata de eliminar los pechos, como le ha dado por hacer a algunas feministas extremas, sino de ajustarse sin mayores remordimientos a lo que hay, “un par de tetas naturales”, esas que al final, les vienen a las féminas por naturaleza.
Lo que ocurre es que es tanta la cantidad de tetas operadas e infladas que vemos a diario, aun sin quererlo, que al igual que sucede con las armas en los Estados Unidos, nos parece imposible regresar a ese mundo previo de tetas naturales. Mundo interesante, donde ambos, el admirador de los pechos y la portadora, se esforzaban no sólo en observar y mostrar la belleza, sino en demostrarle al mirón, que detrás del par de tetas, chicas o enormes, había un ser humano, una mujer con un corazón en el centro del pecho, presta para amar y ser amada, más allá del volumen.
Hoy las tetas se han convertido en un arma mortífera las tetas ciegan al mirón, lo hacen no ver más que eso, dos pelotas por lo general de goma, todas iguales que saltan ante sus ojos. Y a ella, las reduce a esa vagancia infantil, que la lleva a no tener que luchar, ni mostrar ningún sentimiento, porque ya no hace falta, tiene las tetas grandes, redondas y prestas para provocar una ceguera que asusta.
¿Y fue siempre así?
Según mis investigaciones NO. Incluso, en dependencia del lugar, del país y del continente, se apreciaban, a veces más y a veces menos el volumen de los pechos. Era en Estados Unidos de América, donde las mujeres se consideraban más pechudas. En aquellas pelis del Oeste, se les veía con los senos enormes, naturales, y las canillas flacas, por lo general desnalgadas. Era un modelo o tipo de mujer oriunda de esas tierras, mientras que en otras regiones del mundo, el hombre admiraba los glúteos, las pantorrillas, hasta el ombligo, jugaba su papel.
Los “norteamericanos” han conseguido exportar el símbolo, han reducido el cuerpo de la mujer a las tetas, haciéndola desaparecer o crecer después de una cirugía. Pero claro que no son todos los norteamericanos, NO, es la industria, una industria muy similar a la que vende las armas, una industria que obliga, en países pobres, a las chicas, a dar más de lo que tienen por conseguir meterse bajo los pezones una goma que las haga lucir distintas.
Que eres igual mujer, eres más que unas gomas que no lograrán nunca cambiar tu intelecto, ni siquiera disimular la verdadera persona que eres. No te das cuenta mujer que ya hay muchos hombres, que como yo, están cansado de tantas tetas y de cirujanos que las provocan.
Escrito por Liber Barrueta, inspirado en la lectura del Libro Sin tetas no hay Paraíso.
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