Fue después de una de esas largas discusiones con un buen amigo, que comprendí la poca relación real que guardan muchos conceptos que manejamos, con el significado que le atribuimos. Es normal escuchar a muchos decir, en el fragor de una discusión, Eso es inmoral o eso no es justo, sin embargo, son más las veces que la palabra moral y justicia son usadas sin sentido alguno, que las veces en las que su significado guarda alguna relación con el hecho a tratar.
En la televisión, abusan los políticos de estos conceptos, y no sólo los políticos, pero en su caso, el uso, puede justificar una guerra o el derecho a intervenir en los asuntos internos de cualquier otro país. La moral, la justicia, incluso la razón, de la que también escuchamos hablar mucho en estos tiempos, se han convertido, por su mal uso, en abusados conceptos de quienes quieren convencer al auditorio con hermosas palabras que no dicen nada.
Aquellos que conocen lo que es la moral, saben que fuera del marco social, nacional, religioso o político, fuera de ese colectivo creador de una moral determinada, NO CUMPLE NINGUNA FUNCIÓN. Por tanto lo que para usted, en determinado colectivo país o región del mundo, es moral, para muchos otros puede que no lo sea. Algo muy similar ocurre con la justicia y la razón.
¿Quién tiene la razón para matar? ¿Quién tiene la razón para invadir un país extranjero? ¿Quién tiene la razón para perpetuarse en el poder como un ser vitalicio e inamovible? ¿Quién o quiénes tienen la razón para decir que la democracia es la mejor manera en la que se gobiernan los pueblos o que la religión que debe gobernar el mundo es la cristiana o la musulmana?
El significado de moral, de justicia y de razón, lo dejo de tarea. Pero te invito a que reflexiones cuando pongas la tele y escuches a un político referirse en su discurso a una de estas cosas. Te invito a que cuando converses con un amigo, algún familiar o tu propio jefe, prestes atención a las muchas palabras que salen de su boca y que nada significan.
En estos tiempos de conflictos y de guerras, de amenazas y de enfrentamientos, donde todos pretenden justificar sus acciones escudados en conceptos vacíos o que mal emplean, te invito a que comprendas la diferencia entre esa justicia que nos inventamos y la que viene de lo alto.
Tal vez algunos, después de leer este pasaje relatado en el Libro I de los Reyes, entenderán porque muchas veces, existen quienes, a pesar de comprender los errores de los gobernantes y a pesar de no aceptar el modo en que se gobierna, prefieren, defecarse sobre tanta palabrería mal usada que conduce a las guerras e imponer, con ese amor, que como el de madre, ante la justicia divina, prefiere regalar el hijo antes que verlo divido en dos.
Los dejo con el Rey Salomón.
Se narra en el Libro I de los Reyes (3: 16-28),1 y describe el recurso que utilizó Salomón, rey de Israel, para averiguar la verdad en un caso judicial que se le presentaba: la disputa entre dos mujeres, el hijo de una de las cuales había muerto; ambas decían ser la madre del niño vivo.
«Ésta afirma: “Mi hijo es el que vive y tu hijo es el que ha muerto”; la otra dice: “No, el tuyo es el muerto y mi hijo es el que vive.”» Y añadió el rey:
—Traedme una espada.
Y trajeron al rey una espada. En seguida el rey dijo:
—Partid en dos al niño vivo, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra.
Entonces la mujer de quien era el hijo vivo habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y le dijo:
—¡Ah, señor mío! Dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis.
—Ni a mí ni a ti; ¡partidlo! —dijo la otra.
Entonces el rey respondió:
—Entregad a aquélla el niño vivo, y no lo matéis; ella es su madre.
Escrito por Liber Y. Barrueta Martínez
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