La libreta de racionamiento, con 50 años de existencia en Cuba, es una solución económica para muchas familias en la isla, pero en la actualidad los productos ofrecidos son apenas suficiente para la supervivencia de muchos cubanos con bajos salarios.
Símbolo del igualitarismo que caracterizó al socialismo cubano durante medio siglo, la “Libreta de abastecimiento” fue implantada por Fidel Castro el 12 de julio de 1963, y desde entonces regula la venta de alimentos a precios subsidiados en una red de almacenes que los cubanos denominan “bodegas”.
El sistema, no exento de fuertes críticas y de bromas, fue introducido cuando empezaron a escasear los alimentos, lo que el gobierno revolucionario atribuyó al embargo que Estados Unidos impuso a Cuba en febrero de 1962.
La época de las vacas gordas
Ernesto Hutchenson, de 70 años, evoca con nostalgia los tiempos en que “la libreta te daba para comer todo el mes” e incluía “carne de res, pescado, leche fresca, embutidos y turrones para la Navidad; refrescos y cerveza para bodas y cumpleaños”.
“Pero ahora sólo da para unos 15 días”, se queja Hutchenson, quien se gana la vida como “mensajero”, persona contratada por otras familias para retirar con su libreta los alimentos desde la bodega y llevárselos a sus casas.
Muchas familias contratan este servicio para evitarse las largas colas de espera en la bodega y dejar de acudir varias veces por semana a comprobar si llegan nuevos productos. Hutchenson es mensajero de 13 familias en Centro Habana, por lo que percibe 500 pesos al mes (20 dólares), poco más que el salario promedio en la isla (19 dólares).
La cuota de la libreta comenzó a estrecharse con la crisis que vivió la isla en los años 90 tras la desintegración de la Unión Soviética.
Siguió estrechándose con la política puesta en vigor en 2008 por el presidente Raúl Castro de suprimir “subsidios y gratuidades indebidas”: la patata, los cigarrillos, el jabón y la pasta de dientes fueron saliendo de la libreta y comenzaron a venderse de manera libre, pero a precios mayores.
La canasta subsidiada es insuficiente para cubrir las necesidades de todo el mes, por lo que las familias deben completarla comprando en el mercado negro o en tiendas en divisas, donde una barra de pan vale 1,6 dólares, un litro de leche dos dólares, un kilo de arroz dos dólares y un kilo de carne de vacuno 10 dólares.
La ‘ración de combate’ del mes
La actual cuota mensual por persona es de cinco huevos, una libra (460 gramos) de frijoles, cuatro libras de azúcar, media libra de aceite, una libra de pollo, siete libras de arroz, cuatro onzas (115 gramos) de café, un paquete de pasta. Incluye otras 11 onzas (316 gramos) de “pollo por pescado”, pues ya no se entregan productos del mar, y media libra de picadillo de soja.
Los niños de hasta siete años reciben tres kilos de leche en polvo al mes y los de entre 8 y 13 años tres bolsas de yogur de soja por semana. Los enfermos reciben dietas médicas y las mujeres toallas sanitarias.
La libreta tuvo su gemela para ropa y productos no comestibles, que desapareció sin explicaciones en los años 90, en medio de la crisis.
Muchos todavía recuerdan los dilemas que vivían cuando debían decidir entre comprar un calzoncillo, un grifo de agua o una batería para linternas, pues todos se vendían con un mismo cupón de la extinta “Libreta de productos industriales”.
La libreta representa una carga de 1.000 millones de dólares anuales para el gobierno, por lo que Raúl Castro busca eliminarla de forma gradual, aunque muchos cubanos temen vivir sin ella.
“Muchas personas dependen del subsidio de la libreta y eliminarla traería más problemas que beneficios”, dice Sánchez que, con una pensión de ocho dólares al mes, defiende su existencia “a capa y espada”.
Ernesto Hutchenson, de 70 años, evoca con nostalgia los tiempos en que “la libreta te daba para comer todo el mes” e incluía “carne de res, pescado, leche fresca, embutidos y turrones para la Navidad; refrescos y cerveza para bodas y cumpleaños”.
“Pero ahora sólo da para unos 15 días”, se queja Hutchenson, quien se gana la vida como “mensajero”, persona contratada por otras familias para retirar con su libreta los alimentos desde la bodega y llevárselos a sus casas.
Muchas familias contratan este servicio para evitarse las largas colas de espera en la bodega y dejar de acudir varias veces por semana a comprobar si llegan nuevos productos. Hutchenson es mensajero de 13 familias en Centro Habana, por lo que percibe 500 pesos al mes (20 dólares), poco más que el salario promedio en la isla (19 dólares).
La cuota de la libreta comenzó a estrecharse con la crisis que vivió la isla en los años 90 tras la desintegración de la Unión Soviética.
Siguió estrechándose con la política puesta en vigor en 2008 por el presidente Raúl Castro de suprimir “subsidios y gratuidades indebidas”: la patata, los cigarrillos, el jabón y la pasta de dientes fueron saliendo de la libreta y comenzaron a venderse de manera libre, pero a precios mayores.
La canasta subsidiada es insuficiente para cubrir las necesidades de todo el mes, por lo que las familias deben completarla comprando en el mercado negro o en tiendas en divisas, donde una barra de pan vale 1,6 dólares, un litro de leche dos dólares, un kilo de arroz dos dólares y un kilo de carne de vacuno 10 dólares.
La ‘ración de combate’ del mes
La actual cuota mensual por persona es de cinco huevos, una libra (460 gramos) de frijoles, cuatro libras de azúcar, media libra de aceite, una libra de pollo, siete libras de arroz, cuatro onzas (115 gramos) de café, un paquete de pasta. Incluye otras 11 onzas (316 gramos) de “pollo por pescado”, pues ya no se entregan productos del mar, y media libra de picadillo de soja.
Los niños de hasta siete años reciben tres kilos de leche en polvo al mes y los de entre 8 y 13 años tres bolsas de yogur de soja por semana. Los enfermos reciben dietas médicas y las mujeres toallas sanitarias.
La libreta tuvo su gemela para ropa y productos no comestibles, que desapareció sin explicaciones en los años 90, en medio de la crisis.
Muchos todavía recuerdan los dilemas que vivían cuando debían decidir entre comprar un calzoncillo, un grifo de agua o una batería para linternas, pues todos se vendían con un mismo cupón de la extinta “Libreta de productos industriales”.
La libreta representa una carga de 1.000 millones de dólares anuales para el gobierno, por lo que Raúl Castro busca eliminarla de forma gradual, aunque muchos cubanos temen vivir sin ella.
“Muchas personas dependen del subsidio de la libreta y eliminarla traería más problemas que beneficios”, dice Sánchez que, con una pensión de ocho dólares al mes, defiende su existencia “a capa y espada”.
AFP
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