martes, 26 de marzo de 2013

MI HOMENAJE A UN CIENTÍFICO POPULAR.

Hace justo un año de su muerte. Sus amigos y familiares estuvimos rondamos 57 días por el hospital, al tanto de su enfermedad, esa que él no pudo curar con plantas medicinales, ni los médicos con toda la ciencia al alcance.

¿Quién no escuchó en el Macizo Guamuhaya hablar del Gallego Otero, de sus hazañas en las milicias, de sus misiones cumplidas, de su incondicionalidad con Cuba?... ¿Quién no ha peguntado por esos rincones cómo se llega a su Finca en busca de algún remedio, aunque ya él no esté allí?

Enrique Otero murió hace un año, el Gallego rey de las plantas medicinales, el hombre honrado y ser humano especial. Su sepelio fue precisamente en su jeep ruso de dos puertas, el mismo que lo  condujo en todas las peleas contra los demonios, donde hizo el último viaje. Esas montañas mil veces por él desandadas aún están de duelo. ¡Mira que luchó contra la muerte!, pero no hubo remedio.

Fue un hombre que nos sorprendía a todos con su andar pausado guataca en manos y con su típica forma de hablar. Apenas tuvo tiempo para aprender bien el abecedario, sin embargo, como Osaín, del monte conocía todos sus secretos.

Por suerte sus hijos continúan su legado, Chuchi se dedica al cultivo de las plantas y Tania a dar las consultas, que antes hacía su padre, a cuanto enfermo llega a la Finca buscando un remedio para su mal. Así que no murió en serio, fue solo una mala pasada que nos juega la vida.  El Gallego Otero debe estar riéndose  y seguro haciendo un gesto despectivo sintiéndose incómodo con tantos elogios, porque los seres humildes y sencillos como él, no están para tantas distinciones.

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