Lo vi jugar muchas veces: era letal cada vez que disparaba hacia el aro desde cualquier ángulo y distancia. Por sus elegantes movimientos sobre la cancha lo apodaron el “Príncipe” del baloncesto cubano. Amiel Vega Morejón fue pieza fundamental en los equipos capitalinos y la selección nacional en la década de los 90 e inicios del nuevo siglo, y todavía hoy sigue sumando peldaños a su historia deportiva.
Muy lejos estaban de imaginar los directivos del baloncesto en Cuba que Amiel volviera a brillar luego de ser separado de la selección nacional por reclamar el derecho a sus integrantes de topar internacionalmente, tras la deserción de cinco de sus mejores jugadores en el Preolímpico de Puerto Rico en 1999.
Pero hoy esas cualidades lo distinguen en la Liga Profesional de Brasil desde el 2006, donde ha jugado con varios equipos, siempre como delantero titular y escopetero líder en cada uno de estos, todos con un nivel bien elevado.
Durante la temporada 2007-2008 se convirtió en el único extranjero y pieza fundamental en el título conseguido por primera vez en la historia por el quinteto Flamengo, de Rio de Janeiro, y actualmente se desempeña con el Sport Recife.
Con 36 almanaques vencidos y sus impresionantes 2.03 metros de estatura, a Vega le queda aún mucho que aportar al baloncesto, no sin antes haber recorrido una larga trayectoria que le deparó tristes y agradables momentos y que decidió contar gustoso, ahora que también acaricia el sueño de asaltar la música y convertirse en rapero de éxito.
¿Cuándo comenzó en ti ese amor por el baloncesto?
Desde los siete años, aunque me gustaba más la pelota. Recuerdo que mi mamá Mercedes un día me cogió de la mano y me llevó hasta la Pre-EIDE “Alfredo Sosa”, en Palatino, municipio Cerro, quizás motivada porque allí ya estaban matriculados dos primos míos y mi hermano mayor. Enseguida me captaron. Los entrenadores vieron en mí muchas condiciones para jugar baloncesto, pues era un muchacho alto y delgado. Así comenzó todo.
¿Provienes entonces de una familia deportiva?
Sí. Tenía una prima que jugaba voleibol, mi primo practicó gimnástica y luego esgrima, y mi hermano Amet comenzó con el atletismo, después pasó a la esgrima y a los 17 años se decidió a jugar baloncesto.
¿Tuviste la oportunidad de jugar junto a Amet?
Pocas veces. El por lo general jugó con Industriales, el segundo equipo de la ciudad, pero tenía mucha fuerza de voluntad y unas condiciones físicas increíbles. Esas facultades le permitieron llegar a la preselección nacional, algo bien difícil por aquel tiempo.
¿Cuáles fueron tus primeras competencias?
Asistí a mis primeros Juegos Escolares Nacionales el mismo año que ingresé en la Pre-EIDE. Competí de nuevo en los siguientes y después participé en cuatro torneos juveniles, en los que tuve una sobresaliente actuación.
¿Y cuándo participas en tu primer campeonato de mayores?
En 1995 con el equipo de Ciudad de La Habana y posteriormente con Capitalinos en la Liga Superior, la que ganamos tras vencer a Centrales en Santa Clara.
¿Entonces integraste el Capitalinos que ganó cinco certámenes consecutivos?
Sí. Ese era un equipo muy bien acoplado, por lo que pudimos ser campeones de 1995 a 1999.
¿Qué representó para ti vestir la camiseta de Capitalinos?
Era un conjunto muy grande, para mí fue una gran escuela. Nos supimos ganar la popularidad en toda Cuba, porque cada vez que salíamos a la cancha lo entregábamos todo por la victoria. Creo que dimos un gran ejemplo de voluntad, disciplina y amor al deporte. Fue una etapa que jamás podré olvidar.
¿A quiénes recuerdas con cariño dentro de ese equipo?
Al “Helicóptero” Vázquez, al “Junior” y al “Chispa” Herrera, al “Oso” Williams, a Telemaco… En fin, a todos los que hicieron posible esa hazaña de ganar cinco campeonatos consecutivos. Eso fue fenomenal.
¿Dónde jugabas mejor?
Me encantaban los partidos en la sala Kid Chocolate. Allí el público siempre coreaba mi nombre y eso me daba unos deseos tremendos de jugar, aunque te digo que me sentía bien en cualquier lugar, porque la gente me respetaba y jamás tuve problemas en canchas contrarias.
¿Quién te indentificó con el sobrenombre de “Príncipe”?
Fue el narrador y comentarista Rodolfo García, quien hacía es labor con René Navarro, ambos eran muy originales.
¿Te gustaba te dijeran así?
La verdad que lo disfrutaba mucho, aunque me daba un poco de risa cuando en la calle me llamaban de esa manera y otro tanto de pena cuando me presentaban sobre la cancha.
¿Qué entrenadores influyeron más en tu formacion como jugador?
Reinaldo “El Pinto”, Jorge Solto y Alberto Sabala. También me ayudaron bastante Néstor Trujillo, Nelson Susunegui, Franklin Standar y Heriberto Laferté. A todos le debo mucho, fueron grandes maestros en su momento.
¿A quién considerabas el jugador más completo en esa etapa y por qué?
Para mí el más completo fue Richard Matienzo, porque hacía cosas bellas e increíbles sobre el tabloncillo. Con sus shows acostumbraba a levantar fácilmente al público de sus asientos. Tenía una gran calidad.
¿Algún otro te llamaba la atención?
Por supuesto. Leonardo Pérez, Lázaro Borrell, Angel Oscar Caballero y Leopoldo Vázquez eran tremendos también.
Sé que fuiste, como ellos, de los mejores. ¿Recuerdas algunos de tus liderazgos?
Fui líder anotador y jugador más valioso en los campeonatos de 1999 y 2000 en la Liga Superior. Y en un encuentro entre el Cerro y La Lisa en un campeonato provincial anoté 15 canastas de tres puntos en 24 intentos. Es una lástima que muchas jugadas interesantes que hicimos nunca fueran filmadas, esa es una de las cosas que afectaron y afectan al baloncesto y al deporte cubano en general.
¿Y cuáles otras?
Lo primero la falta de desarrollo mental y la falta de confianza en los jugadores. Se han perdido la motivación y el interés, muy poca estimulación y malas condiciones para los atletas. En el caso del baloncesto muchos de nosotros hemos buscado fortuna fuera de Cuba por diferentes razones, lo que motivó se perdiera el fuerte trabajo que desde la base disfrutaba este deporte. Todo se debilitó.
¿Y qué pasó contigo en lo personal?
Después del Preolimpico de Puerto Rico, en 1999, donde desertaron cinco de los mejores jugadores del equipo, Roberto y Ruperto “Junior” Herrera, Angel Oscar Caballero, Héctor Pino y Lázaro Borrell, hubo una etapa en que se nos prohibió jugar internacionalmente, al alegar que los que regresamos no teníamos la calidad suficiente para representar al país y nos privaron de algunos eventos.
¿Era cierto eso?
En realidad la salida de ellos nos afectó, pero creo que la medida de los directivos del baloncesto en aquel momento se debió más que todo a la falta de confianza en nosotros y el temor a que otros tomáramos también la decision de escapar, de lo que me di perfecta cuenta después.
¿Después? ¿Qué sucedió?
Fueron varias la veces que hablé y reclamé el derecho de mis compañeros y el mío de representar a la patria nuevamente. Recuerdo que en una ocasión el director del conjunto, Daniel Scott, nos dijo que era el momento de hablar y así lo hice.
¿Y qué dijiste?
En una reunión en el centro deportivo Cerro Pelado, junto a dirigentes del INDER y del baloncesto, les dije que por qué nosotros estábamos pagando por aquellos que habían abandonado el equipo, que confiaran en nosotros, que estábamos ansiosos por demostrar que podíamos hacer sin ellos un buen papel en el extranjero. Yo sentía la responsabilidad de abrirles sus mentes, hacerles entender nuestro justo reclamo. Mis palabras solo sirvieron para que pusieran ojos de asombro y provocaran un gran silencio. Me di cuenta al poco tiempo que por hablar, por decir la verdad, todo fue peor para mí.
¿Por qué peor?
Porque lo que logré con todo eso fue que me aplicaran una injusta sanción, al ser separado por seis meses de la selección nacional.
¿Y qué te comentaron?
Me dijeron que sería excluido del grupo por indisciplina. Creo que tomaron esa medida conmigo para que otros no hicieran lo mismo después. Nada, que quisieron dar una lección conmigo, me tomaron como ejemplo para aplacar la cosa. Ellos mataron al baloncesto cubano.
¿Y nadie quiso levantar la voz para defenderte entonces?
Hasta mi padre intentó y pidió llevar mi caso a las autoridades superiores, pero nadie nunca lo escuchó por no querer manchar la reputación de quienes impusieron esa medida. Toda esta situación me disgustó muchísimo y fue entonces que decidí desertar.
¿Cómo?
Después de cumplir mi sanción me llamaron en el 2001 para integrar el equipo que tomaría parte en los Juegos de Buena Voluntad en Australia. El 29 de agosto salimos y cuando el avión hizo escala en la ciudad de Los Angeles, decidí escapar junto a otro compañero.
¿Cómo fue? Cuéntame de esa fuga…
Cuando llegamos al aeropuerto, Leyder Chapman y yo nos mandamos a correr a gran velocidad, parecíamos de atletismo en vez de baloncesto. Después de hacerlo por unos 200 metros vimos una puerta que daba a la calle y encontramos un parqueo de taxis y sin preguntar nada nos montamos en uno de ellos.
¿Qué le dijeron al taxista?
El hombre se dio cuenta que andábamos en algo raro. Pero, figúrate, ni Chapman ni yo hablábamos inglés. Tratamos de comunicarnos con nuestro rápido español a lo cubano, estábamos muy nerviosos, pero nos dimos cuenta que no nos entendía. Recuerdo que se acercó la señora que ayuda a organizar los taxis y no sé por qué en ese momento me vino a la mente el Boulevard de La Habana, y le dije a ella que nos llevaran al Boulevard y entonces salimos de allí.
Entonces, ¿cómo terminó esta historia?
Al poco rato nos calmamos un poco y el taxista se identificó, era latino. Detuvo el taxi a un costado del Staples Center, donde por coincidencia juegan los dos equipos de baloncesto de Los Angeles, los Lakers y los Clippers. Le hablamos despacio, le comentamos todo y comprendió perfectamente nuestros objetivos.
¿Y qué pasó después?
Nos llevó finalmente hasta un motel y desde allí Leyder llamó a su amigo Omar Hernández, que vivía en San Francisco y nos ayudó en todo. Gracias a él pudimos encaminarnos. Así comenzó nuestra nueva vida.
¿Qué tiempo permaneciste en California?
Como dos meses, porque me fui a Puerto Rico.
¿Por qué esa decisión?
En ese tiempo no conocía muy bien las leyes de Estados Unidos, aunque sabía que me amparaban por ser cubano, pero a 12 días de estar alli sucede lo de las Torres Gemelas. Veía la televisión y escuchaba decir que indocumentados podrían ser deportados y eso me asustó. Tú sabes que en Cuba vivimos con la mente bien cerrada. Entonces hice contacto con un amigo en Puerto Rico y me fui para allá.
¿Qué tiempo permaneciste en suelo boricua?
Solo seis meses, pero nunca dejé de entrenar aunque no jugué. Tenía en ese tiempo 25 años. Después volví a Oakland, California. Ya tenía mis papeles legales y podía hacer cosas con mi deporte y me quedé allí hasta el 2003.
¿Jugaste en esa etapa?
Jugué con el equipo Believer de San Francisco, en una liga de verano, en la cual participaban muchas estrellas de la NBA y otros que lo hacían en Europa, todos buscando mantenerse en forma. Tenía un nivel elevadísimo. Para mí fue bien difícil ponerme otro uniforme que no fuera el de Cuba, pero tenía que seguir echando pa’lante. También trabajé duro para ir abriendo el camino y en ese tiempo vivía con el amigo Omar. Recuerdo que cuando jugué por primera vez con ese conjunto decidí el partido, aquello fue increíble y me di cuenta que a nosotros los cubanos siempre nos ayudan desde el cielo.
¿Qué otras cosas importantes sucedieron en Oakland?
Dios me dio la oportunidad de tener dos lindos niños. Luna Marciel y Juan Amiel, de tres años y medio cada uno. En Cuba quedó Melanie Channey, mi otro gran tesorito de diez.
¿Fue en el 2003 cuando te estableces en Brasil?
No. Primero fui a jugar a México hasta el 2004, luego a Francia todo el 2005 y ya en el 2006 me fui para Brasil.
¿Por qué escogiste irte a Brasil?
Porque sabía que el baloncesto de Brasil tenía excelente calidad, que se jugaba con pasión, además del parecido a Cuba en muchas cosas.
¿Eres feliz allí?
Sí, muy feliz, porque hago lo que me gusta y valoran mucho mi ayuda al equipo al que pertenezco.
¿No te arrepientes de haber dejado Cuba?
Nunca, esa fue una decisión correcta de mi parte, lo hice por defender una causa justa, ya que los directivos del baloncesto cubano no supieron respetarme.
¿Por qué crees que a los baloncestistas cubanos les es difícil llegar a la NBA?
Hasta ahora lo han podido hacer Lázaro Borrell y Andrés Guibert. El baloncesto como la pelota son puro negocio en Estados Unidos. Si no tienes un buen “padrino” con billetes que te ayude no puedes hacer nada.
¿Tú lo intestaste?
Yo hice muchas pruebas con ese objetivo en California, colando el balón como los demás, y sin embargo jamás me dieron ese chance. Me puse a obervar detenidamente a los jugadores de la NBA y me di cuenta que yo podía hacerlo más o menos como ellos. En una oportunidad pude compartir la cancha como contrario de uno de los mejores jugadores de los Warriors de Oakland, partido que mi equipo perdió por solo cinco cartones. El hizo 26 puntos al igual que yo. La cancha estuvo llena para verlo jugar y al final muchos salieron mirándome a los ojos como preguntándose de dónde había salido yo. Cuando nos íbamos, este jugador se me acercó y me dijo que yo tenía el nivel necesario para hacerlo en la NBA, pero todo quedó ahí, porque no apareció el padrino que me bautizara.
¿Si volvieras a nacer, qué deporte escogerías?
De seguro el baloncesto. Es un deporte que me hace muy feliz jugarlo porque lo distingue siempre una mezcla de inteligencia y coraje.
¿Qué haces en tus ratos libres?
Hago música en mi casa, me gusta bailar todo tipo de ritmos, hasta la samba de este país.
¿Escribes canciones?
Sí. Escribo canciones desde hace cinco años.
¿Y tú mismo las cantas?
Por supuesto, yo mismo. Estoy entrenando cada día mi voz, he estudiado sobre esto. Créeme que no es nada fácil llevar dos carreras así, pero lo intento y todo va saliendo.
¿Cuál es tu comida preferida?
Una bien criolla. Arroz blanco, frijoles negros, puerco al carbón, tostones y ensalada de lechuga con tomates.
¿La cocinas tú mismo?
Claro. Me agrada cocinar, otra cosa que aprendí por necesidad desde que dejé mi hogar en Cuba. Prefiero hacerla yo mismo, porque intento comer lo más saludable posible.
Tus mayores virtudes…
Me considero una gente sencilla y humilde. Prefiero ayudar a los demás, a quien lo necesita. O sea tender mi mano siempre sin ningún interés y sin nada a cambio.
Tus defectos…
Creo que quizás ser demasiado noble.
¿Deseas intentar un último canastazo?
Decir a todas las personas y aficionados al baloncesto mil gracias por el apoyo, cariño y respeto que recibí y recibo aún en todo momento sobre la cancha. Sin ellos no hubiese logrado nada. Sepan que Amiel sigue luchando y que siempre mi corazón estará del lado de mis compatriotas y mi querida patria.
tomado del sitio cronodeportes con la mejor información.
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