Le dicen La Catalana, dicen mal, es La Ruina. Vieja emperatriz victoriana que oculta en su seno una hija bastarda y verde.
Quizás la vida...
Midas de piedra, su mano real pidió ayuda a los elementos, y todo trozo de naturaleza acopiado, fructificó en hojas, raíces y flores. Maldijo a su corte y a sus siervos, que en sorda rebelión abandonaron las tierras regaladas al verde.
Quizás la muerte...
La hija obicua tomó posesión del reino y aún mata a la madre con su existencia parásita. No para mientes en vivir de las pocas fuerzas que restan a la bienhechora, cuya debilidad alimenta la avaricia y el celo.
La vieja ibérica ya partió pisos, troceó ladrillos y agrietó el techo... hasta devolvió polvo al polvo y cenizas a las cenizas. Está sola...
Nadie conocerá de su muerte esmeralda. No merece siquiera un minuto de atención; quizás alguien recuerde: era Catalana, hoy es Ruina.
por Antonio Enrique González Rojas, Tony
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