viernes, 21 de junio de 2013

Cartas a Adriana (III)


   Entre tu y yo hay fronteras. Fronteras impuestas por ti. Medidas tomadas por mi. Fronteras de amor, cariño y respeto. Fronteras profesionales, geográficas. Escudos y espadas. Miedos. Años menos. Años de más. Un gusto extraño por lo que no nos gusta del otro. Un entierro. Un desterrado que busca vulnerar esta etapa, esta congoja por no encontrarte nunca, por no verte siempre, cada mañana con esa risa bendecida y de contagio; ese rostro ladeado y esa mueca Barbie. Esa V que forman tu dedo índice y su compañero...

Te informo que el presupuesto quinquenal que tenía asignado para enamorarme se acabó hace dos años. Tampoco tengo seguro contra el dolor del alma, ni contra la justicia. Por suerte estoy vacunado contra la apatía y el aburrimiento. Es la única ventaja que poseo para prescindir de ti, para manejar mis tiempos, tus antojos de ayuda cuando yo necesito dormir. Esa voz, ese Robert que a veces imagino, esa reticencia a pensar lo que yo pienso.

Hablando en plata, poco me importa tu anillo, tu compromiso con las pastas y la cuccina. Me importa que seas feliz y te realices. Que te acuestes sin vanidad, que disfrutes tu sueños conmigo - esto es algo que se no te gusta contarme - y que despiertes queriendo volver a dormir, a soñar.

Qué difícil es esta historia... lo confieso. Me emociono. Voto por ti. Apuesto por una ley que nos englobe y defina. Yo no quiero equivocarme. Prefiero permanecer en la sombra. Hablar sólo cuando me lo pidas. Extender mi verso, mover mi cola... Estoy consciente que si pierdo mi frescura, mi acento, mi hiperquinesia por ser diferente será como naufragar en una bañera. Pongo todo mi empeño para que no suceda.

El árbol se aferra a la tierra. La madrépora resurge bella, trepa, se hace ola, vida y vigor. Contemplo tus ideas para sacarte las raices sin romper la flor, sin quebrar el tallo. Yo, jardinero, abro la ventana. Dejo entrar un rayo de luz y una brisa ligera de aire. A lo lejos un ruiseñor canta esta aventura de quererte. Una jaula se apresura a contenerme. El ave escapa. Tu extiendes el brazo y él se posa orgulloso, seguro. Te sientas en el suelo. Recuestas tu cabeza a la piedra. Respiras la flor. La humedad se confunde con tu llanto. Cierras los ojos. Vuelves a dormirte. A soñar conmigo.

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