Voy a escribirte un tanto. Pensarte. Escurrir mis palabras en todos estos dias que no te he visto, que no te he tocado con mis ellas y tú, no me has rozado con tu risa. Voy a escribirte un poco, claro, para no perder el hilo, o esta fuerza, este deseo de amortiguar un impacto en mi corazón mientras distribuyo energías hacian donde mi cerebro ordena: a mis manos.
Siento que decirte que te extraño me es incómodo en una potencia inaudita. Si abro la puerta, descubro tres personas que han venido a mi casa a conversar de todo, menos de lo que me importa. No te conocen. Es por eso que no hablo con ellos. No me aportan nada. Si te conocieran estoy seguro que no se atreverían a pisar este umbral, para no caer ellos también flechados con tu presencia espartana, pero perenne, en cada rincón de este lugar donde habito: el recuerdo que tengo de ti....
Es un recuerdo de canción: anda pensamiento mio dile que yo la venero. Es un recuerdo voluptuoso y perceptible a 100 kilómetros. Muy pocos, demasiado pocos, con la realidad de esta distancia que se ha impuesto entre nosotros.
La geografía nunca fue mi fuerte, así que no voy a intentar adivinarme cuantas millas me separan desde donde estoy hasta donde estás, no porque sea un trecho incómodo de cuantificar, o asombrosamente inaudito, si no porque nunca estás donde yo quisiera, porque te mueves en distintas etapas del día. A veces estas cerca, a veces lejos, a veces te veo y te toco, otras te toco y no te veo. Ciego y aturdido, donde estoy, donde me dejaste... atrapado entre el aquí y el allá.
En ese jueves por la tarde cuando no pudiste decirme que te ibas.
Roberto A. Lamelo
junio 2013
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