Por: El
Cojito Bibijagua.
A las santas,
divinas, buenas amantes,
amigas , perfectas y dueñas de
nuestras lujurias.
Ella tiene todo el encanto que necesita. Se llama Deborah, y
aunque su cubania se le respira en la piel, se reconoce ella misma como una Puta Universal, medianamente deseada por
lo inerte y amada por todo lo que respira y camina.
No es una Jinetera
contemporánea, lo material le falta en la
vida y le sobra en el corazón. Tiene un
cuerpo que natura le dio con unas medidas exactas para la lujuria, formado por
la mixtura de una sazón criollamente nacional, sin horas de gimnasios y
cuidados de quirófanos comprados; su culo es natural, como dos Mogotes se
desprenden de su esqueleto unas nalgas adelantadas en el espacio que camina y
ocupa, con dos astas en el pecho que desafían
a un Ramón Font olímpico de la esgrima.
Deborah, no solo está buena, sino que es buena persona. Es una
amante total y dedicada a su hobby
preferido que es sin duda devorarse a cualquier macho que se tropiece en sus
minutos de recordista nacional en
templarse, como ella bien dice, a los mortales que se encuentra.
-¿Con lo puta que
yo soy, Raúl, tú crees que me van a gustar a mí las mujeres?- me cuestionó una
noche en que la invité a una cerveza.
Le había comentado que en una de mis travesías amorosas, una
de las amantes más recordadas de mi vida, me había lanzado la idea de que confeccionáramos
un trió con ella, Deborita, y yo que el alcohol y las necesidades inventadas me
impulsan al abismo le trasmití aquella propuesta partidistas de depredadoras de
sexos nocturnos.
-A mí me gustan los machos papi, déjate de ese cuento, yo
camino con un buen varón pa donde
sea, no me importa si es feo o lindo, fuertecito o gordito, siempre y cuando
quiera gozar y hacerme gozar me lo importo con convicción absoluta- me lo dijo acariciándome
el oído con una seducción que más que ensayada, creo que es parte de una
habilidad con la cual nació.
La conocí en la Universidad, en la etapa en que éramos
estudiantes y nos la pasábamos de fiesta y entre amigos. Ella era novia en
aquella época de Ángel, un ser extraordinariamente buena gente que cargaba con
una inmejorable colección de Tarros
en su romance caribeño. Deborah lo tenía sentenciado sobrellevar aquella
condición que ella sin pensarlo mucho le imponía.
-Yo a él lo quise y lo quiero, esa es la verdad, pa que te voy a decir mentira chico, lo
que pasa es que yo soy una puta mijo, una puta de verdad, no se puede luchar contra la propia naturaleza- me
dijo ella, la misma noche de la cerveza, poco antes que me lanzara a tocarle
una nalga.
- ¿Tú estás loco Raúl? –preguntó entre carcajadas altisonantes.
Me confesó que no tenía la intención de vérselas conmigo esa
noche, porque sabía que no me iba a respetar y quería por sobre todas las cosas
ser una buena amiga. Sin embargo me prometió en el futuro un encuentro de horas
sudadas y sabanas calientes. Yo le perdoné la sentencia y la promesa, le brindé con una cerveza bien fría su vida y la convidé a que me regalara un pedacito
más de su amistad.
Deborah se quedó en mis días por mucho tiempo, aun me pide
libros y canciones y de vez en cuando me exige un consejo mal fabricado cuando
yo le aguanto su intimidad en narraciones que ella disfruta en regalarme. No conoce un límite en nuestra relación,
habíamos coincidido en que mejor dejáramos pasar nuestra cita sexual y nos concentráramos
en ser diferentes para nosotros mismos.
-Es que ya no quiero ser para ti la que soy para otros- dijo
un día en que le comenté que me gustaba más como mi preferida loca de las
canciones y los romances platónicos.
-Muchos me juzgan, me desvaloran, creen que me usan y lo
hacen intencionalmente, mientras que yo los amo en ese minuto de explosión
hormonal, y los hago míos, amándolos con lealtad diseñada. Luego se van
pensando que me han conquistado, que lo hicieron todo y bien, mientras en esa
separación constante de nuestras distancias yo perdono sus errores y sus labios
mal usados, sus penetraciones acortadas en tiempos y medidas. Suelen desaparecer
con expresiones en sus ojos que asustan por la malicia de llevarse un solo
contacto sexual sin romper mi corazón. Pequeños e ingenuos querubines,
conquistadores de nada que luego llenan sus entrañas difamando sobre esta puta que los lanza a la relatividad
universal de mi sexo. Y eso me pasa por ser puta,
puta por cuenta propia, por
inclinación particular y por gusto. Me encanta ser la mujer que soy.
Escuchaba esto, y como buen oyente decía poco.
-¿Tu no serás pajarito
Raúl? Es que me tratas como si fueras una mujer, me acaricias con palabras como
una mujer y eso me gusta, solo nosotras sabemos acariciar así y escuchar como
lo haces conmigo. Tu estás más raro
chico, si no te conociera bien diría…
La interrumpí con un hasta
pronto, tengo una cita, y ella beso mi mejilla con un roce de labios
profundo en la humedad de su alma. Me escapé a la cita inventada con la rapidez
que me dio el deseo.
Hasta hace un año no me la volví a encontrar y me gritó en
plena calle céntrica de Cienfuegos, con ese saludo típico de ella: Papi eres un Mango, gordito y tó, estas pa
comer y llevar. Yo le agradecí la mentira noble de sus buenas intenciones,
la bese como nunca, con un cariño que el tiempo no borra y me escapé una vez
más, porque sus cantos de sirenas son una locura que mis oídos no pueden soportar.
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