miércoles, 21 de agosto de 2013

Deborah, una puta universal


Por: El Cojito Bibijagua.

 A las santas, divinas, buenas amantes, 
amigas , perfectas y dueñas de nuestras lujurias.

Ella tiene todo el encanto que necesita. Se llama Deborah, y aunque su cubania se le respira en la piel, se reconoce ella misma como una Puta Universal, medianamente deseada por lo inerte y amada por todo lo que respira y camina.

No es una Jinetera contemporánea,  lo material le falta en la vida y le sobra en el corazón.  Tiene un cuerpo que natura le dio con unas medidas exactas para la lujuria, formado por la mixtura de una sazón criollamente nacional, sin horas de gimnasios y cuidados de quirófanos comprados; su culo es natural, como dos Mogotes se desprenden de su esqueleto unas nalgas adelantadas en el espacio que camina y ocupa, con dos astas en el pecho que desafían a un Ramón Font olímpico de la esgrima.

Deborah, no solo está buena, sino que es buena persona. Es una amante total y dedicada a su hobby preferido que es sin duda devorarse a cualquier macho que se tropiece en sus minutos de recordista nacional en templarse, como ella bien dice, a los mortales que se encuentra.

-¿Con lo puta que yo soy, Raúl, tú crees que me van a gustar a mí las mujeres?- me cuestionó una noche en que la invité a una cerveza.

Le había comentado que en una de mis travesías amorosas, una de las amantes más recordadas de mi vida, me había lanzado la idea de que confeccionáramos un trió con ella, Deborita, y yo que el alcohol y las necesidades inventadas me impulsan al abismo le trasmití aquella propuesta partidistas de depredadoras de sexos nocturnos.

-A mí me gustan los machos papi, déjate de ese cuento, yo camino con un buen varón pa donde sea, no me importa si es feo o lindo, fuertecito o gordito, siempre y cuando quiera gozar y hacerme gozar me lo importo con convicción absoluta- me lo dijo acariciándome el oído con una seducción que más que ensayada, creo que es parte de una habilidad con la cual nació.

La conocí en la Universidad, en la etapa en que éramos estudiantes y nos la pasábamos de fiesta y entre amigos. Ella era novia en aquella época de Ángel, un ser extraordinariamente buena gente que cargaba con una inmejorable colección de Tarros en su romance caribeño. Deborah lo tenía sentenciado sobrellevar aquella condición que ella sin pensarlo mucho le imponía.

-Yo a él lo quise y lo quiero, esa es la verdad, pa que te voy a decir mentira chico, lo que pasa es que yo soy una puta mijo, una puta de verdad, no se puede luchar contra la propia naturaleza- me dijo ella, la misma noche de la cerveza, poco antes que me lanzara a tocarle una nalga.

- ¿Tú estás loco Raúl? –preguntó entre carcajadas altisonantes.

Me confesó que no tenía la intención de vérselas conmigo esa noche, porque sabía que no me iba a respetar y quería por sobre todas las cosas ser una buena amiga. Sin embargo me prometió en el futuro un encuentro de horas sudadas y sabanas calientes. Yo le perdoné la sentencia y la promesa, le brindé con una cerveza bien fría su vida y la convidé a que me regalara un pedacito más de su amistad.

Deborah se quedó en mis días por mucho tiempo, aun me pide libros y canciones y de vez en cuando me exige un consejo mal fabricado cuando yo le aguanto su intimidad en narraciones que ella disfruta en regalarme.  No conoce un límite en nuestra relación, habíamos coincidido en que mejor dejáramos pasar nuestra cita sexual y nos concentráramos en ser diferentes para nosotros mismos.

-Es que ya no quiero ser para ti la que soy para otros- dijo un día en que le comenté que me gustaba más como mi preferida loca de las canciones y los romances platónicos.

-Muchos me juzgan, me desvaloran, creen que me usan y lo hacen intencionalmente, mientras que yo los amo en ese minuto de explosión hormonal, y los hago míos, amándolos con lealtad diseñada. Luego se van pensando que me han conquistado, que lo hicieron todo y bien, mientras en esa separación constante de nuestras distancias yo perdono sus errores y sus labios mal usados, sus penetraciones acortadas en tiempos y medidas. Suelen desaparecer con expresiones en sus ojos que asustan por la malicia de llevarse un solo contacto sexual sin romper mi corazón. Pequeños e ingenuos querubines, conquistadores de nada que luego llenan sus entrañas difamando sobre esta puta que los lanza a la relatividad universal de mi sexo. Y eso me pasa por ser puta, puta por cuenta propia, por inclinación particular y por gusto. Me encanta ser la mujer que soy.

Escuchaba esto, y como buen oyente decía poco.

-¿Tu no serás pajarito Raúl? Es que me tratas como si fueras una mujer, me acaricias con palabras como una mujer y eso me gusta, solo nosotras sabemos acariciar así y escuchar como lo haces  conmigo. Tu estás más raro chico, si no te conociera bien diría…

La interrumpí con un hasta pronto, tengo una cita, y ella beso mi mejilla con un roce de labios profundo en la humedad de su alma. Me escapé a la cita inventada con la rapidez que me dio el deseo.

Hasta hace un año no me la volví a encontrar y me gritó en plena calle céntrica de Cienfuegos, con ese saludo típico de ella: Papi eres un Mango, gordito y tó, estas pa comer y llevar. Yo le agradecí la mentira noble de sus buenas intenciones, la bese como nunca, con un cariño que el tiempo no borra y me escapé una vez más, porque sus cantos de sirenas son una locura que mis oídos no pueden soportar.



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