A Jaime Sarusky le apodaban “El Tigre” tanto por su olfato para descubrir una buena historia y no soltarla hasta contarla con pelos y señales, como porque era todo un seductor, o al menos tenía fama de tal. Su colega y amigo de los años, Pedro de la Hoz, cuenta que existía un cierto halo misterioso alrededor de su vida sentimental, alimentado por su carácter jovial y carisma…
Pues la pasada madrugada el Tigre
exhaló su último suspiro: murió por causas al parecer naturales, pues
nadie ha dicho lo contrario. De ascendencia judía, Sarusky será
enterrado en el Cementerio Hebreo de Guanabacoa, pueblo brujo…
Murió así un “escritor formidable”,
como lo resumió Marta Rojas, su compañera de los tiempos del periódico
Revolución primero y del diario Granma después, del cual Sarusky fue
fundador y primer jefe de su redacción cultural. “Era culto pero muy
sencillo, investigaba con mucho afán. Una de sus últimas obsesiones eran
los nombres inventados que proliferaron en Cuba en los últimos años.
Era un amante del béisbol, y viendo el nombre de los peloteros se le
ocurrió indagar y encontró algunas creaciones hilarantes”.
Rojas, reconocida como la reportera
del asalto al Moncada en 1953 y pionera de los corresponsales cubanos en
Vietnam, recuerda que los padres de Sarusky querían que siguiera la
tradición familiar de comerciantes, pero Jaima renunció a un negocio
próspero para dedicarse a su verdadera pasión, las ciencias sociales y
el periodismo.
Al respecto, la poetisa Marilyn Bobes
lo definió como “un periodista de pura cepa, alguien indispensable para
la cultura cubana, pues su obra indagó como pocas en las raíces de las
inmigraciones a Cuba”. La dos veces ganadora del Premio Casa de las
Américas dijo a OnCuba que Sarusky llevó a su novelística la esencia de
lo cubano, “porque todo acontecimiento humano le interesaba”.
De su autoría es el reportaje más
completo sobre el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, así como
investigaciones sobre los asentamientos de suecos y estadounidenses en
Cuba, y algunas sólidas entrevistas a personalidades de la música
popular, como Adalberto Álvarez y José Luis Cortés, “el Tosco”. Según De
la Hoz, la muerte impidió que Sarusky concretara uno de sus proyectos
más queridos, un libro sobre la artista cubana Juana Bacallao, un
personaje que le fascinaba.
Conversador fácil, que sabía escuchar y
nunca aburría con sus historias, Sarusky se ganó el Premio Nacional de
Literatura en 2004, y siete años después le dedicaron la XX Feria
Internacional del Libro de La Habana, con la correspondiente sarta de
homenajes que, incluso a los menos supersticiosos, siempre les suena a
mal augurio.
Y, entre paréntesis, sigue importante el pedido en cultura este año…
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