En un intento más por generar controversia - a ciencias ciertas no se sabe de dónde fue que salió el runrún -, días atrás se manifestaba a la comunidad beisbolera, que el mentor de los Industriales, Lázaro Vargas, sería separado del Equipo por… bueno, yo nunca entendí el porqué.
La noticia buscaba establecer aún más, y sin dudas, un estado de ánimo negativo acerca de la presencia del estelar ex pelotero en Miami, como parte de la delegación de ex glorias industrialistas del beisbol, residentes en Cuba, que vinieron a efectuar unos topes con otras ex glorias deportivas del beisbol cubano, casi todas específicamente de Industriales, pero residentes en este lado del estrecho; aunque, a fuerza de ser sinceros “el ataque” esta vez no estaría dirigido contra el ex antesalista de los azules y del equipo Cuba, sino contra los representantes del beisbol nacional del otro lado.
No faltara más… como si a Higinio Vélez y a sus acólitos súbditos, no le faltasen méritos para ser removidos. Si algún argumento existía o mejor dicho, podía esgrimirse por parte de ellos contra Vargas, es haber “abandonado” el equipo en plena etapa de preparación, a no ser que a estas alturas, año 2013, les hubiera molestado alguna otra cosa, como por ejemplo que Vargas le hubiera reído un chiste al ignorante en temas beisboleros de Pedro Sevcec, pero… no había otro motivo.
Lo que sucede es que en Cuba, al margen de un millón de problemas con el movimiento deportivo, la pelota, aún no ha logrado despojarse de las cadenas que la someten al juicio político-patrio. En temas beisboleros, existe un interés remarcado – y remachado durante años por el gobierno cubano -, de utilizarse el beisbol y sus practicantes (equipos), como estandarte de limpieza, calidad y orgullo del ya citado movimiento deportivo. La gente sabe que la pelota, se le encaja en las costillas al cubano y por ahí es que atacan. Desde afuera y desde dentro.
En todas las latitudes de este planeta Tierra, cuando a un manager se le da la bola, se le suele dar toda la confianza del mundo, y en sus manos se deja la preparación… ¿qué pintaría entonces Higinio a escasos tres meses de comenzar – eso se dice – la próxima Serie Nacional, con remover a Vargas? De entrada, de haberse hecho, de haberse siquiera pensado, se estarían sirviendo argumentos sólidos para el debate y el enjuiciamiento por quienes, ahora trece años después de haber comenzado el Siglo XXI, han esgrimido y comprendido valientemente y sin atisbos atrincherados en la filosofía marxista-fidelista, que los conceptos de nación, patria y deporte, pudieran funcionar de una manera distinta al estereotipo hasta ahora impuesto.
La “bola”, esa de que Vargas sería removido por venir a Miami, no surtió efecto, en parte, porque no existía ilegalidad alguna en la salida del manager, y aunque el INDER – lastimosamente – se desatendió desde un inicio con el viaje de sus ex glorias a este rincón cálido del planeta, era de su pleno conocimiento que la venida de Vargas coincidiría con el momento de la preparación de sus atletas. Sancionarlo ahora sería tan imbécil, como sancionar a un niño que se quemó jugando con fósforos después de haberlo contemplado tomar la cajetilla en sus manos.
La justa verdad, si miramos las cosas con franqueza, es que desde cualquier lado, desde cualquier boca, desde cualquier cargo, se intenta, inequívocamente, provocar fisuras en lo que por desgracia ya está fragmentado y parece tomará otro siglo, volver a componer. Un gesto, una noticia oculta, un trasfondo, un comentario tras copas, una mano que acude presta a lavar a la otra… un dale al que no te dio.
No se trata de Vargas, no se trata de Miami, no se trata siquiera de los Industriales. Hay en juego algo mucho más sagrado que eso. Y eso, el que sea cubano de verdad, no puede permitirlo.
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