por Roberto A Lamelo
Yo tenía pensado
escribir sobre la STASSI, ese órgano de la seguridad alemana – algo así como el
G-2 en Cuba- y sus influencias negativas en el
desarrollo de la intelectualidad alemana. Así, pensando en ella, recosté mi
cabeza en la almohada…imaginando el inicio, recreándome el final y… me quedé
dormido.
A mi sueño ni
siquiera vino Erich Honecker, ni tampoco vino aquel sueño que una vez tuvimos,
cuando niños, de que Alemania sería pronto el primer país enteramente
comunista.
Ese debate intelectual que si Bulgaria, que si la RDA, que si la
URSS, se quedó en eso: en un debate… un debate en el que no se por qué nunca
estuvo presente Polonia, tampoco Rumanía y mucho menos Yugoslavia. Curiosamente
fue la RDA y el derrumbe de su muro lo
que derrumbó también nuestros sueños infantiles. Nuestras esperanzas
adolescentes. Curiosamente yo quería escribir sobre la STASSI, el órgano que,
para asegurar el sueño de unos pocos a nombre de unos miles, derrumbó el de
unos tantos,… pero mi mente cansada
cruzó el Atlántico.
Mi sueño terminó en un edificio del Vedado, alejado de todo vestigio de política y represión. Que yo
recuerde, excepto aquellas primeras frases de Quiñones sobre “la pila de
maricones que hay en esta beca” no hubo en ella un combate tácito contra
quienes preferían el mismo sexo para refocilar sus deseos lujuriosos. Más bien
existió por parte de todos los becarios una cofradía de amistad tan grande, que
yo no puedo concebir mis mejores momentos en ese edificio sin recordar a muchos de ellos. Curiosamente fueron Arzuaga, Carpio, Renay – heterosexuales estos
tres 100% - y otros, quienes se me
aparecieron anoche, formando la misma jodedera de siempre, la misma gritería de
siempre en el dominó, la misma fiesta hasta las mil y quinientas en el 19B. También
vino a mi sueño Jesús. Su inmenso sentido de la amistad me hizo sobrevivir en
aquellos durísimos años de la década del 90´
Quizás no hubiera
escrito sobre mi sueño, y no porque Arzuaga, Renay y El Carpio no se merezcan
unas líneas mias, de no ser por la presencia casi
constante en él de Virgilio, ese mulato bondadoso que tanta hambre nos mató y que hoy ya no está entre nosotros, los vivos.
Apareció el Virgi
y no se iba, siempre con su sonrisa grande, con la amistad a toda prueba en sus
manos. Apareció con la misma humildad, el mismo pantalón verdeolivo,… apareció
para conversar un poco, saludarnos,.. Allí
estaba, rodeado por nosotros, todos le hablaban,
le saludaban, le agradecían.
Por la mañana,
cuando desperté, a mi mente vino ese
tema de Silvio, “Monólogo” mientras yo,
triste por haberme despertado, agradecía no haber soñado nada de lo que me
planteé soñar cuando apagué la luz de mi cuarto la noche anterior.
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