jueves, 17 de enero de 2013

CUANDO ESCACHARON A CHEITO


   pase Usted, Señor Jonrón...
Cienfuegos tiene momentos de luto deportivo en su historia. Así, de los que viví, recuerdo el "Maracanazo Cienfueguero" en el año 1982, cuando el equipo de fútbol de la provincia, perdió en el partido final contra Ciego de Avila, que no le había ganado a nadie en todo el Campeonato, y a última hora se nos atravesaron y nos jodieron la medalla de oro y las cervezas.

Recuerdo también el "Guantánamazo" aunque de este último no se habló mucho, porque hablar con potestad acerca de lo sucedido, implicaba entre otras cosas de menor talante, embarrar el santo nombre del máximo dirigente de la Federación Cubana de Fútbol, el ilustrísimo Luis Hernández, y esto no es permitido en la prensa. Bueno, es permitido "cantarle las cuarenta" a un dirigente, sí, pero en el Granma, no en un periódico provincial. Si se va a hacer en este último la orden tiene que venir de arriba. En fín, creo que Castillo dijo algo. Claro, no se habló de que... ya algún día les hablaré yo sobre eso.

Alguna vez perdió Julito González una pelea de boxeo; alguna vez Muñoz se ponchó con bases llenas y Las Villas perdió... pero nada, nada, es comparable a cuando escacharon al Cheo.

Habría que situarse en el momento para entender la magnitud del problema. Cheíto - El Cheo - era un ídolo no solo de Cienfuegos, sino de toda Cuba. Era el 3ra base regular del equipo nacional, un jonronero por excelencia, un 4to bate nato. Cuando se agachaba en el cajón de bateo a los pitchers se les ponían los huevos chiquiticos. Eso de "lanzar bajito" no iba con el Cheo, porque golfeaba la bola y la ponía encima del techo.

Pero el Cheo un día se ponchó con ocho dólares. Ocho dólares de mierda, que eran mierda, y seguirán siendo mierda, si los comparamos con los millones que él mismo había rechazado poco antes por "pasarse" a las filas del profesionalismo. Alguien dice que fue más...que fueron 92; que importa si fueron más o fueron menos. Que importa si fueron ocho u ochocientos.

En una época tan plena de fervor revolucionario, donde cada medida del gobierno, o cada ley que dictara el gobierno era vista por la población como una justa respuesta a las acciones provocadoras del enemigo, la tenencia ilegal de divisas era eso... ilegal y quien incurriera en eso era, al parecer, un vulgar delincuente... y contrarrevolucionario.

Bueno... y los millones rechazados? Y... por qué el Cheo no se quedó cuando viajó y regresó?

El pueblo cienfueguero se vistió de luto. La gente, incluso la más revolucionaria, defendía la tésis que la sanción había sido fuerte, demasiado fuerte e injusta, pero nadie dijo nada.  Si alguna vez sentí "división en las filas" fue en aquel momento. Recuerdo el padre de un amigo mío, que era "comecandela", y estaba en contra de la sanción. En la calle no se hablaba de otra cosa. Hay que hablar de lágrimas incluso en algunos que ni siquiera eran fanáticos. Hasta aquel día, su nombre era constante en los medios provinciales. A partir de aquel día, un mutis. No se hablaba de él. Nunca por la radio se escuchó un "que falta nos haría ahora un Cheíto" Nadie quiso meter las manos en la candela. Nadie lo defendió. Ni del Gobierno ni del INDER. Allá arriba oídos sordos. Defenderlo equivalía a defender un delincuente, a un traficante de divisas y defender un delincuente era solo permitido, a veces, en un juicio y por el abogado defensor. Nadie quiso sacrificar su puesto o su nombre. Nadie quiso perder un lujo. Nadie quiso embarrarse. Nadie siquiera luchó por una rebajita a la condena y luego, cuando liberaron al otro implicado, la gente se cuestionó como era posible que uno sí y otro no. Entonces fue que se formó el runrún, y el Cheo volvió, pero ya el Cheo estaba fuera de zona.

El Cheo volvió... el Cheo no se fue nunca! me dijo un día su padre sentado en el sofá en la sala de mi casa. Donde quiera que va todo el mundo lo conoce, lo saluda, lo quieren, lo respetan. Todos esos que le dieron la espalda... donde están? De incógnitos por las calles. Nadie los conoce, nadie los pone delante en una cola...

En aquel entonces recordé al Kid Chocolate y la miseria-riqueza en que murió. Hay cosas que valen más que cuatro pesos. O que medio peso, como diría Antolín.