Muy pocas veces he contado esta historia. Incluso, me atrevería a afirmar que tengo muy buenos amigos que la desconocen. Hay cosas que no deben contarse, otras hacerlo con precaución y unas deben contarse con sinceridad. Esta es una de ellas. Una que no se en que grupo clasificarla. Es una historia triste, aunque su protagonista sea bella o lo haya sido. La vi solo aquella noche y aun la recuerdo.
Llegué a su casa pasada la medianoche. Acompañaba a un par de amigos extranjeros y ellos a su vez se hacían acompañar por un amigo cubano. Andaban ellos trás sexo, yo, de una buena historia; Recuerdo la casa, sita en la Calle Compostela y algo, pintada de color verde y con una cartel en la fachada que rezaba: ESTA CASA ESTA DE GUARDIA HOY.
En aquella epoca solía pelarme bajito, vestirme con camisas de manga larga, corbata, hablaba italiano más de ocho horas al día y solía engañar a cualquiera sobre mi nacionalidad. Pienso que tal vez por ello me franquearon la puerta sin mucha preguntadera. Ya adentro me identifiqué - o me identificaron no recuerdo bien - y nada produjo un efecto contrario.
- Conque cubano no... tremenda pinta chama, me dijo un moreno con espejuelos. Pero vienes a comer o a mirar?
Alguien habló de hacer pasar "la mercancía" y no se porqué en ese instante sentí deseos de no haber ido jamás a aquel lugar.
Todas eran bellas, variadas como un arcoiris y apenas sobrepasaban los 25 años, y aunque parecían más decididas que una luchadora clandestina, en alguna de ellas pude percibir el rostro de la resignación o la derrota.
Beppe y Tony se empeñaron en que yo también debía aprovechar el momento, había buenos motivos, pero decidí rehusarme hasta que una "sobrina" del moreno, a una seña de este, apartó a un lado mis incertidumbres con un beso. Tenía los ojos azules, pelo negro y ondeado, 18 años y un cuerpo mandado a tornear. Todo esto lo supe bien después, una vez solos, en un cuarto de la casa al cual fuí llevado de su mano, con mucho temor y deseo. Me prometió que conversaríamos primero, que nada se haría sin que yo no quisiera, que ya ella estaba paga y que yo parecía un italianito chulo el cual "merecía ser puesto en su sitio."
No se cual frase de esas me provocó más terror pero una vez dentro de la alcoba las cosas se desarrollaron completamente diferentes a lo que ella tenía pensado. Quizás por miedo de alguna cámara oculta o algún mirón furtivo dentro del closet - o lo que parecía serlo - le pedí que me platicara un poco sobre ella primero.
- Es la única condición que te pongo.
Me habló que eso no estaba en los planes y que incluso su tío les tenía prohibido hablar sobre ello pero accedió a hacerlo tras par de tragos.
No vale la pena contar lo que me dijo. Todas - y porque no, todos - en esos años tuvieron algún detonante similar que las (los) conminó a caer en aquella red de dinero fácil y sudores sobre cuerpos extraños y sin dueño fijo. Conocí a quienes se lanzaron con todas las armas posibles, digamos una preparación "universitaria", idiomas... otras no terminaron siquiera el Bachillerato y se lanzaron a aprender el lenguaje de la calle, el básico: tanto tienes, tanto valgo y solían romper el hielo inequívocamente de la misma forma, diciendo my friend o amici.
Alguna vez conté esta historia, pero en ocasiones me dijeron que era mentira, que esas casas y cosas no existían en Cuba, que la Revolución había acabado con toda aquella mierda; que aquello era una fantasía mia y yo siempre, cada vez que la contaba, me empeñaba en hablar bajito. Quizás temía que la protagonista del cuento estuviera a mis espaldas sentada y buscara encontrar entonces, lo que aquella noche no pudo obtener.
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