Me encontré con mi amigo Juan Carlos. Hacía tiempo no lo veía… conociéndolo como lo conozco di en la diana… ya no está en Cuba, prefirió –como otros tantos amigos- marcharse a otras tierras del mundo en busca de mejores condiciones de vida.
El Juanca era parte de la tropa que iba por las tardes a la playita Elpidia, por la noche coincidíamos en el Prado, camino al cabaret del Jagua. Eran otros tiempos, en que como ya he dicho, se podía ir a ese centro nocturno, entrar, compartir, bailar y consumir sin muchos requerimientos financieros… éramos tan felices… pocos se fijaban en lo que tenías puesto y si era un jeans, pues eras el rey de la noche, pero sin mucho ruido.
Me dio tremenda alegría volver a ver a mi amigo y teníamos muchas cosas que contarnos: de su vida por España, de la crisis de ese país, de sus condiciones para sobrevivir… quedamos en reencontrarnos en otro momento, pues iba disparado para el Banco de Sangre –soy donante de plasma, por lo que representa en ayuda humanitaria y por la dieta que nos dan, sí, también eso, que toda ayuda siempre es poca para completar la mesa familiar…
Mi amigo Juan Carlos ya no dice qué bolá, ni cómo está la cosa, mucho menos el mío –bueno, en realidad este término popular es mucho más actual. Ahora el Juanca dice ¡joder!, habla con tremenda naturalidad del coche, por carro, y algunas frasecitas en inglés que no acerté a distinguir y es que claro, ni domino bien ese idioma y requetemenos califico en el más universal los fines de semanas, fiestas o encuentros de amigos.
Me quedé loco cuando me dijo que hacía dos años estaba en la madre patria… coño que si se pasa 20 cuando regrese habla con zetas y acento peninsular… pero cada loco con su tema. Por mi madre que no sé si eso se pega tan pronto o sencillamente sigue siendo el especulador que siempre fue… pero me resultó tan chocante oir a un cubano de pura cepa hablar en otros tonos, con otra jerga…
Confieso que no me gusta charlar mucho cuando todavía es temprano en la mañana, si me lo tropiezo un poco más tarde de seguro le habría dicho que no comiera tanta mierda y me abrazara con un ¡¡¡mi socio!!!, y no un ¡¡¡joder, que estás igualito!!!… aunque igual, tamaña mentira, estoy más gordo, más viejo… tampoco le pude decir que estaba igualito, pues de la misma manera ya se le notan los años, por aquello de la escasez de pelos…
Cuando me senté a escribir estas líneas me he preguntado una y mil veces si es un fenómeno de transculturación… aunque tengo muchísimos amigos y conocidos que andan por otros lares y regresan con una avidez tremenda de echar mala palabras, de gritar cualquier cosa, de coger una borrachera de vigueta o de compartir con los socios de tu a tu, como en otros tiempos, sin tanta palabrería que nada tiene que ver con el trópico…
No lo critico –esto es solo un comentario-, aunque recuerdo a otro viejo camarada de faranduleo de juventud que al despedirse de los suyos declaró que nunca perdería sus raíces… por cierto, hace tiempo tropezamos en Facebook y lo primero que me dijo fue: ¡dime hijo de puta… cojones que no te pones viejo, y estás en lo que te gusta, hablando y escribiendo mierda jajajajajaja!
Nada que los cubanos no nos desteñimos, coño…
Por Boris L. García Cuartero
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