El guayabal quedaba algo distante de la escuela, pero aun así nos inspiraba cada día a cruzar los surcos y los pequeños riachuelos que saciaban la sed de la tierra improductiva en la que se había convertido La Sábana.
Hendrick y yo habíamos entrado flacos al Pre, pero él tenía más volumen muscular lo cual le confería una mayor ventaja frente a las chicas hambrientas de sensaciones carnales y también por qué no decirlo un mejor manejo con los sacos repletos de guayabas que nos robábamos, para venderlas en el sótano del albergue de las chicas.
Siempre nos repartíamos la faena y aunque éramos principiantes en el mercado Cuentapropista, nos sacábamos unos kilos para luego gastárnoslos en el pan con croqueta de yuca que nos vendía un guajiro que cada tarde llegaba con su caja de cartón repleta de inventos gastronómicos.
El hambre era religión en el Dimas, también lo era el sexo apurado y robado así como las broncas en los albergues, pero el hambre, ocupaba el primer lugar y obligaba a muchos a cargar con su bolsa de azúcar negra, para los pomos de aguazucar, que llenaban la panza y la imaginación todas las noches habidas y por haber, como si fuese la Coca Cola bendita de nuestro bienestar.
Un menú poco variable amanecía cada día en el desayuno escolar, Cerelac, papa hervida o un pan arrugado, anunciaban la falta de nutrientes necesarios para la jornada, así que, cuando llegábamos con las guayabas, era cuestión de minutos hacer unos centavos y convertirnos por unas cuantas horas en millonarios improvisados en aquella jungla de deseos y emociones, que fue el Pre-Universitario.
Los riesgos eran mínimos, y la verdad que trotar entre caminos campestres con el olor a selva viva, nos transportaba a un estado de rebeldía e inconformidad con lo establecido por la normas de la institución educativa.
Conocíamos cada trayecto y posibles salidas de emergencias, rincones manigüeros para las citas con las novias y el romance campestre, adornado de un sexo a la intemperie, que se convertía en el más marginal pero dulce encuentro amoroso de aquella adolescencia adelantada.
Cuando cursamos los estudios en el Pre, entre tantos compañeros, estudiantes y al mismo tiempo profesores que desbordaban nobleza y buena voluntad, también habitaban aquel espacio alimañas humanas, que entretenían sus minutos en robar la miseria ajena, rascabuchar, y provocar a cualquier posible rival que consideraran un peligro para limitar sus fechorías que muchas eran dirigidas y dictaminadas por un secuaz, mezquino y cobarde Subdirector de Internado. Era en aquellos día un ser detestable, grande, gordo, mulato, y abusivo. Aquel disipador de la tranquilidad ajena e ingenua contentaba sus noches con los favores de algunas alumnas de flojera mental y piernas endebles y sin menos apreciar a muchas, disfrutaba de un pequeño harén privado, a la vista de estudiantes y profesores.
Mi camarada llegó a enfréntale algunas razones, reclamándole que uno de los compañeros de albergue le había robado un jabón de shopping, y que impunemente lo usaba, como autentico provocador y ladrón de la libertad individual. El dictador de nuestra escuela, manipuló la queja e incitó al musculoso ladrón de jabón y ex atleta de Polo Acuático, para que ejerciera como sicario emergente y torturador, en tratar de darle una lección a mi amigo palmireño.
Fracturas en los pómulos sufrió Raúl, que así se llamaba el contrincante bien parecido también, ratero y pésimo boxeador. Hendrick en dos excelentes movimientos lo puso fuera de combate y con poderosas derechas rectas a la cara, patentó la furia y el poderío de sus puños. Raúl quedó humillado, herido de amabas partes, y reducido a agachar la cabeza por el resto de los cursos que aún le quedaban por terminal.
Años después serví de árbitro en otro combate, en una noche cienfueguera, cuando mi púgil preferido le dio una clase, en derechazos, como si fuera conferencia universitaria, a un argentino, que a pesar de tener dos dedos de frente no fue capaz de evaluar la desventaja que tendría en aquel enfrentamiento. Brilló la valentía del suramericano, pero mi gladiador se impuso en la técnica y la experiencia. Todo aconteció debido a unas frases en contra de Castro y la Cuba que le brindó la posibilidad de estudio. Mi amigo ejerció como juez de la palabra y a base de unos buenos intercambios de puños, defendió lo que le pareció correcto.
Recordando y regresando a los tiempos del preuniversitario, quedó en la memoria fresquita una de las tardes de cosechas en el guayabal, cuando saliendo rumbo a la escuela nos percatamos que un campesino corría tras nosotros con un machete en mano y gritando improperios. La mala suerte llegó justo en el momento de correr con el saco que cargaba con notable peso y el cual hizo que el miedo a que me atraparan se transformara en las mejores habilidades de velocidad y resistencia en la carrera de fondo con obstáculos, pero encima mio. Burlamos al rancheador que nos daba caza, dejamos el saco en la orilla de un río y cambiamos el rumbo, río arriba, mezclándonos entre la maleza de la ribera. La respiración acelerada de Hendrick se escuchaba perfectamente. El peligro de llevarnos unos buenos planazos de machete nos unió en el momento en que nos convertimos en prófugos convictos por la ley del Guayabal de La Sabana. Escapamos por los pelos, regresamos por el saco que se encontraba sumergido en la ribera próxima. Llegamos asustados, pensando que nos tenían una emboscada montada en las proximidades de escuela. Horas más tarde comenzamos con la venta de guayabas que resultó ser un éxito ese día y nos regaló la posibilidad de acceder a las croquetas de yuca para matar el hambre.
Miro con nostalgia aquella historia de nuestras vidas, y las dificultades, que dejaron amigos eternos. El Vlady, Alberto, Maldonado, Hendrick y yo, conformamos un equipo multidisciplinario e inseparable, tertulianos y defensores de ideas increíbles. Años después nos seguimos queriendo, y recordamos las peripecias que hacíamos para alcanzar el anhelado alberque de las muchachitas para dormir como Dios manda, bien acompañado. La solidaridad sin etiqueta de compartir la poca comida y los deseos de llenar la panza; la unión para defendernos de posibles amenazas de guapos en apuros, que buscaban riña dondequiera. Recordamos con agrado el cuero constante que recibía Medina, el enemigo de todos nosotros, que trataba incansablemente resaltar a base de guapería, fingiéndose valiente, pero lo controlábamos con piñazos y el llamándolo tarrú, apodo que le otorgaron todas sus novias.
En cuanto al amor, Hendrick rompió record en conquistar chicas y sexo, y yo me fui con uno de los amores más adorados de mi vida y una buena amiga también. Maldonado con algunas espinas del engaño en su alma, sufrió años la traición que no le correspondía, proveniente de un noviazgo de vidriera. Vlady y Alberto se fueron ilesos en este tema, aunque de enamorarse llevaban de sobra, pero concretaban poco, cargaban y cargan con sobrada nobleza en el alma.
El Guayabal fue testigo de muchas de nuestras conquistas y desencuentros amorosos; tenía la magia que le aportábamos, y en sus rutas entrelazadas, se construía la línea donde compartíamos nuestros planes futuros. Yo seré medico, decía uno, y yo ingeniero se escuchaba también, yo bibliotecaria, soñaba ella, cuando yo no tenía ni la menor idea de lo que el futuro me depararía y callaba para no desentonar. Poco tiempo antes, había navegado entre las ideas de estudiar Medicina, y la idea se disipó cuando quise ser actor, y hasta en un grupo de teatro entré en el Terry; y cuando mis padres ayudaron a conformarme con el pragmatismo de las opciones, apliqué a una ingeniería que desconocía pero que con los años llegue a amar.
Mis amigos concretaron sus proyectos profesionales y ahora son muy buenos en lo que hacen, además de padres de familia.
A veces nos contentamos recordando las tardes de tertulias bajo las guayabas y los mangos en las que planificábamos el hurto agrícola combinándolo con muchas ideas y proyectos que años después enmarcamos en las salas de nuestras casas. Llevándonos en la memoria el consagrado titulo de ladrones de guayabas, que nos agenciamos honradamente y sin hacer fraude. El Guayabal de la Sábana, también nos formó en cierto sentido y quedó, aunque físicamente ya no se encuentre en aquellas tierras bendecidas por Dios, en el miocardio de cada uno de nosotros.
Hendrick lo carga en su mochila de nostalgias que desarma y arma en tierras extranjeras, mientras yo me contento con regresar allí algunas noches insomnes y de pocos sueños.
Tremendo articulo cargado de nostaligia y realidad, yo estudie en el Nueva creacion a solo unos km del dia, tambien ibamos al mismo Guayabal, debio ser unos 3 anos antes que tu, en mi epoca jugabamos con la mantequilla, aquella venia del CAME que tiempos mas felices, solo tengo gratos recuerdos del Pre, ya en la universidad de santa clara donde estudie despues me cojio el sorpresivo periodo especial y alli vivi los peores anos de mi vida, conoci de vista al internado que mencionas, no se como le permitieron semejantes atrocidades, a veces alla no saben donde esta la linea de lo mal hecho y se pasan esas cosas que dejan a jovenes marcados de por vida.
ResponderEliminarLiber Barrueta: Buen relato, me gustó. Un saludo y recuerda que te este es tu espacio, hoy, mañana y siempre.
ResponderEliminarExcelente historia de melancolia con alegria del tiempo pasado vivido y que no volvera, solo en la memoria y al calor del encuentro con viejos amigos. gracias por esta vivencia hecha cuento Carlos
ResponderEliminarHendrick Vega PRIMERO FELICITARTE RAULO, IMPRESIONATE TU ESCRITO ME ALEGRO EL DIA , ESTOY RIENDOME COMO UN NINO ADEMAS LO HE VUELTO A SENTIR Y VIVIR, LO HAS ESCRITO COMO SI HUBIERA SIDO AYER , GRACIAS MIL POR RECOGER ESOS MOMENTOS BELLOS DEL PRE
ResponderEliminarIGUAL ME SIENTO ORGULLOSO DE NUESTRO CUENTAPROPISMO IMPROVISADO, VOLABAN AQUELLAS GUAYABAS, JAJA
ESA EPOCA FUE INTENSA COMO LA DESCRIBES, SI EN ESOS DIAS ALGUIEN ME DICE QUE TU CAMINO ERA ESCRIBIR, QUE PARA MI LO ES, SIN SER UN EXPERTO DEL TEMA, ME HUBIERA REIDO, QUE BIEN HERMANO MIO, QUE ORGULLOSO ME SIENTO.
GRACIAS OTRA VEZ, AUN LLEVO COMO DICES, EN EL MIOCARDIO EL GUAYABAL JUNTOS A LOS AMIGOS DE SIEMPRE CON TODAS LAS ALEGRIAS Y TRISTEZAS DE ESE PRE EN EL CAMPO (DIMAS MARTINEZ).
Dale: Jajajja, los estoy recordando, así flacos, mala cabeza y conquistadores, q lindos los dos!!! Y q problemáticos, jajajaja, siempre fajados. ;)
ResponderEliminarhola. les habla Marlon. yo estudie en el Dimas cuando Carlos Raul era el internado y Del Sol era el productivo...wow. que tiempos aquellos..Wilche y Pepe eran los guias de campo y la parte de abajo de la escuela era para las noches de romance...seria espectacular podernos comunicar...mi correo electronico es...mhernandez118@tampabay.rr.com
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