Por: El Cojito Bibijagua.
No recuerdo la edad que tenía, siquiera la
escuela en la que estudiaba, las asignaturas y las tareas que nunca hice. No me
llega a la memoria si vestía con aquellos pantaloncitos hechos de sacos
de harina y teñidos en los calderos de la cocina, o si era la época en
que los tirantes estaban de moda o los pre-lavados.
Solo recuerdo
la mañana y el frío que hacía, pero no porque me molestara la piel y los
huesos, sino por la imagen de sus pechos esbeltos y grandes, montañosos,
prepotentes, deseables.
Recuerdo que no
me gustaba ella y me refiero a su esencia, solo me gustaba su sexo,
su pubertad adelantada y mercenaria, las ganas con que contoneaba sus
caderas y el proselitismo de sus nalgas entrenadas.
Muy niño era yo
para esa trigueña despampanante y suculenta. Fruta fresca de mis noches
mojadas, meretriz de mis fábulas recreadas en las sábanas de mi cama.
La vi ese día y
como siempre me quedé callado, mirándola y deseándola en
los dos metros que nos separaban; ella abanicó su pelo negro y largo; en su
espalda se dibujaron mis labios y el deseo en ellos cuando llegó el
encontronazo y la emancipación de mi sexo inmaduro, al mismo tiempo que
mis pupilas se clavaron en sus pezones rebeldes y desnudos. Me abordó el
frío de la impotencia y el calor del deseo me protegió.
-Ariagna,
que...- traté de decirle pero me frené.
- Dime, que
ando apurada, voy a casa de Yaima que tenemos que practicar para la gimnasia-
espetó sin condolerse de mi agonía.
Enmudecí por un
siglo y ella se fue volando ante mis ventanas verdes y borrachas de
tanta exquisitez.
No la seguí,
recuerdo que hacía frío y me contenté con la flagelación personal en mi soledad
protegida.
Ariagna,
Ariagna, que tetas, que nalgas.
-Raaúlll...
señora, ¿Raúl se encuentra?- escuché en mi cuarto horas después.
-Rauli, te
busca una compañerita de la escuela- dijo mi mamá con un tono salvador y
conspirativo.
- Voy mamá-
grité cuando ya estaba en la puerta de la casa.
- Eh, ¿pasa
algo?-pregunté.
- ¿Me puedes
acompañar a casa de Belén?
-Claro- me
apunté como buen servidor.
Y doblando la
esquina en esa sombra bendita que da el pino en la noche, a la orilla del Círculo
Infantil, sentí la incisión de sus labios en mi boca, y su
lengua tocándome las ganas de un orgasmo prematuro y anticipado.
Me dejó
respirar y encontrarme con la realidad desenfundada, mi cabeza mataba neuronas
a quemarropa y su voz me llegaba como la salvación en el
mar tormentoso de mis eyaculaciones anunciadas.
-Si no lo hago,
jamás te atreverías- me dijo mientras su lengua saboreaba no sé qué de
mis orejas.
Y quedé sordo,
mudo y tonto.
- Es que...
deja que te explique- balbucee.
Y sus pechos ya
estaban en mi cara, en mis ojos, en mi boca, en mi alma. Y no me importó
más nada, ni el frío que no existía, ni la posible observación ajena.
Me recordó que
era hembra, y muy hembra, que su sexo era deseado y cuidado, que yo era su fiel
amante esa noche de locura improvisada en la que me llevaba a sus brazos de
afrodita sureña.
Caminamos unos
pasos más y traté de convencerla que detrás del Círculo la discreción era la
favorita del barrio, pero ella alegó que aquella sombra nocturna y legendaria
le acariciaba el deseo de una penetración calculada y silenciosa.
No recuerdo la
fecha, ese día amaneció temprano para mí, no hubo puesta de sol, ni estrellas
colgando del cielo con cocuyos desafiando el manto negro del barrio. Pero
indudablemente se paró el tiempo ensordecedor y con él, toda mi
prolongación sexual desentrenada, cuando disfrutaba del néctar de su
piel y la saliva embriagadora de sus labios, los suspiros, las promesas,
los me gustas con ‟pinga” y con todo, y yo me enamoraba de su sexo, de ella y
también de su gimnasia, salvadora de mis placeres.
Diosa divina,
recuerdo que le decía, con cada empujoncito descompasado y aprendiz. Gritaba en
silencio un ‟ cásate conmigo mujer” y se me detenía el tiempo
con el corazón corriendo.
No nos volvimos
a ‟ver” más. Ella me enamoró y me dejó mientras yo la amé y la adoré, hasta que
pasados muchos años nos miramos y entre nos apareció el sexo
de ocasión y la pregunta de cuándo fue.
La verdad no
recuerdo cuando sucedió o si aconteció lo de Ariagna, el sexo y
yo.
Mi hermano tu profesionalidad es de solo hablar de temas sexuales y hacer el amor con alguien, no te das cuenta que habla mucho de tus pensamientos. Hay muchos otros temas de que hablar, ese solo no existe-
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