Comunidad Valenciana | 06/05/2013 - 19:24h | Última actualización: 06/05/2013 - 19:44h Ricard Pérez Casado con su libro "Viaje de ida, memorias políticas" en la librería de Publicacions de la Universitat de València Miquel Oliver
Ricard Pérez Casado se confiesa enamorado de Valencia “mi ciudad”. Gran conversador, de profunda cultura, de fuertes convicciones políticas y dotado de un constante compromiso social, acaba de publicar “Viaje de ida; memorias políticas (1977-2007)”.
Una obra, editada por Publicacions de la Universitat de València (PUV), en la que expone su trayectoria profesional, política, vital y personal. Con capítulos muy intensos, como el dedicado a su etapa como alcalde de Valencia (1979 – 1988), en la que impulsó una profunda transformación y modernización de la ciudad; su compleja y, en ocasiones, difícil relación con su partido, el PSPV-PSOE, o su etapa como alcalde de la ciudad bosnia de Mostar.
Y conoce muy bien Barcelona, donde además de tener fuertes amistades ocupó el puesto de presidente de la comisión delegada del Instituto Europeo del Mediterráneo. Se trata de un libro que, además, descubre y redefine momentos fundamentales de la reciente historia política e institucional valenciana. Pero ante todo, conversar con Pérez Casado es descubrir su pasión por el urbanismo y el concepto de ciudad, en toda su dimensión; y también su gran decepción con el sistema actual de partidos.
¿Qué le motivó a escribir este libro?
Hacer un balance vital, porque son más de 50 años de compromiso cívico, una parte de estos en la función pública, y necesitaba mirar atrás y decirme a qué me he dedicado. Entre otras, a participar en la ola modernizadora de España que se produjo en los 80 y que tuvo como epicentros las ciudades. Hicimos la Valencia nueva mientras la pensábamos, priorizando la cultura, las mejoras en infraestructuras…después quería explicar mi visión de la política y sus instrumentos, y del que más conozco, que es el PSOE, y llegar a la conclusión de que son una oligarquía que frustra la capacidad de innovación, cuando debería ser lo contrario: deberían ser los instrumentos para la modernización.
Yo me sitúo en los valores republicanos, de solidaridad, libertad; y tuve maestros que me enseñaron aquello de “nada sin la razón”, “nada sin libertad”, como decía el periodista Vicent Ventura. Y por último quería hacer un balance de experiencias, como parlamentario, como alcalde de Mostar, que me hizo repensar elementos que a mi me habían motivado profundamente, como revisar el concepto de identidad. Si la identidad es exclusión tengo poco interés por ella. Y ver finalmente que Europa como espacio de libertad está amenazado, porque la ideología dominante es la neocon y esta se ha infiltrado en la democracia.
¿Ha valido la pena dedicar 50 años de su vida al activismo político?
Claro que ha valido la pena, el balance es positivo. He sido feliz con lo que he hecho, a pesar de que me han pasado muchas cosas y no siempre agradables. Pero el resultado final es satisfactorio. Conseguí cambiar y modernizar una ciudad, y pude ayudar al País Valenciano a que fuera mejor de lo que era.
¿Y ha podido hacer todo aquello que le hubiera gustado desde ese compromiso político?
Ahí si que le digo que no. Pero en toda propuesta humana lograr el cien por cien es imposible. En algunos casos me sabe mal no haber logrado cosas: como un área metropolitana que ejerciera de capital del País Valenciano, porque hubiera ayudado a vertebrarlo. O haber logrado una empresa de aguas potables de calidad o haber logrado una mayor movilidad metropolitana. Son cosas que uno dice “se podían haber hecho”; pero en líneas generales son menos las cosas que no se han hecho que las que pude hacer.
Hablemos de su ciudad, de Valencia. Leo el libro y hay una parte que no deja de ser toda una declaración de amor.
Es que es mi ciudad.
A usted se le atribuyen los grandes cambios, como el PGOU de 1988 que permitió crear nuevos espacios, vertebrar la ciudad con la transformación del cauce del río Turia en un gran jardín…
Pero es que las líneas básicas eran las de hacer una ciudad para sus habitantes. ¡Que yo le tengo amor a mi ciudad! Yo viví en los márgenes de Valencia, sin asfalto. Logramos cambiarla, transformarla, hacerla más habitable. La ciudad, como dice Octavio Paz, es “el lugar donde pasa todo” y efectivamente en los años 80 había crisis y sin cobertura social…en un proyecto como el del río Turia logramos hacer participar a la sociedad. O los eslóganes “València la mar de bé”…era un tiempo de amor correspondido, de exigencia, pero afortunadamente la ciudadanía quería ese cambio.
Usted entiende de urbanismo, pero en aquellas fechas pocos en España hablaban de esa disciplina.
Pocos, nuestra escuela era Italia y Alemania.
Se proyecta el PGOU y se sientan las bases de la ciudad que ahora tenemos. ¿Qué considera importante de aquel proyecto que no se logró?
Lo primero era liberar obstáculos, porque era una ciudad llena de ferrocarriles. De no haberlos quitado no podríamos ahora tener acceso a la dársena del puerto. Quitar los residuos del cauce del Turia fue un combate. Había que hacer alcantarillas…Fuimos capaces de eliminar estructuras molestas, incómodas y dignificar, poner en valor, espacios que ahora los valencianos disfrutan. Y logramos trazar el metro, que permitió integrar el área metropolitana en la ciudad central. Nos ha faltado tener ese instrumento metropolitano al que me refería, que ahora muchos reclaman, en lógica. Porque son 44 municipios los que hacen la ciudad real.
¿Hasta qué punto las fuerzas conservadoras fueron un obstáculo para desarrollar este proyecto?
Joan Fuster decía que la peor fauna de este País era el sector inmobiliario. No les hizo ninguna gracia, porque logramos una ruptura urbanística. De entrada paralizamos la urbanización de El Saler, impedimos urbanizar el cauce del Turia y eso fue un golpe duro para ellos. Pero ganamos.
¿Cómo valora la gestión de Valencia que ha hecho el PP desde el año 1991?
Creo que ellos aceptaron el proyecto porque no podían cambiarlo. Y después porque el marco conceptual del PGOU, del que yo ya era escéptico, tenía suficiente margen de flexibilidad para poder ellos obtener algún rendimiento adicional, que es lo que han hecho: procurar echar agua al vino. No han tocado la estructura básica, porque era difícil, pero no aprovecharon lo mejor del plan.
¿Qué debe afrontar Valencia de cara al futuro? ¿Qué papel debe asumir Valencia?
Vuelvo a pensar que es fundamental una ciudad para la ciudadanía, que el espacio público sea recuperado. Eso lleva a impulsar la sostenibilidad, la movilidad, porque es una ciudad en la que es difícil de caminar; lograr que no haya estampida los fines de semana, que no huyan.
La propuesta de la fachada marítima aún no funciona, a pesar de la ventaja que tenemos; no hay ninguna ciudad en Europa que tenga un frente marítimo como el nuestro, lo tenemos muy fácil. Tenemos un espacio natural fantástico, otro espacio natural hacia el Norte, y un elemento estructural, que es el cauce del Turia, que configura un espacio único. Habrá otras ciudades con más historia, pero en Europa, del tamaño de Valencia, no hay otra con nuestras condiciones. La ciudad en contaminación lumínica, contaminación acústica, sin movilidad…ya tenemos objetivos, y no se hace nada.
Observo en su libro que usted no oculta su, digamos, tormentosa relación con su partido, el PSPV-PSOE; con episodios difíciles. Usted dice, por ejemplo, que “no entiendo cómo sigo en el PSOE”. ¿Cómo ve el futuro de este partido, que en las encuestas en Valencia no levanta cabeza?
Me puedo referir a dos elementos. La tradición que dice que “el partido ante todo”, con renuncia a los criterios, a los objetivos, a la complicidad con la ciudadanía, a la endogamia partidaria. Ahí es donde arranca la discusión. Y segundo, en un momento de asentamiento institucional, como fue la autonomía valenciana, hacía pensar a los que la hacían que los ayuntamientos debían ser subalternos, y la estructura autonómica subalterna de la nacional…ahí se consolida una oligarquía partidaria, que tiene dimensión estatal, pero que también la tiene a nivel autonómico. Un grupo que piensa que cualquier idea al margen debe ser descartada. Yo sólo aspiraba a ser alcalde, a nada más, y en la organización partidaria pude desestabilizar al secretario general, que era Joan Lerma, porque teníamos muchos afiliados en la ciudad de Valencia. Pero no me interesaba eso, lo que no quería era que me desestabilizaran un proyecto, mi proyecto.
Mucha gente cree justamente que la falta de proyecto en el PSPV-PSOE es lo que ha acabado erosionando a este partido.
Probablemente, porque yo tuve que abandonar la alcaldía de Valencia, dimití, porque exigí que consideraran a Valencia como Barcelona y Madrid. Durante años, logramos cubrir servicios que no correspondían al ayuntamiento, como las guarderías. Pedí la cancelación de la deuda, y eso me provocó una fuerte fricción con Lerma, que no apoyó estas ideas. La tercera era que me refinanciaran la deuda, porque había inversiones públicas para Sevilla, Barcelona y Madrid, y estaba de acuerdo, pero pedía también para Valencia. La cuarta y la quinta eran de orden local: “dejad de tocarme las narices” les decía…pues no me dejaron en paz.
¿Qué cree usted que debería hacer el PSPV-PSOE para recuperar todo el músculo perdido?
Recuperar la complicidad con la ciudadanía y limpiar su estructura. Porque si la gente ve una reedición permanente de personas y de actitudes cainitas no confiará con los socialistas; y volver ha hacer país, poner encima de la mesa que la desigualdad crece, que la gente está siendo excluida, que no puede ser que no nos acordemos que las víctimas del accidente del metro llevan años luchando…el socialismo valenciano debe cambiar, de método, de personas, abrirse a la sociedad, una sociedad disgustada y que no sabe cómo encarrilar su disgusto. De lo contrario el PSPV-PSOE, si no es capaz de reformular la modernidad, como ya hicimos en el pasado, caminará hacia la marginalidad.
¿Cómo valora el papel del PP en la sociedad valenciana?
El PP supo absorber los particularismos de Valencia, Alicante y Castellón, es decir, el regionalismo español lo incorporó a su discurso, y fue aceptado por la mayoría. Segundo: ha estado en la onda de la prosperidad, porque con instrumentos hechos por los socialistas, como las leyes urbanísticas, supieron hacer que todo el mundo ganara, con las consecuencias que ahora conocemos.
Hubo un momento en el que el PP representaba esa mayoría social, una mayoría social que creía en el enriquecimiento, aunque ello supusiera renunciar a planificar este país. Y no olvide que las ideologías dominantes lo infectan todo, porque el PSPV-PSOE también se ha dejado intoxicar por esa ideología dominante que durante años le ha permitido al PP una hegemonía absoluta.
Fue el dominio de la ideología neoconservadora en Europa y aquí también, que ha alcanzado de lleno a la socialdemocracia, y en lógica al socialismo español y valenciano. Le pongo un ejemplo: ¿cuántos dirigentes del PP hablan valenciano?, el tema no les ha interesado, pero han logrado que ellos aparezcan como defensores de “lo valenciano”. Ahí el PSPV-PSOE ha actuado con absoluto complejo, y así le ha ido.
Usted sufrió, también en lo físico, la denominada “batalla de Valencia”. Visto con perspectiva, ¿está superada la cuestión de la identidad de los valencianos?
La insuficiencia del consenso en esta cuestión apunta a que el debate no está superado. Falta ver cómo se vuelve a potenciar el modelo de provincias, contra el autonómico. La cuestión lingüística es delirante, porque aquí se acusa a los que hablan mejor el valenciano de ser “forasteros”…no hay ese instrumento que es la lengua aceptada como elemento de cultura moderna. A mucha gente del PP nuestra lengua la ven como algo folklórico, y no existe un amor claro hacia la lengua para prestigiarla, que es algo que sólo ha trabajado, con sus más y sus menos, la izquierda.
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