para Keila. La foto de Internet |
Fue en la época de las culpas cuando conocí la verdad. Andaba, oculta, pretenciosa, tras ciertos sentimientos de rebeldía revolucionaria, apego a una tradición legada por mis ancestros, a un esfuerzo quimérico de mi abuela por demostrarme que este tiempo era mejor, mucho mejor que el que ella vivió, mientras mi padre, ajeno a la retórica de su madre, me hacía una mueca a sus espaldas.
Yo nunca luche por lo que creí, ni tampoco por lo que quise. Nunca lo he hecho. He tenido sueños de grandeza, me he conquistado por etapas, con pequeñas metas que me puse, a menudo desvariando entre idilios mujeriegos, un beso robado o recibido, un trago de alcohol en cualquier muro a orillas de esa bahía tranquila, refugio de amantes heterosexuales y homofóbicos, gruta de homosexuales trasnochados y heterogéneos. Nunca vi más allá de lo que tuve, que fue bien poco, si lo comparo con lo que la inmensa mayoria de mis amistades tenía: una familia. No fue mi culpa. Mi mundo dio dos vueltas de 180 grados tres veces en menos de diez años.
Yo aprendí a crecer en la batalla. Esquivé relaciones sexuales porque me sentí perjudicado ante el arrojo de la chica. Esquivé relaciones de medio tiempo, porque la chica vivía en Tulipán o en Pueblo Grifo. Dos veces no supe ponerme el condón. Aprendí a hacerme hombre y desdeñar lo que de oídas alguien me dijo era peligroso: el exceso de alcohol, las drogas... cada cual es un mundo, y con su mundo hace lo que quiere. Yo, culminé la etapa de mi adolescencia limpio. De eso, estoy orgulloso.
No recuerdo haberme envuelto en muchas broncas. En honor a la verdad, fuí tan bueno siempre con mis amigos del barrio, que cada vez que tuve algun entuerto, salían tres, cuatro o cinco más curtidos en el arte pugilístico que yo a defenderme, y viví así, ajeno a chismes y diretes, con cierto poder monetario en el bolsillo, y saludando, lo mismo al que había estado preso, que al recién graduado universitario.
No puedo quejarme de mi vida, a no ser, reprocharle que se haya llevado toda mi familia cuando apenas era un adolescente. Le agradezco, que me haya enseñado a luchar por lo que creo justo, a levantarme si me caigo y a tener siempre una mano que estrechar.
Fue en la época del destierro cuando conocí la traición. Andaba exhibiéndose por las calles de cualquier ciudad distinta a la mía. En el destierro europeo murió Cienfuegos. En el destierro americano, alguien paleó tres metros de tierra sobre su cuerpo.
El barrio quedó lejos, extraviado entre amistades desperdigadas por el globo terráqueo. Aprendí a recogerlas, con lo poco que pude ofrecerles: mi amistad, mientras muchos aún creían que yo tenía aquellas mismas virtudes monetarias y pusieron su amistad en fideicomiso.
Hoy le pido perdón a todo el que le fallé o molesté con mis palabras e indolencias. Nunca he dejado de pedir disculpas. Hacerlo no ha demeritado ni demeritará mi hombría,
A mi, nadie me enseñó a vivir, porque como ya dije, la vida me quitó a todo el que pudo hacerlo cuando yo apenas había aprendido a caminar.
Wooooow cuanta ternura en esas palabras de quien sin dudas tuvo q enfrentar la vida desde joven sin sus padres.... me conmovio mucho. gracias y sigue asi, un saludo desde Alemania, Maritza
ResponderEliminaresta lindo este escrito,el té dulce y amargo es como la vida cuando nos faltan los seres queridos la familia los amigos
ResponderEliminarhay.momentos en que nada sustituye esas cosas.
y un buen momento para rescatar memorias y viejos amigos es el facebook.
La vida hay que disfrutarla.a.diario vivirla.hoy como.si fueras a.morir mañana porque nadie sabe si es mañana el dia señalado.para.morir.
y es por eso que sin dejar de ser sensible y humanitarios tenemos que tratar de soñar y llorar y reir ect eso es algo
que no siempre podremos hacer.
y por todas esas cosas que te ha tocado vivir maduraste mas que cualquiera de.nosotros y vez la.vida con.ojos de.sabio.
muy lindo tu escrito. Isis