Por: El Cojito Bibijagua.
Había cruzado la frontera del Atlántico, y aquella mañana ya me proponía romper el muro imaginario que me aproximaba a Badajoz. Tenía unos deseos locos por encontrarme con Marcos, que desde muy temprano mataba el tiempo de espera con un cubata fronterizo, medio Español-Portugués.
Yo no tenía idea de tantos kilómetros recorridos, ni contaba
con el estorbo de los que me quedaban por contemplar. Mi columna no se enteraba
de la paliza del camino, porque las ganas de encontrarme con mi amigo superaban
cualquier dolencia.
Aun leía las indicaciones en portugués, no aparecía señal
viva de que la España que quería sin conocer se estuviera acercando. Me acomodaba en el coche y decía para consolarme, que dentro de muy poco, en ese mismo día,
iba a estar tomándome un ron con el Marquete,
que en definitiva fue con el único que conté para que me esperara en la línea divisoria,
porque sabía con sobrada confianza que el hombre no se raja en cuanto a meter el
pecho a un problema se trata.
Y de pronto lo vi. Allí estaba él con su panza y cubata en
mano.
Llegué con los abrazos, agradecimientos, una pedida de cubata, habanos afuera,
humos, risas y los colegas que lo acompañaban, observaban, hablaban, reían y
callaban.
-Tenemos que irnos que la entrada a Sevilla va ser grande y
memorable- me dijo.
Nos piramos y cruzamos la línea por la parte portuguesa, y cuando
Badajoz se asomaba ante mis ojos.
Llegó el golpe inesperado en forma de pregunta.
-¿Y cómo dejaste al Régimen killo?- preguntó uno de sus amigos, que ahora es mio también.
-¿Qué?-pregunté.
- Si, eso mismo, y Yoani, qué me dices de ella.
-¿Quién es Yoani?- pregunté.
Me enteré de esta forma que la “democracia” no iba a dejar de preguntarme estas cosas durante mucho
tiempo.
Y yo, decidí callarme, en el mismo momento en que solo quería
abrazar a mi amigo, que desde hacía años, ya se había convertido en mi hermano.
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