Pagó 1.000 de dólares por dos inyecciones, que fueron aplicadas en una casa, no en un hospital. "Yo no hice ninguna investigación. Una combinación de ingenuidad, confianza fuera de lugar y la inseguridad me llevaron a tomar esta decisión desastrosa", explica la mujer. Resultó ser que el líquido inyectado no era silicona para uso estético, sino sellador de baño o silicona industrial.
En 2011 apareció un agujero en su trasero, posiblemente, por una infección. Los médicos la pusieron en coma inducido por dos meses y amputaron las nalgas. "Me salvaron, pero se desarrolló una gangrena en mis manos y pies. Mis manos parecían las de una persona muerta. Supe entonces que iba a perderlas", dice Brown. Sus piernas y brazos fueron amputados.
"Lloré un mar de lágrimas. Tuve que enfrentar el hecho de que perdí mis manos, los pies y las nalgas debido a las complicaciones de las inyecciones en mi trasero. Me sentí abrumada por la vergüenza y la culpa ... todo porque quería una parte inferior más grande", cuenta la mujer.
Hoy se dedica al triatlón y a contar la historia de su vida: "Quiero advertir a los demás de los peligros de la cirugía en el mercado negro. Nacimos completos, perfectos e íntegros".
tomada de noticias insólitas
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