por Roberto A.Lamelo
Si un pelotero no
podía irse era Pito. Eso, hasta un niño de cuatro años lo sabe. Cualquiera
podía hacerlo… Pito no. No él
A Cuba se le han
ido grandes pitchers. Grandes peloteros.
Grandes promesas. Excepto José Ariel
Contreras , nadie dentro del Cuba, era tan grande. GRANDE, con sus dos
significados. Nadie. Ni siquiera Arocha,
… Arocha, cuando se fue, cuando "traicionó", ya había transitado bastante por
nuestro beisbol. El Duque también. Ya
eran monstruos consagrados en sus 30.
Arrojo, Euclides, sonaban “viejos”
en nuestros oídos. Solo Kendry y
Liván eran promesas. Tenían un gran futuro, pero no tenían en Cuba una raíz.
Apenas comenzaban a brotar sus primeras ramas.
Es probable que ni los extrañarían. Pito, … es diferente. Pito hoy, sin dudas, representaba el mejor
pelotero de Cuba. No el niño mediático, hijo de papá que nos quisieron imponer
a la fuerza a base de remilgos y adulaciones.
Ni siquiera Cepeda representa hoy lo que es Pito. Cepeda ya tiene más de
30 años. Pito apenas tiene 26.
Pito es hoy lo que
en su momento fue Contreras, pero en el beisbol, el arte está en batear. Es la
génesis del beisbol. Si pitchear lo
fuera todo, pues se hicieran competencias para ver quien pitcheaba mejor y ya
está, pero ya sabemos que un jonrón es más sublime que una lechada. Un jonrón,
con las bases llenas, es la apoteosis misma. Un batazo que deja tendido en el
campo al contrario es algo indescriptible. Un pitcher puede llegar a la gloria
con un hit no run. Un bateador puede hacerlo muchas más veces y Pito es de los
que sí sabe batear, no digo yo llegar a la gloria.
Pero Pito, unido
a su excelente bateo, carga en sus 250 libras de peso una bondad sin límites.
Mira que recibió pelotazos. Jamás lo vi irle para arriba a un pitcher bate en
mano tras ser golpeado por un lanzamiento. Si acaso una mirada grave, pero
jamás se molestó. Jamás lo vi gritando ni diciendo, dentro o fuera del Estadio “Yo
soy Pito Abreu”. Ni para ganarse favores especiales, ni para demostrar su
jerarquía. Jamás negó, que yo recuerde,
una sonrisa, una foto, un autógrafo, un “siéntate aquí Pito” o un “venga esa
mano”. Así que esa trova de que “se le subieron los humos” o esa otra de “se
creía Dios” o que era petulante o “menos mal que se fue” aquí, ni en
Cienfuegos, ni en Cuba, en nadie que tenga dos dedos de frente pega. Ni con
cola ni con colina, así que no la expresen. Mejor no.
Que Pito se haya
ido es, como si de golpe y porrazo, toda la vergüenza, la modestia, la
sencillez, el carisma, la esperanza, la bondad, la ternura y la ingenuidad de
un pueblo entero se hayan ido por un tragante. Qué desespero, que desamparo,
que impotencia y dolor, tiene que sufrir un pueblo agobiado ante las carencias
cotidianas cuando descubre que el mejor
exponente de su deporte nacional, decida un día “abandonarlos” Es como si en la
cultura nacional cubana, en plenos 80´ Silvio se hubiese largado pa´l carajo, o
como si Alicia se hubiese quedado con su ballet entero en Nueva York. O que los
Van Van al unísono todos sus miembros se
hubieran quedado en Miami. O que se hubiera quedado Soto, Ana Fidelia… o Muñoz,
o Linares.
Ver a Pito batear era alegría, era temor, respeto y admiración.
Nadie, ningún pelotero en Cuba sufría las cuatro cosas, ni tantos sentimientos
dispares provenientes de los contrarios en el terreno, ni de los contrarios en
las gradas, ni de sus fieles admiradores. Nadie, ninguno, asumía el pelotazo como algo que
ocurre dentro del beisbol. Solo Muñoz, en su tiempo despertó en toda Cuba los mismos sentimientos que despertaba
Pito cuando se paraba en el cajón de bateo. Eso dice mucho, Demasiado.
Si un pelotero no
podía irse y lo merecía desde siempre, desde que surgió al beisbol, era Pito.
Si una ausencia duele y reconforta es esa. Si una lágrima de alegría o de
tristeza se comparte a través de un inmenso mar y unas franqueables 90 millas,
es esa. Si algún pelotero, aparte de Muñoz
es querido y venerado en Cienfuegos y en Cuba es Pito.
La lógica de los años, nos hizo acostumbrarnos a la ausencia del Gigante
del Escambray en el Cinco. Si algún elefante se extraña desde ahora y se
extrañará para siempre en ese estadio, es el número 79. Será una ausencia a la que no nos
acostumbraremos nunca.
Volverá a él, un
día, seguro, y allí en las paredes del Cinco estará colgada su foto. Su número
acompañará al 5 y al 6. Al 6 que unos míseros enemigos boquiafuera de los dólares
quisieron borrarnos de la memoria.
Regresará, como
el hijo pródigo… no faltará un Rembrandt cienfueguero que recuerde y dibuje
para la posteridad su regreso y un Peter que calmará las lágrimas después de tanta ausencia.
GENIALLLL
ResponderEliminarunagran perdida para el beisbol cienfueguero y una personalidad para ese pueblo esperomos q lo haga bien por su futuro y no sea mal visto por los q piensan siempre en terminos politicos,y pueda regresar a su tierra porq al final se navega por el mundo pero siempre se anela volver a casa.
ResponderEliminarveremos como marcha las cosas el dia de manana para su apariencia moral antes todos nosotros para q no que borrado como un caso no solucionado.
Muy buen artículo... muchas gracias!!!!
ResponderEliminarcompadre, que alguien lea esto en el noticiero....!!!
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