viernes, 28 de diciembre de 2012

GRETA GARBO CUBANA

 

 


Muchas veces me he preguntado que tenía la Garbo de diferente. ¿Su glamour? ¿Acaso una imagen tan sensual que desbordara pasiones incontrolables? ¿Un look “fuera de serie”? ¿Un cuerpo de Diosa? ¿Aliento cautivador? ¿Mirada de vampiresa e hipnotizadora sueca? ¿Y la Taylor? ¿Qué tenía Liz – aparte de sus ojos – que hacía que los hombres se rindiesen a sus pies como moscas, que provocara tantos pedidos de autógrafos, saludos de manos, roces a su abrigo de visón, al chal…? ¿Qué tenía la Monroe? ¿Un pelo rubio platinado semejante a un Sol bajado a la Tierra? ¿Unas caderas naturales que al menearse les sacaban los cheques del bolsillo a los políticos, hacían fallar tres “suines” seguidos al mejor pelotero o escribir una descomunal pieza teatral? ¿Qué tenían ellas que no tuviera mi Farah María? Nada, absolutamente nada. Por el contrario, para quienes nacimos en esta Isla llamada Cuba, era más fácil, mucho más fácil, ser fans de la Farah que de cualquier otra mujer, lejana geográficamente e inaccesible como los picos altos del Kilimanjaro.  Farah era incluso más cercana “culturalmente” al estereotipo del cubano. Una “criollita de Wilson” que cantaba, bailaba, actuaba… una Diosa, que Zeus nos mandó al Caribe Insular.
Moría de rabia cuando Héctor Téllez la abrazaba, cuando le susurraba al odio, cuando ella se recostaba a su hombro quería entrarle a mandarriazos a mi Electrón. Me gustaba escuchar al Téllez, pero no le perdonaba su atrevimiento. Y yo solo tenía 5 años. 
Así crecí, entre El recuerdo de aquel largo viaje y su versión del tango Adiós muchachos. Imaginando que a mí se dirigía cuando interpretaba aquello de Ámame y no pienses mal – lo cual me reafirmaba que no, que el Téllez y ella eran sólo amigos -; creyendo que la conocería pronto cuando “me decía” El día feliz está llegando. Y yo, sin experiencia y con niñez, cándidamente soñaba con ella, y cuando iba a la escuela, En mi lento caminar también soñaba. Farah María era mi Canción de todos los días. Su picardía al cantar aquello del Tiburón y el Malecón me provocaba no pocos orgasmos infantiles.
En una época en que los atisbos de racismo hacían mella en mi cerebro de ocho años, me ofendía y mucho, cuando mi hermana, tres años mayor que yo, para provocar mi llanto, me decía que Farah era mulata, mientras yo me empeñaba en verla trigueña, soleada, porque no, pero bella y deliciosamente mía. Así me la forjé en mi mente, así nunca, mientras fui chico, quise cambiarla.
Falté a su memoria, lo reconozco, cuando conocí a su hija años después. No recuerdo siquiera su nombre, pero fue a mi escuela como integrante de la escuadra juvenil de volleybal del equipo Ciudad Habana, y no era regular; pero mientras Magalys Carvajal daba aquellos brincos y clavaba la pelota en la zona 2 de cualquier equipo, mi mirada concupiscente se detenía a menudo en el banco del equipo C.Habana y admiraba con denuedo incontrolable el rostro de la hija de mi musa adorada. Tenía casi su mismo rostro, casi sus mismas piernas, pero no era su madre. A pesar de eso, “era lo máximo” y para provocar excitaciones quinceañeras, mis compañeros y yo le gritábamos al entrenador: “Farah, Farah, Farah” para que la pusiera a jugar. En verdad no despegaba mucho del suelo y su técnica no era la más adecuada. A  menudo le tapaban el balón y caía al suelo, con sus piernas abiertas, provocando el Oooooohhhhhh en las gradas y provocando, porque no, motivos para demoras en el baño del albergue. Pero no era mi Farah. Mi Farah era su madre.
Pensé que la había olvidado, su recuerdo se opacó entre mi admiración por Madonna, Cindy Lauper, Tina Turner e Irene Cara. 
Años después, casualidades del destino pusieron a mi abuelita y a su madre, en camas contiguas en el hospital de la ciudad de Cienfuegos. Mi abuela me la presentó diciendo: “¿sabes quien es ella? La mamá de Farah María. No te vayas que ella está al llegar” Allí me quedé, y me hubiese quedado cien horas de ser preciso, pero mi Diva de la niñez no demoró mucho en aparecerse; agitada, asustada, despeinada tras la contingencia, pero bella, extremadamente bella, perfumada, vestida con una blusa escotada, ligera, media abierta y sin sostén. Agradeció a todos en la sala, enfermeras y doctores. Agradeció especialmente a mi abuela, quien sin desparpajo alguno, le soltó un: “Mira, este es mi nieto; se sabe todas tus canciones” Farah depositó su mano sobre mi cabeza, me dio un beso, mintió cuando dijo “Ay que lindo” y provocó que me sentara para echar a volar mi imaginación y otras cosas. Mi abuela se empecinó en que me parase y le cediese el asiento y lo hice de mala gana, retorcido, para que no vieran mi erección, apenado… y ella, mi Farah, me atrajo hacia sí, mientras conversaba y me pasaba la mano por la cabeza y yo sudaba frío, temblaba. Ella no se percataba o acaso no le importaba o molestaba. Me dijo algunas palabras. No pude responderle… no recuerdo, y si lo hice, se que fue con monosílabos.
Así viví semanas, con ese recuerdo, sin querer lavarme la cabeza. A regañadientes logré bañarme días después. Mi abuela había anotado la dirección de su casa en una agenda “por si algún día van a la Habana” y allí estuvo, anotada, sabe Dios que tiempo; a cada rato miraba la hoja. No se si alguna vez ellas se encontraron, se llamaron. No se que se hizo de su Sra. madre, confieso que enterré la anécdota en un rincón de mi materia gris.
Ayer he leído que recientemente Farah tuvo una actuación especial como “dama seductora” en un film cuyo titulo es “Verde Verde”
No me gusta asistir al cine. Prefiero “bajar” las películas de Internet, pero en esta ocasión haré una excepción. Quiero ver en pantalla grande a mi estrella de la infancia, a mi Afrodita juvenil. A mi criolla olvidada. No me interesa el maquillaje, las luces, el photoshop… quiero verla, recordarla como lo primigenio de mi heterosexualidad. No me interesa la Garbo, ni la Taylor. Todos los amores platónicos son así. Inmensurables, infinitos. Cada estrella tiene un nombre. La mía tiene diez letras.

1 comentario:

  1. Que buen comentario!Vivo fuera de Cuba hace muchos anos y digo lo mismo que el autor de este articulo;Farah Maria tuvo y tiene una belleza y dulzura que no tienen rival.Para mi ha sido siempre LA BELLA CUBANA que es mi gran idolo.Gracias por este articulo tan merecido.

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