Los ex, las ex, son como una piedra en el camino; como un muro. Son como una puerta de hierro que jamás se abre. Son como el TO BE or NOT TO BE de Hamlet. Son incombustibles, inextinguibles, inmensurables y absolutamente entorpecedores. Son el valladar al futuro. Son el no quiero que seas, ni el que vuelvas a ser. Son la comparación obligada. La duda. El NO y el SI de todo. Son el gancho sujetado en nuestro tobillo. El lastre de nuestro barco. Son el saco de arena sobre nuestro hombro. Infranqueables como un burócrata socialista o un funcionario medio del Instituto de la Vivienda.
Los ex son la referencia obligada a lo que queremos o quisimos para nosotros. El muerto que te dejan en la puerta. La basura que no te recogen los de Comunales. El brinco hacia atrás. La muerte en vida.
Greta jamás se entregará a otra vida diferente. Todo por culpa de su ex. Ese que existe a mil kilómetros, pero que ella se empeña en mantener cercano en su cabeza. Ese que ella duerme todos los días en su cama, al que le acomoda la almohada y le recoge la ropa. El cepillo que coloca en el lavamanos cuando ella termina de cepillarse los dientes. Greta no sabe de otro camino que el que una vez tuvo. El que le prometió conquistar ciertas utopías sin fracasos, sin llenar el tanque de gasolina. El que le aseguró vivir hasta que el asilo nos separe. El que se aseveró, solícito, a lavarle sus partes en la longevidad de ambos.
Greta no sabe vivir en otra parte que no sea en la cuerda, sujetada al fuí en un extremo, y al seré en el otro. No sabe respirar de otro aire que no sea ese, lleno de virutas flatulentas, de culpas y no fuí yo, ni fue mi culpa. Greta no puede creerse, ni reinventarse... no sabe armar otro muñeco que no sea ese, que ya conoce de memoria. No sabe mirar a otro, sin que lo mire a él. No tiene medidas en encontrar defectos que su ex tuvo, en este neo chico que ahora tiene.
Oswald, tampoco tiene clara las cosas. El también tiene la muerte lenta sujetada a su cintura. Sufre de anacronismos en el corazón a entregar. Tiene grietas en los besos que da, esposas en las manos cuando abraza, espinas en los brazos. Tiene ropas que lavó la otra. Zapatos que lustró la otra. Platos de comida Thai que le cocinó la otra. Una mueca en la mañana. Un llanto por la hermana que ella tiene lejos. Un llanto por una patria que no visita hace cinco años, y él la acurruca en su recuerdo, incólume, destrozada pero infinita. Perdurable y metafórica. Sin símiles. Sin ecuaciones de X/Y para descifrarla. No es perfecta, él lo sabe, pero es lo que hasta entonces conoció.
Greta jamás se entregará a Oswald, porque está seguro que Oswald, jamás se entregará a ella. Así viven. creándose pisadas comunes en el fango que parece hundirlos mañana, tarde y noche. Y dicen que se quieren, que sí, que hay mariposas, flores y encantamientos. Ella se moja sus partes, se lo comenta, él se confiesa también mojado y con tesura, pero en el fondo, cuando esa noche vayan a las camas, el terminará culminándose en el recuerdo de la espalda de aquella otra, mientras ella, decidida, le mentirá a su conciencia del porvenir en un nuevo tiempo.
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