He abierto una botella de cognac. Bueno, no es cognac pero me sabe a él. El cognac es la bebida de los que esperan desesperados. Es el elixir de esos que quieren pensar, orientar su presente a traves de un futuro extraño, asustadizo y huraño. No tengo nada en su contra, excepto su precio. Por eso he comprado esto, que no se que es, pero como no estás y puedo tomármelo con amplitud, ingularidad y sin compartirlo, me sabe a tal. Tú eres la culpable de su transmutación. Eres la culpable de su aroma distinto, de su cauce perecedero y ambicioso a través de mi garganta.
Intenté mirarte a través de la ventana hace un par de minutos. Sentí un ruido en el garage y no fue otra cosa, que el cornudo de mi vecino, borracho otra vez, acomodándose en un sofá para esperar y dormir. El mismo sofá, para dos cosas distintas. Ambas relacionadas con su mujer. Hace 3 semanas descubrí su coche aparcado en una ponchera, unos doscientos metros distantes de la casa, apenas un minuto después de haberme despedido de él.
No se porqué te cuento estas cosas. En verdad no creo que exista la más mínima relación entre mi vecino, su mujer, tú, yo y el amante de su mujer.
Nuestra relación es bien diversa y sustanciosa. Se basa en una palabra, un gesto o una risa, mejor dicho, varias palabras, varios gestos y varios momentos de risas, que es todo lo contrario a lo que yo día a día he percibido que proviene de la casa de mi vecino.
He tomado otro sorbo de este "cognac" con la esperanza de que si algún día te decidieras a formar parte intrínseca en la vida de alguien - y ojalá yo fuese esa persona - no te halles, amada primero y con amantes después. No quiero que la historia de mi vecino y su esposa se parezca a la tuya o a la nuestra. Odio dormir en un sofá, tanto como ahora odio esperarte desde mi estudio, mientras este cognac en cada copa me sabe más amargo y placentero, algo de los años que me gustaría disfrutar contigo.
He ido a la alacena... a lo lejos he sentido el sonido característico de tu arribo en mi laptop. He apresurado lo que como, en la espera de saber que decirte o incluso, como justificarte mi ausencia de segundos.
Otro trago me relaja aún más... me sume en esa especie de culpa por no expresarte la solidez de un discurso que no tengo, la promesa del seré, ... cuando yo solo quiero preguntarte si estarás.
Roberto A. Lamelo
junio 19/2013
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