Esquizofrenia personal o esa falsa realidad de la prensa.

por Roberto Ariel Lamelo Piñón
Seamos justos. No hay libertad... a no ser en nuestras mentes. No la hay en la calle, no la hay en el cine, incluso en la casa se hace difícil tenerla. No se puede ser libre cuando se es esclavo de una cuenta de electricidad, de teléfono... o incluso de las telenovelas o los reality shows. No hay libertad total en toda la Calle Ocho, como tampoco la hay en La Carreta - pregúntenle a Alex el que trabaja en el show de "Quién tiene la razón" - y no la hay en Las Cibeles, allá en Madrid, España. Mucho menos en el edificio que le queda enfrente. Mucho menos y tampoco en el malecón de la Habana.

Pero hay diferencias en lo que se conoce de ellas. Incluso en la intuición de cada cual como persona y es a cada persona a quien le corresponde asumir la verdad de lo que lee o escucha, en unas palabras: consume.

Todo se deteriora cuando una realidad edulcorada y falsa se nos pinta ante los ojos. Cuando se disfraza una falsa teoria de como ser exitoso, como ser valiente, como ser bello hasta una teoría de como ser bueno en la cama. Todo se maquilla en bien del bien "público" y de la felicidad, cuando en la tele un tipo medianamente inteligente - o bien inteligente del todo - gana 50.000 euros en una tarde, o cuando los chismes entre Pinguilla y Sor Silicona logran arrancar los aplausos de una audencia enajenada, pagada con un bocadito y un refresco. He sido participante de ello. Y no me dieron ni bocadito ni refresco.

Pero hay opciones, en algunos sitios, en otros sencillamente no las hay. 

Uno siente esa falsa percepción de una realidad falsa, o de una esquizofrenia continuada en ver una palabra, una frase, un atisbo de crítica y asociarla directamente a la subversión, al enemigo, al izquierdismo o el derechismo. Uno siente esa sensación de flotar en un limbo y no saber decir si o no, o acaso ¿qué es esto? cuando lo que le cae en la mano o le ponen ante los ojos es una muestra muy distinta de la realidad. Uno se siente en esa zona envuelta en llamas, contrahegemónica y perturbadora, cuando todas las empresas cumplen el plan, cuando en el puerto se descargan siete barcos en un día, y cuando la productividad en la granja de conejos es tan alta que parece que comeremos conejos todo el año, o cuando uno dice fulano es el culpable, fulano traicionó...  y no se sabe el porqué fulano lo hizo. No hay verdad en una sola parte. Al menos, las personas inteligentes nos quedamos con esa sensación diezmada de recoger la manzana del suelo, una manzana que acaba de caerse de la mata, sin saber que dijo Newton al respecto. O la inversa, como viví yo durante muchos años, que sabía perfectamente lo que dijo Newton pero vine a tener una manzana en mi mano por allá por diciembre del 1990 (creo). Uno siente esa mentira de vivir en el país perfecto, cuando nada dentro parece estar jodido, y todo parece estar jodido fuera, y la prensa, en espacios estelares, ya sea primera plana u horarios de mayor audencia, se hace cómplice del engaño. 

Parece que da lo mismo vivir en un lugar o en el otro. O vivir en un lugar físicamente deseando vivir en ese "otro" que te han contado. O incluso - y es lo peor - creer que el tuyo es el mejor del mundo y que tiene de todo y no te hace falta conocer más nada, como una vez me confesó aquel Señor de 68 años que un día me preguntó ¿y qué hay "afuera" que no haya en Orlando o en Las Vegas?

Absolutamente de todo, le contesté y en mi mente se reflejó una pena por aquel que pudiendo salir no quiso, cuando hay tantos que quieren salir y no pueden.