Allí llevan acampados más de un año y las autoridades no les dan
ninguna respuesta. Según el acuerdo firmado en la Habana España tendría que seguirlos subvencionando y Madrid asegura que ya les ha dado bastante y que es hora que salgan adelante por sus propios medios, como si salir adelante, en un país como España, con 6 millones de parados fuera tan fácil.
Se sienten traicionados por el gobierno español y han envíado una carta al presidente de los E.U.A Barack Obama, pidiéndoles asilo político, pero Washington les contesta que de eso ni hablar, ya están
en un país democrático y por lo tanto perdieron el derecho que tenían
cuando vivían en Cuba.
Son una gran parte de los 250 presos políticos liberados por gestiones de la Iglesia y
Madrid, el resto - apenas 12 - se quedaron en Cuba y siguen haciendo política
dentro de la isla. El resto, esos que llevan 400 días acampados en Madrid, viajaron con sus familiares más cercanos y salieron rumbo a España, con la íntima certeza de que desde
allí podrían saltar a Miami.
Si hay algo de cierto en esta historia es que durante medio siglo la política migratoria de los EEUU hacia Cuba le
ha quitado el agua a la pecera donde debería nadar la oposición,
restándole base social y dirigentes. Y lo curioso es que después los
mismos diplomáticos de Washington se preguntan por qué la disidencia no
crece. La Habana patalea contra la Ley de Ajuste Cubano pero sigue
permitiendo la salida al exilio de sus adversarios políticos, sea para
vivir como “sin techo” en las calles de Madrid o bajo el manto protector
de EEUU. Me recuerda a aquel viejo proverbio que aconseja tenderle un
puente de plata al enemigo que huye.
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