por Boris Luis García Cuartero
Hoy eché unos cuantos años para atrás. Resulta que un grupo de adolescentes –todas hembras- pasaron cerca de un grupo de “veteranos” que conversábamos sobre lo humano y divino de estos tiempos y no sin asombro escuchamos en pocos minutos, casi todas las llamadas malas palabras o groserías, en alusión a un chiquillo que enamoraba a una de las niñas en cuestión…
la imagen de internet |
Y digo que eché unos cuantos años hacia atrás, porque no recuerdo que con esa misma edad, mis compañeras de estudios se expresaran de tal manera, y que conste no éramos ni mojigatos ni “finos”. Los que oímos tantas conocidas barbaridades en solo una pasada, hablamos del pollo del arroz con pollo en el debate nacional sobre educación e instrucción, de la ostensible pérdida de valores de estos tiempos.
No puedo decir que nuestros jóvenes son malos, diría que son mejores que algunos de los que peinamos canas…aunque…han sido mal educados, han sido consentidos en el seno familiar, se ha sido poco exigente con ellos en las escuelas…e incluso, alguno de los que conversábamos en plena calle pudimos llamar a capítulo a las niñas de esta historia, aun a riesgo de recibir más groserías como respuesta.
Hace días leía en la prensa nacional un buen trabajo sobre el papel de la familia en la educación de los hijos. Concuerdo con la tesis de que el niño que aprende como primeras palabras las malas como gracia, ¿quién después le pone el cascabel al gato? Y a no pocos padres he escuchado decir: que aprenda desde chiquito, para que nadie le haga un cuento o le meta el pie; y en ese cuento van desde las groserías hasta la agresividad en el círculo o en la escuela, el no dejarse “mangonear” por la maestra y en la calle…lo dejo a su imaginación, ¿qué se puede esperar?
Luego se culpa a las instituciones de lo mal educados que son algunos –muchos, muchísimos-, de que no son capaces de dar ni los buenos días o las gracias, que se dirigen a los mayores con irrespeto absoluto y no hablo de aquel que te dice: Oye puro tírame el tiempo y allá vas tu a adivinar que te preguntan por la hora, sino al que te envía directo a tus genitales cuando le regañas porque apalea una planta ornamental, o sencillamente escandaliza en un lugar público…
¿Qué honestidad se puede pedir a un joven a quien sus padres han pagado sus resultados académicos, o ve el trasiego en casa de cuanto puede adornar o facilitar la vida a costa de cargos públicos, tipos de trabajo o la “lucha” de estos tiempos? ¿qué sacrificios o laboriosidad puede esperarse del retoño si se le busca el certificado médico para que no vaya a la escuela al campo, porque pobrecito…?
Pero qué laboriosidad se fomenta en un muchacho que asiste a esa misma escuela al campo a perder el tiempo, porque ha sido convocado por gusto…qué modales se pueden esperar de quien es recibido en casa con un dale a la mierda chiquillo, que no estoy para boberías –y esto ocurría cuando ayudaban al control de vectores.
Qué conocimientos podemos exigirles si no estamos al tanto de lo que ocurre a nuestro alrededor y no los involucramos en esos problemas humanos y divinos de la contemporaneidad….
…si se les dan gustos que no merecen o han ganado, si se sobreprotegen, si nosotros mismos los inducimos a usar incorrectamente la ropa que usan –como el uniforme escolar-, si fomentamos el egoísmo, por aquello de que se joda el que no tiene juguetes, o con qué salir a divertirse e incluso se les prohíbe reunirse con los que “no tienen su mismo nivel social” y hoy eso se asienta en los artículos de uso en casa como computadoras, DVD, teléfonos móviles y cuanta tecnología aparece…
El pollo puede estar ahora mismo escaso o muy caro en el mercado interno, pero ese, al que hacemos alusión los cubanos como meollo de la cuestión no ha faltado nunca y vino a la casilla hace tiempo no por pescado, sino en honestidad, educación, altruismo, el cubaneo sabroso de compartir lo bueno y lo malo…al menos yo lo aprendí y para toda la vida.
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