sábado, 29 de diciembre de 2012

Los barcos en el puerto.

El apóstol de todos los cubanos, José Martí, en el comienzo del discurso “Nuestra América” - denuncia del naciente hegemonismo de los Estados Unidos en la arena política internacional y el peligro que ello representaba en una época no tan lejana como el 1891- comenzó diciendo: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal (…)”  y  aunque el discurso continúa haciendo alusión a lo que hablábamos en un principio no podemos negar que desde hace siglos vivimos sin importarnos mucho lo que sucede a nuestro alrededor como si fuésemos los únicos habitantes del Universo, como si fuéramos intocables, como si los problemas de los demás hoy no pudieran ser los problemas nuestros algún día. Como si fuésemos elegidos de Dios y el paso por este mundo es cuestión de caminar siempre por la acera, esquivando los dolores ajenos, las ofensas al prójimo, temerosos de nuestra integridad… pecado divino que luego el domingo “excomulgaremos” con tres pater noster en el confesionario y  felices luego marcharemos todos a casa.

Hace cuestión de un año y medio, Europa amaneció revuelta con la noticia de que medios marítimos y aéreos de la OTAN habían dejado morir a 61 inmigrantes que procedentes del Líbano se dirigían en una maltrecha embarcación hacia las costas de Lampedusa, la más grande de las islas del archipiélago de las Pelagias, territorio políticamente “perteneciente” a Italia, pero geográficamente cercano a África. La noticia que circuló como pólvora en los medios de comunicación europeos provocó las reacciones más diversas cuanto ásperas en cada país involucrado en las maniobras militares que por esos días se efectuaban en el Mar Mediterráneo. Rápidos los gobiernos salieron a defender a sus inocentes “perjudicados”, aunque el comentario de “la creación de una comisión para investigar los sucesos” sí que salió más veloz aun, como cualquier mortal que preocupado por el período de lluvias que se avecina, se trepa al techo de su vivienda para repararlo.  Si bien pienso que un mes es más que suficiente para dar a conocer los resultados de “La Comisión” mucho más que eso ha transcurrido desde que en la década del 90 un memorando de entendimiento se firmara entre los gobiernos de Cuba y Gran Caimán, como parte de las regulaciones migratorias implementadas por Cuba ante el éxodo masivo de sus habitantes  provocado por el agravamiento de su crisis económica.

Lo trágico de esta comparación establecida es que si por un lado, los gobiernos europeos tratan de delimitar su cuota de responsabilidad y reducirla a su mínima expresión – digamos, encontrar un chivo expiatorio, sea capitán de nave aérea o terrestre que le negó el auxilio a los desesperados inmigrantes africanos que viajaban a bordo de la embarcación de marras, por el otro es TODO un gobierno, institucionalizado en la figura de inmigración, aduana y policía local, quienes, amparados por el salvoconducto del fatídico memorando y por lo nebuloso y polisémico de sus “por cuanto”, niegan descaradamente la asistencia humanitaria a quienes, en la búsqueda de un futuro mejor, arriban a sus costas extraviados o necesitados de ayuda para poder continuar viaje. El absurdo pudiera llegar  a extremos insospechables en los oídos de quienes a orillas del Rubicón, El Sena, El Rin o el Ebro vivimos. No se trata solo de que a “ellos” como autoridades les preocupe que los balseros desembarquen en sus costas, se dirijan a una gasolinera, llenen 4 o 5 bidones de petróleo para poder seguir viaje y que además de paso, se aprovisionen de todo tipo de víveres necesarios para la travesía, cosa esta que no hacen ni podrían hacer jamás. No. Es más que eso. Las autoridades de Gran Caimán les niegan todo tipo de ayuda e incluso prohíben mediante amenazas de multas o prisión, a quienes amparados por la misericordia humana, se acerquen a ellos a brindarle siquiera un pomo de agua. Esto que sin dudas es un genocidio de la mayor magnitud, ejecutado por un gobierno como el de Gran Caimán, se desconoce acá en Europa, continente que acoge en su seno a la Corte de La Haya y el Copón Divino. De esto nada se sabe o se sabe bien poco.

Mucho promocionan ellos allá en el Mar Caribe sus costas, sus playas y sus Hoteles. Santo Paraíso fiscal este el de Gran Caimán, lleno de bellas palmeras y cocoteros; chiringuitos en la arena, donde un sonriente barman abre a más no poder su mandíbula para dejarnos ver sus muy blancos dientes, mientras nos pregunta: <Comment' allez vous, Monsieur>, <What’s up Sir>,    < ¿One “piña colada” Madam?>. Al parecer bien poco deben recordar ellos que, cuando su territorio no era ni la sombra de la felicidad económica que es hoy y que más que fajos de dólares rodando por sus bóvedas en el banco lo que “corría” por las calles era una oprobiosa miseria, sus nativos escapaban del mismo modo, en botes mal confeccionados y con escasas provisiones y que fue Cuba una de las islas que los acogió con toda la capacidad humana y/o legal que pudo.

Claro que la prensa mundial – por no delimitar responsabilidades entre hemisferios y Continentes – habla bien poco de esto, y como es natural, aconsejable y predecible, aplican la táctica del silencio a lo Chernobil: cemento para arriba y Ave María Purísima, sin pecado concebido.  No es casualidad entonces que si Usted en el buscador de google escribe <<Gran Caimán niega ayuda a balseros cubanos>> aparezcan 8080 resultados y si elimina “Gran Caimán” al parecer, al repartir el cake de la negación de la ayuda a los balseros cubanos, la cifra ascienda 94 900. Muy por el contrario, si usted escribe – siempre en el  Rey de los buscadores - << Italia niega ayuda a botes africanos >> aparecerán 273 000 resultados y si decide repartirle un trozo de la pizza al resto de los países con costas en el Mediterráneo la cifra ascenderá a 426 000.

Bueno, lo reconozco, resulta absurdo pretender que la prensa europea recoja y acoja en su democrático seno los problemas del otro lado del Atlántico, como si no hubiese ya bastantes problemas de este lado de acá por ser abordados y discutidos y a los cuales evidentemente tenemos que encontrarle una solución. Tal vez los resultados en el google sean directamente proporcionales a la cantidad de seres humanos que escapan de sus países originarios en precarias embarcaciones. Puede ser. Lo que pasa es que a veces la gran prensa europea se alarma y reacciona de modo escandaloso y masivo ante fenómenos “absurdos” acontecidos en su zona limítrofe mientras quizás oculta intencionadamente un fenómeno similar o peor que ocurre en otro lugar, o sea, en la otra aldea, en el Macondo del que hablaba García Márquez; y esta no será ni la primera ni la última vez que suceda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario