domingo, 18 de agosto de 2013

Sitio Yera: Un sitio en Cuba con 23 habitantes, una bodega, un policlínico cerrado y un perro sato.

Sitio Yera

por Carla Gloria Colomé
Sitio Yera
Sitio Yera tiene una bodega y una bodeguera; una presidenta de CDR de pelo negrísimo hasta la cintura; un hombre de 62 años; una escuela que tenía un niño; un policlínico que tenía un médico; un perro sato y medio aburrido, y una cañada, y una muda.
En Sitio Yera tienen deseos de jugar dominó, y de chequearse a cada rato la presión arterial para saber cuándo es muy alta o muy baja, y de no caminar tanto. Porque no puede ser posible, dicen, que lo único bueno de un pueblo sea que los televisores no necesiten antena para verse bien y nada más. Hacen falta otras cosas, periodista. Hace falta, por ejemplo, la cerveza.
Y confiaron en mí.
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Sitio Yera es un sitio extraño. A uno le parece extraño que a más de cuatrocientos metros sobre el nivel del mar haya gente que tenga fe en el Periodismo. Es más, la única gente que he conocido y que aún tiene fe en el Periodismo, se encuentra a más de cuatrocientos metros sobre el nivel del mar y solo ve el transporte tres veces por semana.
-¿Tres veces?
-Tres veces. Lunes, Jueves y Domingo
-¿Y el resto?
-Tú decides si bajas o no.
-¿Cuánto hay que caminar?
-Hasta Boquerone, que es por donde pasan los carros, son como siete kilómetros
-Y usted se llama…
-Alejandro de León.
-¿Y también se va?
-Claro que me voy. La semana que viene me estoy mudando para Manicaragua.
-¿Y la casa?
-Ahí se queda.
-¿Vacía?
-Vacía. Si aquí ya hay unas cuantas casas vacías. Cojo a mi mudita y me voy.
-¿Mudita?
-Mi mudita, mi esposa muda, que es lo único que me hace feliz.
Yo iba a Sitio Yera en un jeep soviético que se atrevieron a prestarme y con un joven que se atrevió a manejar y le dimos el chance a Alejandro. En Sitio Yera no se recibe visitas: el camino es demasiado malo y demasiado largo, y hay mucha piedra y mucha montaña para que la gente quiera subir, o para que los carros lo resistan.
Sitio Yera pertenece al Consejo Popular La Herradura, que a su vez está en Manicaragua, un municipio del Escambray de Villa Clara. Y nadie quiere vivir ya en Sitio Yera. Está muy alto y muy linda la vista, y su gente quiere descansar los ojos y los pies. Por eso se van, por eso se están yendo. Y porque les duele la cabeza, y por los problemas de presión, y porque los niños quieren becarse a los quince y no a los seis, y porque las mujeres quieren trabajar, y porque, quizás,  deseen conocer el teatro. Y dijeron venga periodista, nosotros le contamos.
Y confiaron en mí.
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Dice Mirtha Valladares, presidenta del CDR y de pelo negrísimo hasta la cintura, que Sitio Yera ya no es el mismo y que antes se vivía feliz.  “Pero ya no. Por eso veo bien que la gente se vaya, y en algún momento yo también me voy a ir como todo el mundo.” Y comenzó a pasar lista: “allí vive Alina y Ambrosio, y en aquel apartamento Noelvis y Felipe, y los de los bajo se fueron y la casa está deshabitada. Aquel otro apartamento también está vacío, y en ese edificio vive Olipio, que es el más viejo de este pueblo y tiene 62 años. La gente en Sitio Yera es joven, es joven por necesidad, y más vale no empezar a envejecer aquí arriba, porque no se puede vivir en Sitio Yera y además ser viejo”. Y así fue contando, y dijo que ya se han ido 24 personas, y que ahora hay 29, Sitio Yera no es grande, aquí todo el mundo se conoce, se conoce demasiado, y cada día somos menos. Es bueno cuando tienes 53 personas para poder hablar, pero da miedo cuando te das cuenta de que te quedan 29, y de que pronto te quedarán 20 y luego diez, y que si no te apuras y te vas de la montaña te quedarás solo y eso sí no puede ser.
Lidia de León es la hermana de Alejandro y le va faltando poco, su hija la está ayudando, su hija está en Italia y la está ayudando y se va a comprar su casita en el llano, y le va faltando poco para completar el dinero. En la escuela de Sitio Yera llegó a haber hasta seis  niños recibiendo clases, pero se fueron yendo, se fueron mudando con sus padres de casa y de escuela, y allí solo quedó el hijo de Lidia y el maestro. Lidia no sabe qué pasó con el maestro, pero a su hijo hubo que becarlo y ella no quería, aún no, su hijo tiene 12 años. Y dice que eso no es lo peor. Lo peor fue cuando se le deshidrató el esposo porque la ambulancia no venía, y porque el único médico que había en Sitio Yera también se fue, y el policlínico está cerrado, cerrado y vacío, y ahora tienen que tener cuidado y no enfermarse mucho.
No hay policlínico, no hay escuela, pero hay una bodega y quieren cerrarla. Según Lidia es por los núcleos, porque son pocos núcleos y quieren que vaya la gente a Boquerone a comprar los alimentos, pero la bodeguera se puso fuerte, dice, y todavía no la han cerrado.  “Porque aunque es poco lo que llega, de algo sirve. Aquí no llega  el pollo como a todo el mundo, nos tenemos que conformar con unas laticas cada tres meses y el picadillo ese que no hay quien se lo coma. Nadie quiere subir a vender nada, hay que cosechar vianda para comer porque no hay donde comprarla. Por eso hay que irse, por eso mi hija me está mandando el dinero de Italia, y me va faltando poco para la casita. Hay que irse ya de Sitio Yera periodista, o hace falta que esto salga por algún periódico y se conozca”.
Y confiaron en mí.
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Después de parquear el jeep, ya en la mismísima punta de la montaña en que está Sitio Yera, Alejandro me dijo ven, mira el policlínico, y efectivamente, las puertas del policlínico estaban clausuradas, y las ventanas solo dejaban ver restos de suero y de algodón, y de alguna receta médica en el piso. Y me dijo esto es Sitio Yera, esto el policlínico, aquello de allí la escuela, o lo que era la escuela, y allá los edificios. Y me dejó sola Alejandro, seguro de que en Sitio Yera es imposible perderse.
Caminé entonces hasta una de las aulas de la escuela, y había allí tres hombres y una mujer limpiando frijoles, y me miraron todos, todos a la vez, como diciendo a qué viene esta, a algo importante viene esta que se atrevió a subir. Y les dije buenas, y miraron y siguieron escogiendo frijoles, pero luego hablaron mucho.
Reían y hablaban. Hablaban y escogían frijoles. Sí, chica, aquí hay que luchar la comida dijo uno, aquí en Sitio Yera ya no se vive, se rabia, dijo otro, y el tercero que sí, que es verdad, que lo único que puede hacerse en Sitio Yera es rabiar. Y la mujer no dijo nada. ¿Y quiere saber más?, dijo el primer hombre, aquí no hay pincha, los machos nos vamos y chapeamos la calle y cogemos algo, pero las mujeres si no bajan todos esos quilómetros que tú subiste, no tienen trabajo. Y el segundo agregó que era verdad, que nadie se acuerda de Sitio Yera, que pidieron una vez que por favor donaran un dominó para la gente de allí, para plantar la mesa y jugar, para hacer algo cuando cae la noche, que llega a Sitio Yera primero que a cualquier otro lugar de Cuba, pero nada, nunca trajeron el dominó.  Y el primero volvió, y dijo que ni la cerveza se conoce ya en Sitio Yera, que toda se queda en Boquerone, y que hace rato tienen deseos de emborracharse, que borrachos no la pasarían mal. Y la mujer no dijo nada.
Que los niños no tienen con qué divertirse un rato, solo una cañada para ir y bañarse; que cuando las lluvias son muy intensas y el río crece, Sitio Yera permanece muchos días completamente incomunicado; que a nadie le importa, que qué bueno que vine, que qué bueno, gracias por interesarte, nos conformamos con un médico, gracias por venir, después lo otro se va arreglando poco a poco pero primero hace falta un médico, que la salud es importante. Y la mujer no dijo nada, y miraba como diciendo mucho, como diciendo a qué viniste, te vas a ir y todo va a seguir igual, te vas a ir y Sitio Yera va a seguir igual, te vas a ir como el médico, y como el maestro, y como casi todo el mundo.
-Se va a publicar, ¿verdad?
Eso preguntaban, y pensé que confiaban en mí.
-Usted ponga todo lo que le dijimos, que nada de esto es mentira.
Y yo anotando, y hasta sufriendo.
-Póngalo todo, que si la cosa se arregla no nos vamos, si este es el lugar más lindo que hay para vivir.
Y yo pensando que, definitivamente, la única gente que he conocido y que aún tiene fe en el Periodismo se encuentra a más de cuatrocientos metros sobre el nivel del mar.
Y me fui de Sitio Yera, después de un buen rato, y ellos nunca supieron realmente a lo que iba. Yo iba, creo, a preguntar sobre teatro, a saber si les gustaba, y si sabían de Teatro Escambray, y si les agradaba lo que hacía ese grupo, y su opinión, y su punto de vista, y qué usted cree sobre, y cómo valora tal, y qué impresión le causó. Pero en Sitio Yera, señores, hay que ver lo que se pregunta. Uno no puede subir el Escambray y encaramarse en Sitio Yera, donde hay poco calor y la noche viene rápida, a preguntar cualquier cosa. Si es periodista y no va a ayudar, si es periodista y no va a hacer nada, nunca suba, porque la gente en Sitio Yera no imaginaría jamás, que usted llegó allí en jeep, por ejemplo, a preguntarles del teatro.
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Aclaración: Los lugares más elevados del Escambray como Sitio Yera, Can Can y Sabanita, están sufriendo actualmente un despoblamiento. Las casas se están quedando deshabitadas por la fuerte emigración hacia el llano. Para evitarlo, se llevó a cabo el llamado Plan Turquino como acuerdo del Buró Político del Partido para mejorar las condiciones de vida en la montaña –teniendo en cuenta que estos despoblamientos afectan el trabajo cafetalero en la zona. Al parecer, los pobladores de Sitio Yera no han sido beneficiados con dicho plan.
Otro dato: Según el último diagnóstico sobre problemáticas sociales realizado en el lugar, el Consejo Popular La Herradura, al cual pertenece Sitio Yera,  y que posee en general una extensión territorial de l80 km2  con una población de 3132 habitantes, actualmente presenta una deficiente incorporación de jóvenes al trabajo y al estudio; bajo peso de los niños al nacer, grandes cifras de embarazo en la adolescencia y altos índices de tabaquismo y alcoholismo. No obstante, los pobladores de Sitio Yera parecen estar excluidos de esto último. Aún esperan con ansias que les llegue la cerveza.
Y otro dato: quise saber antes de irme, y como a escondidas me acerqué a uno, uno que tenía un perro sato y medio aburrido, para ver si por casualidad el teatro, si sabía, si un grupo así,  y me dijo que cree, si mal no recuerda, haber visto una vez por allá arriba a Colina, Caolina, la de apellido Mestre.
-¿Y el Teatro Escambray?, le pregunté.
Y me dijo eso no, de eso no me acuerdo, pero no se olvide de nosotros, lo que más apura, recuerde, es el médico.
Y, creo, confiaron en mí.


tomado de: http://www.oncubamagazine.com
imágenes en el link. http://www.oncubamagazine.com/cronicas/sitio-yera/

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