martes, 18 de junio de 2013

Pablo Arrechavaleta Farres: un hombre de azúcar.

tomada del 5 de Septiembre
Cuando escucha la sirena de la fábrica de azúcar, Pablo sabe cómo anda la molienda. Los más de50 años dedicados a la zafra lo han hecho un conocedor de esos asuntos. Criado desde pequeño en el ingenio, el olor y sabor de la caña forman parte de su vida.
Natural del municipio de Corralillo, en Villa Clara, su familia vivía a dos kilómetros del antiguo "Ramona", hoy antiguo "Ramona", hoy "Quintín Banderas". Allí sintió por primera vez, el aroma de la gramínea convertida en azúcar.

"Teníamos una finca cerca del central. Mis padres trabajaban en el campo, pero también lo hacían en la industria, porque era la única forma de ganarse la vida.

"Cuando cumplí 18 años comencé a laborar allí, junto a mis hermanos. En los inicios fui peón del batey y realicé luego varias labores en el basculador, los hornos, los molinos. Hice de todo, no porque quisiera, sino porque hacía falta. Solo me faltó cortar caña".
"En esa época no era fácil. En el capitalismo había que trabajar donde te pusieran, ¡y aprender de todo!, porque si no te sustituían enseguida. En aquel tiempo el vago no tenía chance", agregaArrechavaleta.

Así comenzarían sus labores en varios centrales de Las Villas.
"Estuve en el desaparecido 'Escambray', en la localidad de Agabama, en el municipio de Fomento; y en uno ubicado en Trinidad, cuyo nombre no recuerdo, ambos en Sancti Spíritus".

Sin embargo, fue en el "Elpidio Gómez", de Palmira, donde transcurrió la mayor parte de su existencia.

"Me mandaron a trabajar para acá en 1956 y aquí me quedé. Desempeñé también varias faenas hasta que me convertí en el administrador del central, función que llevé a cabo mientras los años me lo permitieron y de la cual aprendí mucho.
"Fue tanta la impronta que una parte de mis hijos trabaja en este ingenio", confiesa orgulloso.

De su paso por los centrales cubanos, antes del triunfo de la Revolución, Pablo recuerda al líder sindical azucarero Jesús Menéndez.

"Cuando lo conocí yo era un jovencito y trabajaba todavía en el 'Ramona'. Menéndez era una gran persona, ¡no había quién le hiciera un cuento!
"Hablaba con todos sin importarle la procedencia o el trabajo que realizaban. Lo mismo conversaba con un cortador de caña que con quien araba la tierra. Era un hombre muy sincero y noble", reconoce Arrechavaleta.

A pesar de la ceguera y sus más de ocho décadas, Pablo se mantiene al corriente de la situación de la zafra azucarera cada año, tema del cual aún no pierde la lucidez.

"Todavía quedan muchos ingenios que pueden reincorporarse a la molienda, otros lo están haciendo bien, y algunos solo son verdaderos cacharros. Una gran zafra depende de una buena siembra y un oportuno y correcto corte de caña, y por supuesto, del empeño que le pongan los obreros.

"El que no vive de la caña ni tenga confianza en ella, no podrá tener una buena zafra".
Pablo prefiere todo lo relacionado con la molienda, vive para ese proceso, que cada día le endulza la vida.

"De la zafra me gusta todo, no puedo escoger. Para mí un ingenio constituye una belleza que todos deben conocer. Es necesario ayudar y hacer de todo para entenderlo bien. Pero, desgraciadamente, algunos trabajadores de los centrales desconocen cómo funcionan realmente, sus secretos...

"Cuando eres capaz de descubrir hasta lo más mínimo de la industria azucarera, con solo escuchar y echar un vistazo, sabes dónde está la rotura".
Aunque el paso inevitable de los años le hizo separarse de las labores del central, Pablo asegura que su ceguera actual no le impedirá volver al "Elpidio Gómez" cuando este comience la molienda, pues está inactivo desde hace cinco años.
"Cuando vuelva a moler, hay que llevarme aunque sea en una carretilla", asegura Pablo, quien es, definitivamente, un hombre de azúcar.

tomado del 5 de Septiembre escrito por Glenda Boza Ibarra

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